Jesús Rojas, se va de La Palma en 1930 como cura de Ziracuaretiro. Fin de una historia.

Francisco Gabriel Montes Ayala

El padre Jesús Rojas Gil, originario de Sahuayo, (hijo de don Demetrio Rojas y de doña Rafaela Gil) fue notificado el 22 de enero de 1930 que debía abandonar la Vicaría de La Palma de Jesús.

Había llegado en los primeros días de 1922 en su primera etapa y más productiva como sacerdote a esta hacienda. Trazó las calles, introdujo la luz eléctrica en La Palma, comenzó con la construcción de la Plaza y en 1924 por influencia de él y de su amigo, el Lic. Aurelio Gómez Padilla, se hace Tenencia La Palma del municipio de Sahuayo; remodela toda la capilla, el altar, compra las imágenes y bautiza al pueblo como “La Palma de Jesús” al consagrar la comunidad, al Sagrado Corazón de Jesús. Y también el Divino Rostro, de ser solo una piedra, lo enmarca como lo conocemos hoy. Pudo la cruz en el cerro del copito y abrió la calle que va hacia aquel lugar santo. Pero se separó de la Vicaría apenas iniciado el conflicto cristero, en agosto de 1926.

El padre Marcos Vega Ceja, su sustituto,  le tocó llegar en septiembre de 1926 cuando se había suspendido  el culto por la guerra; vivía  a salto de mata en el cerro  y celebraba en casas como la de mi tía Aurora Zepeda, o con doña Emilia Mora, ya en la casa de mi bisabuelo (primo hermano del padre Vega) Rodrigo Montes, ya  con Manuel Zapién, otras veces con Eligio Castellanos, y así vivió y trabajó en casas distintas para bautizar o casar, confesar y dar la comunión. La capilla de 1926 a 1929 estuvo habilitada como cuadra y cuartel. El padre Vega estaba acostumbrado a andar a salto de mata, pues había sido maderista en la revolución y contaba con apoyo de José Vega, su hermano, de mi tío Francisco Montes Zepeda y de Chema Castellanos, que siempre andaban con él, cuidándolo, bien armados.

En enero de 1929 volvió el Padre Rojas  y, cuando se arregló el conflicto del estado y la iglesia, encontramos en la correspondencia del padre,  que le pusieron miles de trabas para entregar la capilla de La Palma. Hay correspondencia de la mitra y del padre Rojas donde  ambos apelaron a la intervención del diputado Rafael Picazo para mediar con el gobierno y  devolvieran la capilla.

Pero a mediados de enero de 1930 todavía no se entregaba el inmueble;  con tristeza,  el padre rojas expresa que «no hay culto en La Palma debido a que tampoco puede celebrar en lugares públicos por los arreglos de junio de 1929″.

Pero el 22 de enero le llegó un carta al padre Rojas de su prelado diciéndole: “ Envío a usted con la presente, el nombramiento de Párroco de Ziracuaretiro…(sic), el cura don Francisco Amezcua tiene necesidad de salir pronto para su nueva Parroquia de Tacatzcuaro; de manera que sería conveniente que recibiera usted su primera parroquia el día 31. Recomiendo a usted evite prudentemente cualquier agitación en ese pueblo en ocasión de su salida y aún el envío de ocursos y peticiones a esta superioridad, ya que su cambio obedece a la necesidad de atender a los fieles de una Parroquia”.

Tristemente para La Palma,  su vicario y capellán don Jesús Rojas, tuvo que aceptar el nombramiento, pero el mismo día 22 de enero cuando contestaba y refería que: “Si al señor le agradara que yo fuera registrado podría quedar en La Palma y se regocijaría este pueblo con el culto público…”

Jesús Rojas en 1923 en el recién remodelado atrio de la Capilla de la Hacienda de La Palma.

Pero no le fue aceptada tal petición y para el día 26 de enero se encontraba en su casa en Sahuayo en Constitución No. 7, y escribía al Vicario General  don Luis García haciéndole algunas recomendaciones para que su querida Palma no sufriera por la falta de Vicario. Todavía el padre Rojas hacía un acomodo, pues pedía se fuera el capellán del Sagrado Corazón de Sahuayo don Melesio R. Espinoza, y si no fuera posible, menciona: “el  Padre Arregui que es padrino y amigo del diputado Rafael Picazo, conseguirán que celebren y oficien públicamente el Padre José Sánchez a quién ayudará en la medida que pueda el Padre Castillo. Examine V.S.  lo propuesto y si le parece bien propóngalo a su Ilmo. Sr”.

Para el 31 de enero el padre Rojas tomaba posesión de su primera parroquia en Ziracuaretiro donde también, como en La Palma, dejaría una huella imborrable. Pero en La Palma la gente amargamente lloraba la salida de Rojas, cuando supieron que ese mismo día habían nombrado al Padre Francisco Castillo como Vicario Fijo…pero todavía en el mes de marzo de 1930 no se presentaba.  Hasta que en Mayo aparece nuevamente como Vicario el Padre don Marcos Vega Ceja para cubrir un largo periodo.

(DOCUMENTOS y cartas del Archivo de la Diócesis de Zamora, carpetas referentes a la Parroquia de La Palma) Publicado en TRIBUNA el año de 2005, corregido y aumentado 2024, Fotografías del Archivo Histórico Particular FGM, todos los derechos reservados Francisco Gabriel Montes.

Prohibido la reproducción total o parcial del contenido y fotos.

Sahuayo de Díaz. Primera parte

Generalidades históricas del Porfiriato en la actual Capital de la Ciénega (I)

Lic. Helena Judith López Alcaraz

Durante el Porfiriato, al igual que muchas otras ciudades y poblaciones en México, Sahuayo experimentó un período de transformación y desarrollo y fue testigo y partícipe de la modernización impulsada por el gobierno de Porfirio Díaz, especialmente en los ámbitos demográfico y financiero. A continuación, abordaremos las generalidades de estas transformaciones. Dos de ellas, inclusive, tuvieron que ver con los aspectos político y toponímico. Por motivos de extensión, y para no cansar al lector, hemos determinado dividir el texto en dos entregas.

Fotomontaje alusivo al título de esta entrada, elaborado por la autora. En el centro, el general Porfirio Díaz; al fondo, el templo parroquial del pueblo que, al convertirse en Villa, tomaría su apellido.

La Guerra de los religioneros, en la que un grupo de sahuayenses tuvo una participación destacada, y el mismo pueblo fue escenario de los primeros polvorines oficiales de dicho conflicto bélico, tocó a su fin en 1876, con el triunfo del Plan de Tuxtepec y la rebelión homónima. Los militares Francisco Navarro y Herculano Ortega, sahuayenses, y el prefecto de Jiquilpan, Cayetano Macías, brindaron su apoyo al paladín que encabezaba la asonada, el oaxaqueño Porfirio Díaz Mori (1830-1915), que se alzó victorioso al derrotar a Lerdo de Tejada.

De este modo, Díaz subió al poder con el procedimiento ya habitual, a la sazón, en México: el golpe de Estado. Asumió la presidencia del país en forma interina entre el 28 de noviembre de 1876 y el 6 de diciembre de 1876, y por segunda vez del 17 de febrero de 1877 al 5 de mayo de 1877. Por fin, al menos la primera ocasión, ejerció el cargo en forma constitucional del 5 de mayo de 1877 al 30 de noviembre de 1880.

La paz volvió poco a poco a Michoacán, entidad que descolló en la Cristiada decimonónica, y eventualmente, también, al resto del país. En lo que respecta a Sahuayo, José Prado Sánchez refiere que, cuando Don Porfirio tomó posesión como primer mandatario, la futura Atenas michoacana ya adquirido cierta forma de pueblo.

Leamos como lo describe él:

“[…] el templo había sido reconstruido y constaba de una nave de bóveda, al frente un gran atrio con una cruz frente al templo en un pedestal de piedra; ese atrio servía de camposanto y al norte y al sur anchos portones que daban acceso al atrio y al mismo tiempo servía de tránsito entre uno y otro extremo del pueblo. En ese tiempo fue designado párroco del pueblo el Sr. Cura (Macario) Saavedra, quien inició la reconstrucción del templo y, en el año de 1881, se terminaron los trabajos quedando una construcción magnífica” (1976, p. 15).

Templo de Santo Santiago Apóstol en Sahuayo, con su única torre. Fotografía mejorada por la autora.

Este autor añade que, para los aproximadamente ocho millares de habitantes que tenía la cabecera municipal en ese año, el templo era de gran tamaño, y poseía una enorme cúpula. Pero su rasgo más sobresaliente era la torre estilo minarete, de gran altura y esbeltez, cuya caída en 1911, a raíz de un poderoso sismo, le valdría a la localidad el mote “Sahuayo Torres Mochas”.

Luis González y González explica que el Porfiriato en Michoacán fue implantado por los siguientes gobernadores: Manuel González Flores –sucesor de Díaz en 1880–, Bruno Patiño, Octaviano Fernández, Prudencio Dorantes, Mariano Jiménez y Aristeo Mercado. Los tres primeros, con el apoyo cardinal de “rondas” y “acordadas”, dieron buena cuenta de los cabecillas que quedaban en pie de lucha o asolaban aquellas zonas (1997, p. 117). No era sino hacer eco a la táctica empleada por el primer mandatario, la de los famosos rurales, que si bien no era de la autoría de aquél, sí fue una de sus principales estrategias para pacificar el país y mantener el orden. Su misión era la defensa de zonas rurales en México, principalmente en lo tocante a la protección de diligencias y caravanas de ataques de bandoleros. Originalmente, el Cuerpo de Policía Rurales se compuso sobre la base de ex convictos, quienes por su experiencia y conocimiento de los grupos de delincuentes y de sus procedimientos pudieron reducir dramáticamente la inseguridad en los caminos y zonas campestres. Luego, por supuesto, se procedió a filtros más rigurosos para la selección de su personal.

General Manuel González Flores (1833-1893), primer gobernador porfirista de Michoacán. Fotografía mejorada por la autora.

Los tres últimos gobernadores del Porfiriato de Michoacán –véase el listado unos párrafos más arriba–, por su parte, condujeron a la entidad, sin prisas ni fanatismo, por la ruta de una prosperidad principalmente ferroviaria: ferrocarriles México-Morelia desde 1883; Morelia-Pátzcuaro desde 1886; Maravatío-Zitácuaro desde 1897; Yurécuaro-Zamora desde 1899, y hasta Los Reyes desde 1902; Pátzcuaro-Uruapan desde 1899, y algunos ramales como el de Angangueo, en distintas fechas (González, 1979, p. 117).

En lo que concierne al ámbito demográfico, el municipio de Sahuayo creció a pasos agigantados durante el mandato cuyo lema fue “Orden y progreso”. Prueba de ello fue que la población sahuayense pasó de 12326 habitantes en 1873 a 16689 en 1888, 18878 en 1895 y a veinte mil en 1900. La cabecera, por su parte, cambió de 5688 habitantes en 1873, a 7199 en 1895 y a los once mil a finales del Porfiriato. Así lo especifica Luis González y González citando a Antonio García Cubas, historiador, cartógrafo, geógrafo y escritor capitalino, considerado el padre de la estadística en México; y también lo confirman Ramón Sánchez (1896) en su Bosquejo estadístico e histórico del distrito de Jiquilpan de Juárez (p. 28) y Crecencio García Abarca en “Noticias históricas, geográficas y estadísticas del distrito de Jiquilpan” en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, primer volumen, página 493 (1873, citado en González, 1979).

Sin embargo, a pesar de tal crecimiento demográfico, la superficie municipal disminuyó. Una ley del 7 de diciembre de 1877 le restó a Sahuayo, para sumárselos a Jiquilpan, los siguientes sitios: la Hacienda del Sabino, Las Fuentes, los Corrales, el potrero de la Calera, Estancia del Cerrito, Guayabo, Ojo de Rana, Arena, Puerta de los Tábanos y Palo Dulce. En 1879 se volvió a lo de antes por un brevísimo intervalo de dos meses. El decreto de 16 de diciembre de 1879, por último le dejó a Sahuayo la Arena, Guayabo, Palo Dulce y Sabino, Tábanos, Cerrito, Fuentes, Corrales y Ojo de Rana.

Luis González, no sin fundamento, considera que, de no haber sido por las mermas de territorio que acabamos de describir, el municipio sahuayense habría doblado su población a semejanza de su cabecera. No obstante, es preciso acortar que el aumento poblacional porfiriano en los lares sahuayenses no se debió precisamente a la salud pública –de eso hablaremos en seguida–, sino al dinamismo y auge económicos que experimentó la población.

El mismo autor señala que Sahuayo enfrentó continuas enfermedades letales y endémicas. Los rudimentarios avances médicos de la época poco o nada pudieron contra las fiebres primaverales ni la diarrea al comienzo de las lluvias estivales, ni tampoco el paludismo, que fue terrible en 1889, año en que se desbordaron las aguas chapálicas. A ello hubo que sumar el tifo, constante en la localidad, y dos epidemias que dejaron huella indeleble en la memoria sahuayense: el mal de San Vito (1871-1872) y la fiebre efímera (1887). Esta última causó el deceso de tres mil personas en un lapso de tres días.

Portada de la edición de El Siglo Diez y Nueve en el que se hizo mención del mal de San Visto en Sahuayo.
Pequeño espacio, en el periódico El Siglo Diez y Nueve (tomo 54, número 9977, página 3), en el que se habla de la magnitud de los estragos provocados por el mal de San Vito en Sahuayo. Arriba, la portada de la edición. Resaltado por la autora.

Ahora bien, a pesar de haber perdido territorio y de que sus habitantes sufrieran tantas patologías, Sahuayo vio elevado su rango. Una ley fechada el 13 de abril de 1891 lo elevó a la categoría de villa y le puso el apellido del presidente que, para aquel entonces, ya se había reelegido en dos ocasiones. La población cuya principal parroquia estaba –y está– dedicada al primer Apóstol mártir, y que dos centurias antes había llevado su nombre –“Santiago Tzaguaio”–, pasó a llamarse “Sahuayo de Díaz”. La cabecera municipal de Jiquilpan, en contraste, sí fue designada como ciudad, apenas tres días después, y adquirió el apellido del gran rival político del presidente Díaz: Juárez.

En lo que concierne a Jiquilpan, la rivalidad que hasta la fecha existe entre ambas localidades, aunque tan cercanas una de la otra, se agudizó durante el Porfiriato. Tal es el planteamiento, sólidamente fundamentado, de Ramírez Sánchez (2017). Dicho autor refiere que en ello intervinieron factores sentimentales, pleitos por tierras, injerencia de las autoridades jiquilpenses en Sahuayo, altercados  entre  las  élites por la hegemonía política del distrito e, inclusive, la renuencia de los sahuayenses de subordinarse política,  administrativa y religiosamente a Jiquilpan (p. 65). En este último rubro, Sahuayo dependía de su antagonista al sur, y así sería hasta 1940. Para los habitantes de Jiquilpan, en contraparte, resultaba denigrante que Sahuayo, un poblado más pequeño y supeditado a ellos, se perfilara y cimentara como líder del crecimiento económico y demográfico de aquella región.

En cuanto a las comunicaciones, Sahuayo de Díaz se vio enriquecido, en el mismo año en que cambió de apellido, con el servicio telegráfico. Al año siguiente, 1892, se consumó la obra del puente de cal y canto sobre el río. Los caminos de tierra se tornaron transitables casi todo el año. No fue de extrañar que todo esto, aunado al vertiginoso auge financiero que, en opinión de Ramón Sánchez (citado en González, 1979, p. 120), se debió a la afición de los comerciantes locales de vender mercancía con profusión, permitiera que Sahuayo se transformara en el núcleo mercantil preponderante de la región de la Ciénega a cincuenta kilómetros a la redonda.

La agricultura fue otra actividad que propició el acelerado desarrollo de Sahuayo durante el Porfiriato –aunque Jiquilpan no se quedaría atrás–, dada su cercanía con el lago de Chapala. Tan es así que, junto con su rival, desplazó a Cotija en dicho ámbito. Durante este periodo, la hacienda de Guaracha se convirtió en un centro productor importante en la organización social y territorial, con enérgicos vínculos de poder y dominio que son, y han sido, materia para prolijos artículos aparte.

Dibujo ilustrativo de la Ciénega de Chapala. Llama la atención un detalle: que la Parroquia de Sahuayo tenga dos torres (lo cual pasó hasta la década de 1930) en lugar de una. Imagen tomada del primer número de la revista cultural «Sahuayo, historia desde su gente», correspondiente al trimestre enero-marzo de 2021.

Es importante subrayar que, a pesar de que Jiquilpan se situaba –y hasta hoy– más cerca de Villamar, la actividad de la hacienda de Guaracha favoreció más a Sahuayo (Ramírez-Sánchez, 2017, p. 64), lo cual, como es natural, contribuyó a acentuar la competencia y antipatía entre ambas localidades y municipios. Esto se debió a que los ganaderos jiquilpenses se vieron restringidos por la alta producción de la hacienda limítrofe, en el municipio de Villamar, mientras que los rancheros y acaudalados sahuayenses no tuvieron dificultades ni obstáculos para ensancharse hacia el occidente, a los antiguos territorios de la hacienda de Cojumatlán. Así, Sahuayo de Díaz se coronó como el centro y sede del comercio, en “concesionario mercantil” de la Ciénega (p. 65), como camino incipiente para, un día lejano, granjearse ser considerada su capital. Era el comienzo de una carrera que ya no habría de detenerse. La ganadería pronto adquirió valiosa relevancia.

Detalle de la Ciénega de Chapala en 1892. Del acervo de Pablo Hermosillo Villalobos.

En la próxima parte, la segunda y última, hablaremos de otros ámbitos en los que Sahuayo sufrió modificaciones considerables, tanto para bien como para mal, hasta alcanzar el instante en que el Porfiriato se hizo añicos.

Bibliografía

Cuevas, M. (1928). Historia de la Iglesia en México. El Paso: La Revista Católica.

González y González, L. (1979). Sahuayo. México: El Colegio de México.

Prado Sánchez, P. (1976). Sahuayo: Tradiciones y Leyendas. Edición del autor: Sahuayo.

Sánchez, R. (1896). Bosquejo estadístico e histórico del distrito de Jiquilpan de Juárez. Morelia: Porfirio Díaz.

Ramírez-Sánchez, R. (2017). Cambios y continuidades de una vecindad contenciosa en la región Ciénega de Chapala, Michoacán. Quivera Revista De Estudios Territoriales, 19(2), 59-79. Consultado de https://quivera.uaemex.mx/article/view/9752

El párroco insurgente de Sahuayo

Historia del P. Marcos Castellanos Mendoza, sacerdote y héroe de la Guerra de Independencia en la Ciénega de Chapala

Lic. Helena Judith López Alcaraz

Padre Marcos Castellanos Mendoza (1747-1826), presbítero insurgente oriundo de La Palma, Michoacán, bautizado en Sahuayo y más tarde cura de dicha población.

Un municipio del hermoso estado de Michoacán, cuya cabecera es la localidad de San José de Gracia, lleva su nombre. Su vida y trayectoria, que comenzaron en La Palma, que entonces pertenecía a territorio sahuayense, le valieron no sólo tal reconocimiento toponímico, sino que su nombre quedase inscrito en el nutrido grupo de presbíteros mexicanos que participaron en la insurrección armada de 1810.

Se trata de Marcos Castellanos Mendoza, nacido el 4 de marzo de 1747 cerca de la hoy Capital de la Ciénega, en La Palma, Michoacán, en la ribera chapálica. De hecho, por aquellos ayeres, La Palma pertenecía a Sahuayo. Fueron sus padres don José Antonio Castellanos y doña Mariana Mendoza, miembros de las familias fundadoras y terratenientes de la población, poseedores de la media hacienda de La Palma. Así lo relata el connotado cronista Francisco Gabriel Montes Ayala. Ambos eran españoles. El otro dueño de la media hacienda era Luis Macías, con quien Marcos Castellanos entablaría amistad posteriormente.

La Palma de Jesús, Michoacán, cuna del sacerdote y héroe Marcos Castellanos.

El recién nacido fue bautizado el 20 de marzo de 1747, a los dieciséis días de su venida al mundo, en la Parroquia de Santiago Apóstol en Sahuayo con los nombres de Marcos Victoriano –“Bictoriano” en su fe de Bautismo–. En la partida eclesiástica se estipula que era “español, de La Palma”. El sacerdote que lo bautizó se llamaba Juan Benito Gudiño.

Su padrino del primer Sacramento, Juan Ángel Gamarra, era un adinerado y próspero comerciante de Zamora –su acta bautismal ratifica que allí residía– y fungió cómo alcalde más de una vez. Fue él quien lo mandó a estudiar al Seminario de Valladolid, donde conoció a Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, futuros clérigos y jefes insurgentes como él.

Fe de Bautismo de don Marcos Castellanos. Recuadros para resaltar colocados por la autora.

Ya ordenado presbítero, Marcos Castellanos fue designado a la Parroquia de Sahuayo, la misma en la que había sido regenerado con las aguas bautismales. Ejerció su labor pastoral de 1789 a 1799. También fue párroco en su natal La Palma, donde se encargó de la edificación de la capilla dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, como lo consigna Francisco Montes Ayala.

En 1797, el obispo Fray Juan Miguel de San Miguel, obispo de Valladolid, le ordenó que fuera a Cojumatlán, otra comunidad de la Ciénega, con el objetivo de dirigir la construcción de un templo. El mismo Castellanos así lo narra al mismo prelado:

“Mi muy venerado Prelado y Señor… siendo de su superior agrado [que me encargue del redificio de la iglesia de Cojumatlán] no tendré embarazo, antes bien será de mi mayor complacencia, pues estando tan próximo a venir ya el cura propio de este partido, ser yo afecto a aquella iglesia inmediata a la hacienda de La Palma en donde tengo mis capellanías, y hallarme con veinte y más años de administración continua, redundará en muchos beneficios de aquella feligresía, así por la brevedad con que exigiré la fábrica [del templo] como por darles misa uno u otro día festivo, y juntamente administrar en aquellas distancias el santo sacramento de la penitencia. Hice saber y entregué en propia mano a don Francisco Orozco el nombramiento que hizo V. S. I. para mayordomo del redificio de la iglesia de Guarachita, también de este partido, quien lo aceptó gustoso” (citado por González y González, 1979, p. 67).

Así, Marcos Castellanos pasó a desempeñar su ministerio en la parroquia de Cojumatlán, que recién había sido erigida como vicaría fija. Quedó a las órdenes del señor cura Juan Miguel Cano.

Su trabajo en tierras cojumatlenses, genuina y realmente basado en el apoyo a su feligresía, se caracterizó por un notable e incansable apoyo el ámbito espiritual y, no menos importante para él, en el material. El eclesiástico recién arribado se destacó por su compromiso con el bienestar de los habitantes de la zona, en particular los indígenas, promoviendo valores como la solidaridad y la justicia social, pero sin dejar de lado la faceta religiosa y la cura de almas. Era, podemos decirlo en honor a la verdad, un sacerdote sumamente entregado a su grey.

Para septiembre de 1810, el padre Castellanos ya tenía sesenta y tres años. Había cumplido sus deberes ejemplarmente –y lo haría hasta su muerte–, al grado de desvivirse por sus fieles. Preocupado por la situación, pese a su nula preparación militar, se lanzó a la aventura insurgente. Compartió sus inquietudes con otros parroquianos aguayenses y junto con Luis Macías –el otro propietario de la media hacienda– y el capellán de La Palma, Pablo Victoria, puso en armas a un nutrido grupo de indígenas regionales.

Luis González y González (1979, p. 90) menciona que el otrora cura párroco de Sahuayo estaba convencido de que la América Septentrional estaba sometida a la avaricia y la política hispanas –no olvidemos que era criollo–, y creía fervientemente que había que defender aquella “preciosa perla de la corona española”, uno de tantos epítetos que se le daban a México.

Al ser derrotado y muerto Luis Macías, a cuyo lado peleó desde el principio don Marcos, en 1813, en La Barca, el presbítero tomó la dirección de la hueste que combatía en la ribera de Chapala, específicamente en la isla de Mezcala, adonde había partido en 1812. Poseedor de desconocida pero notable pericia militar, supo aprovechar la valentía de sus hombres y su habilidad en el arte de navegar en canoa. Otros dos dirigentes importantes al lado de Castellanos fueron Encarnación Rosas y José Santana.

En su lucha contra los realistas, Castellanos sorteó ataques, bloqueos y la devastación de cosechas y de poblados ordenada y ejecutada por las tropas fieles a la Corona Española a fin de cortar las fuentes de abasto para los insurrectos. Con todo, bien acuartelados en Mezcala, los insurgentes liderados por él resistieron ardua e incansablemente hasta 1816.

Aquella situación no podía mantenerse de forma perpetua e indefinida. La lucha llegó a su desenlace con la capitulación de Castellanos y los insurgentes, diezmados por las enfermedades, el hambre y el cansancio. El 25 de noviembre de 1816 se llevaron a cabo los acuerdos y el armisticio.

Vista de la Isla de Mezcala, en la ribera del Lago de Chapala, escenario de la resistencia insurgente liderada por don Marcos Castellanos.

José de la Cruz, gobernador de la Nueva Galicia, estableció las bases de la rendición con Santana. Cuatro fueron los principales acuerdos a los que llegaron primero éste y, posteriormente Castellanos: que fueran reconstruidos los pueblos ribereños arrasados durante los cuatro años de conflictos bélicos, entre ellos Mezcala –que había sido pasado bajo el fuego y destruido casi por completo–; eximir a los mezcalenses “de los aranceles parroquiales”; restituir a Castellanos como párroco de la región; y a Santana darle el cargo de Gobernador de Mezcala y de San Pedro Itzican con grado de Teniente Coronel (2011, p. 256).

Luego del perdón concedido por el gobierno realista, el padre Castellanos retomó su carrera eclesiástica y se hizo cargo de su nuevo destino, Ajijic –entonces escrito Axixic–, Jalisco, perteneciente a la Parroquia de Jocotepec. Allí residiría hasta su fallecimiento.

Siendo ya un anciano casi septuagenario, llevó una vida paupérrima, llena de penalidades y carencias. Francisco Montes Ayala, en su libro Marcos Castellanos, criollo de La Palma, refiere que a menudo enviaba cartas al entonces Obispo tapatío, Juan Cruz Ruiz de Cabañas, y que, en una de ellas, le expuso:

“…en ocasión de la pobreza que me embarga, le solicito ayuda debido a que hoy vivo en la ancianidad y esta villa es pobre, por eso, muchas veces he vivido momentos terribles, porque mi desayuno muchas veces ha sido un mendrugo de pan y un poco de atole que en caridad me regalan los vecinos”.

En otra misiva al mismo Obispo, Castellanos se expresó en los siguientes términos:

Excelentísimo e ilustrísimo señor doctor don Juan Cruz Ruiz de Cabañas

Xocotepec, agosto 19 de 1819

Mi muy venerado prelado

Hace un mes y diez días que el señor cura de este partido me puso de ministro en el pueblo de Ajijic, lo que no he participado a su excelencia ilustrísima por ver cómo me probaba. Hágolo ahora diciéndole que estoy a gusto por los muchos favores que del señor cura recibo, pues a pesar de que este pueblo se compone de puros indios y por lo mismo son muy cortas sus obvenciones, ha procurado sostenerme. Acabo de saber que a dicho señor se le ha dado el curato de Tapalpa y con esto pienso quedar otra vez en el aire.

Dios haga su santísima voluntad y le preste vida a su señoría ilustrísima para mi amparo, lo que incesantemente pide en sus cortas oraciones su más rendido súbdito que su pie besa.

Marcos Castellanos [rúbrica]”

Obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, destinatario de las epístolas en las que Marcos Castellanos le pidió auxilio debido a la gran estrechez económica que sufrió en sus últimos años.

No obstante, ni lo anterior ni su salud, cada vez más deteriorada, causaron un detrimento en su celo pastoral. Prueba de ello reside en la información contenida en un informe del párroco de Jocotepec, fechado el 13 de julio de 1820.

Este documento, dirigido al obispo Cabañas por el párroco de Jocotepec nos puede ilustrar, de primera mano, cómo fueron las condiciones pastorales y económicas de la última parroquia en la que sirvió Marcos Castellanos, dedicada al Señor del Monte:

Excelentísimo e ilustrísimo señor doctor don Juan Cruz Ruiz y Cabañas

Señor

A la superior orden de vuestra excelencia ilustrísima que con fecha 15 de junio me dirigió, no he podido cumplirla con brevedad como yo deseaba y dar razón a vuestra excelencia ilustrísima de todo lo que en esa superior orden se pide, lo que hago ahora respondiendo a lo más reservado; lo que falte [lo enviaré] para cuanto antes.

Remito a vuestra excelencia ilustrísima los padrones de toda esta feligresía y una lista por separado de todos los que han faltado al cumplimiento de la Iglesia, en la que no todos los de ella han faltado por renuencia, aunque sí los más, pues en una es por sus cortedades y asistencia en su trabajo, prometiéndome el hacerlo cuanto antes, y no cesan de llegar a confesarse, y creo que en todo el mes de julio quedaran sólo los muy rebeldes y contumaces. He cumplido en exhortarlos y amonestarlos.

Las costumbres de esta feligresía en lo general son cristianas y en pocos reinan algunos escándalos causados ya de la embriaguez y ya de concubinatos, en particular reina en los más de los indios la embriaguez.

Las iglesias así de esta parroquia como las de los pueblos de indios en lo material están buenas, ningunos fondos encuentro en ellas, sólo en la parroquial el de fábrica, que es muy escaso, cofradías ningunas.

La iglesia parroquial tiene ahora lo muy preciso de ornamentos, aunque viejos, y vasos sagrados para celebrar y administrar los sacramentos. Las de los pueblos y capillas de haciendas tienen lo preciso para celebrar. Eclesiásticos hay en esta feligresía tres: el padre don Marcos Castellanos en la ayuda de parroquia de Ajijic, administrando; el padre [no dice su nombre] capellán de Huejotitán, que administra toda la hacienda, ordenado a título de administración, su edad cuarenta y cinco años, sus licencias me dice tiene orden de refrendarlas, la ocupación de los dos lo ya referido, y ser asistentes en el confesionario y bien de las almas, pues el padre capellán no obstante estar algo enfermo, me ha servido y me sirve en cuanto lo ocupo, y si no fuera por él ahora que he estado solo, seguramente hubiera faltado yo en mucho y hubieran padecido bastante los feligreses. La vida y costumbres de ambos no tienen qué reprender.

Lo más pronto que pueda concluiré en dar razón a vuestra excelencia ilustrísima de lo demás que me falta.

Dios guarde a vuestra excelencia ilustrísima muchos años.

Jocotepec, julio 13 de 1820

Su más humilde y rendido súbdito que besa la mano a vuestra excelencia ilustrísima

José Reyes Ibarra [rúbrica]

En ambas transcripciones, cuyos facsímiles fueron facilitados en fotocopia para ser publicados en el Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara por el presbítero Jesús de León Arteaga, se ha actualizado la ortografía, anotado la puntuación y conservado sólo los arcaísmos de fácil comprensión. Las abreviaturas fueron desenlazadas.

Marcos Castellanos murió sumido en las tinieblas del olvido y de la miseria, el 7 de febrero de 1826. Sus deudos no alcanzaron a reunir la suma necesaria para comprarle un ataúd de madera, y fue sepultado gratuitamente. Ni siquiera hizo testamento, de tan pobre que había quedado.

Sus reposan en Jocotepec, en la misma entidad. Una placa, colocada por el Ayuntamiento local, así lo ratifica.

Placa que da fe de la localidad en que descansan los restos mortales de Marcos Castellanos.

Fuentes consultadas

Acosta Rico, F. (6 de febrero de 2019). Efemérides: Muere en Ajijic el insurgente Marcos Castellanos. Crónica Jalisco. https://www.cronicajalisco.com/notas/2019/91914.html

Arquidiócesis de Guadalajara (1 de abril de 2011). Billete de Marcos Castellanos al obispo Cabañas. En: Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara. Año CXXII, número 4.

Bastos Amigo, S. & Muñoz Morán, Ó. (abril de 2011) Los insurgentes de Mezcala (1812-1816). Conflictos internos y externos ante la celebración del bicentenario. Cuadernos de Marte. Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra. 1(1). https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/738

González y González, L. (1979). Sahuayo. México: Colegio de México.

Montes Ayala, F. G. (1999). Marcos Castellanos, criollo de la Palma. México: ABC Sahuayo.

Fiesta de Totolán, Michoacán. La Virgen de los Remedios.

Francisco Gabriel Montes Ayala

La Virgen de los Remedios es una imagen que data después de la década de los sesenta del siglo XVI cuando el fundador de la hacienda de La Palma, de San Juan Guaracha, don Hernando Toribio de Alcaraz y Ruiz, nieto de don Pedro Ruiz de Guadalcanal, conquistar de la zona de Zacatula y Colima, regaló la imagen a la comunidad indígena de San Martin Totolán, asentado en la Loma de la Cebada.

La Virgen es una de las imágenes realizadas en Pátzcuaro con caña de maíz, ya que el propio Hernando Toribio era el encargado, por Vasco de Quiroga de la construcción de la famosa Basílica de aquella ciudad de Michoacán.

Las peregrinaciones, a lo largo de la historia de cientos de miles de personas de diversas comunidades, son parte de la tradición de esta festividad, que no se sabe a ciencia cierta cuando iniciaron; continúan hoy en día y son peculiares porque las personas toman los caminos de la ciénega para llegar hasta San Martín Totolán de diversas comunidades. En este 2024 hemos visto peregrinaciones de diversas parroquias de la ciénega, que antes de la fiesta del 31 de mayo, se dan cita en el santuario de la Virgen de los Remedios, o como la gente la conoce: «la Güerita de Totolán».

Esta fiesta esta llena de colorido, y el templo está arreglado finamente, siguiendo ya una tradición que poco se modifica, y que nos muestra un amor inmenso a esta imagen milagrosa, que hoy luce un vestido muy bien engalanado y precioso.

Totolán está de fiesta este 2024, los visitantes ya superan los miles que van a darle las gracias a la Virgen de los Remedios. Actualmente es cura del lugar, el padre Manuel Navarro Temores, originario de Briseñas, Michoacán.

Hace 30 años la ciénega estaba inundada, el lago a nivel alto. Hoy en sequía lago y ejidos.

Francisco Gabriel Montes Ayala

Inundaciones en el ejido de La Palma, 1994 fotografía FGMA.

En un reportaje de 1994, del periódico diocesano MENSAJE de Zamora, en el cual colaboraba, acompañe a los comisariados ejidales de Venustiano Carranza, La Palma, Cerrito de Pescadores, La Magdalena y otros, a recorrer la ciénega, estaba totalmente inundada, y el lago rebosante de agua, con un nivel de más del 85% de su capacidad en la cota 95; en aquel entonces Antonio Zepeda, presidente del Comisariado Ejidal decía de la Comisión Nacional del Agua: “no quisieron echar a andar las bombas; nosotros estuvimos avisándole a la comisión de lo que podía ocurrir y no hicieron caso. Específicamente, el transformador del equipo de Pescadores estaba en mal estado, vinieron y se lo llevaron y quedaron de entregarlo rápido, es hora que no lo tienen reparado y ahora vemos que no podemos echar a andar este equipo que pudiera salvar este potrero de la inhundación. Aquí el único responsable es el Ing. Duarte, a quién hemos venido a demandar e iniciar querella contra este funcionario por su negligencia e irresponsabilidad”. Efectivamente un ministerio pública de aquel tiempo andaba con ellos para constatar las inundaciones y demandar al ingeniero José Luis Duarte por las pérdidas que ascendían en aquellos años en más de 30 millones de pesos.

Aquel reportaje decía «En un recorrido por los equipos de bombeo, la comisión de ejidatarios y comisariados ejidales, visitaron también el equipo Abraham Guerra y constataron que una bomba centrífuga más estaba funcionando, luego de que habían insistido en que la pusiera a trabajar y “ se habían negado siempre, esto es prueba que es solo negligencia, sintió la presión que estamos ejerciendo y ya la puso a trabajar”- dijeron los afectados. Sin duda alguna que la problemática de la ciénega se ha venido acrecentando y la poca responsabilidad de la comisión ha ido creciendo a niveles que traerán como consecuencia un incontrolable problema social». Sin embargo unos meses después la CNA y el gobierno de Salinas, entregarían los Módulos a los ejidatarios y el abandono en que estaban, las inundaciones, los predispusieron ha aceptar los módulos, que aún hoy, a 29 años de haberlos recibido, no son solución a la problemática del campo.

A cuarenta años, las cosas cambian, hoy hay sequía, el lago de Chapala en un 37% de su capacidad y la situación ha cambiado; así cambian las condiciones de acuerdo al tiempo, al deterioro del planeta, de la vida y de la ecología.

Trabajos que siguen haciendo para limpiezas de drenes y canales., foto FGMA

Copyright©Francisco Gabriel Montes Ayala, México 2024. Todos los derechos reservados de autor.

La Capilla de La Palma, vestigios de la hacienda. Data de 1795

Francisco Gabriel Montes

La Capilla de templo del Sagrado Corazón de La Palma es la única parte que queda de la antigua hacienda de La Palma. Era dedicada a San José y la construyó el padre don Marcos Castellanos Mendoza, cura interino de la Parroquia de Santiago Apóstol de Sahuayo.

Por aquellos años que fue cura interino, no solo hizo la capilla de La Palma, sino que también hizo las capillas de Cojumatlán y de Guarachita. La Capilla es sobria, simple y sufrió modificaciones a lo largo del siglo XIX, en tiempos del señor cura Antonio Escoto, también por parte del señor Cura Macario Saavedra que en 1886 dice en carta al obispo, que remodelaron el altar que era de piedra.

La remodelación mas profunda, la hizo el padre Jesús Rojas en 1922 que dejó el altar nuevo, tal como hoy lo vemos y se ha conservado a lo largo de más de 102 años. Las remodelaciones han sido constantes, de hecho el actual párroco J. Refugio Maravilla también realizó arreglos, así como el Padre José Luis Villaseñor.

La Capilla es esa parte maravillosa, que se conserva de la Nueva España, del esplendor de aquellos pequeños templos de las haciendas, que en su mayoría fueron derrumbados u olvidados. La Palma de Jesús conserva esta vieja construcción anexa al actual templo, porque así lo decidió el párroco que en 1945, construyera el templo actual, el padre Enrique Sánchez Navarro.

Las Zarquillas, en movimiento

Francisco Gabriel Montes Ayala

Las Zarquillas, es una población del oriente de la ciénega de Chapala en Michoacán. Siempre es visible, cuando uno transita de Jiquilpan a Zamora. Pasando Nicolás Romero, el antiguo pueblo de la hacienda de Guaracha, que se llamaba el Capadero, comienzas a ver una extensa llanura que se abre hacia la parte norte, amplia, basta, llena de sembradíos y al fondo los cerros aledaños al basáltico pajacuarense. Al avanzar por la carretera recta, vas a ver a la izquierda el caserio, asentado en un cerrito, y entonces vez el enorme arco de entrada del pueblo, y digo enorme, porque es impresionante con su «bienvenido a Las Zarquillas».

Debe uno cruzar el arco, para tomar la  carretera, que no sobrepasa los 4 kilómetros para llegar hasta las primeras casas de la población, que te recibe con el letrero de Las Zarquillas; tomas una calle recta, pasas la antigua escuela que data de los años cincuentas, cuando el gobernador Dámaso Cárdenas, las casas, muchas de ellas, son construcciones tradicionales, pero otras muestran el avance que han hecho los migrantes con distintos estilos arquitectónicos que son impresionantes. Si usted sigue hasta terminar la calle, llega a la Plaza, y aún lado de ella, está la presa, que es un embalse con una belleza inigualable por los cerros que lo circundan, pero hoy se encuentra seco. Usted puede seguir hacia el cerro y llegar hasta otra comunidad que se llama el Varal.

Al llegar a aquella parte del pueblo, no encuentra uno el templo, hasta retornar o tomar otras calles, y luego encuentras la nueva plaza en desniveles, que tiene un kiosko a manera de huatápera;  esta plazoleta está sobre la calle que te lleva a la capilla, que pertenece a la parroquia de Villamar. 

El templo, en su construcción, y en su sobriedad, nos muestra el trabajo de remuneración de la pintura exterior por parte de  los migrantes, tanto la plaza como esta y otras mejoras, son sin duda obra de la cooperación de los hijos ausentes, siempre comprometidos con su comunidad.

Hoy se trabaja arduamente en el nuevo cementerio que han nombrado «José Sánchez del Río», simple y sencillamente porque el niño mártir, el santo sahuayense, tenía familiares en aquella comunidad. Los migrantes han trabajado mucho para conseguir recursos y abrir el cementerio, que parecía que nunca se iba a conseguir trabajar en el predio destinado para ello. Hoy es una realidad.

Las Zarquillas siempre en movimiento, es una comunidad que bien vale la pena visitar. Silenciosa, apacible, en paz, es una comunidad de nuestra región de la ciénega, una mas que engrandece a esta región del estado.

Sahuayo: Ciudad de fe, piedad y tradición. Breve sumario histórico

Lic. Helena Judith López Alcaraz.

Fotografía antigua de la imagen ecuestre del Patrón Santiago.

La religión católica ha estado estrechamente ligada a la historia y a la identidad de Sahuayo desde 1530, cuando llegaron los conquistadores españoles comandados por Nuño Beltrán de Guzmán. De acuerdo con la tradición, el Apóstol Santiago intervino milagrosamente en favor de las tropas hispanas, permitiendo la conquista militar y espiritual de los lugareños. Algunos franciscanos, entre quienes destacó Fray Juan de Badía, implantaron la devoción al Santo, a quien los sahuayenses han honrado con gran fervor y cariño desde aquel tiempo, y hasta nuestros días.

Tlahualiles en el principal día de la fiesta al Patrón Santiago, año de 1922.

La existencia de esta ciudad no puede entenderse sin su patrono. En 1631, la pequeña población recibió temporalmente el nombre de Santiago Tzaguaio. Luego, a principios del siglo XVIII, se erigió la primera Parroquia, la cual fue dedicada a él desde el principio.

A partir de aquel momento, la fiesta del 25 de julio se volvió fundamental en la vida local. Año con año, a lo largo de dos novenarios, la imagen ecuestre del primer Apóstol mártir recorre las calles acompañada por una ferviente multitud y por los famosos tlahualiles, coloridos danzantes que representan, justamente, a los guerreros indígenas vencidos y convertidos y a los moros derrotados por los españoles durante la Reconquista.

Parroquia de Santo Santiago Apóstol y plaza principal de Sahuayo. Archivo Guerrero.
Fiestas decembrinas en honor de la Virgen de Guadalupe. Pintura del maestro Leonardo Castañeda.

Pero no sólo esta tradición demuestra el acendrado catolicismo del pueblo de Sahuayo. Y esto ya es decir, pues muchas de sus tradiciones poseen un profundo vínculo con la religión que llegó allende los mares. Basta mencionar la fiesta de las guares y los guaches en honor al Santo Cristo Milagroso, en septiembre; las festividades a Cristo Rey, en noviembre, en consonancia con el calendario litúrgico actual; y el docenario a la Santísima Virgen de Guadalupe, en diciembre, durante el cual todos los gremios de la ciudad, organizados por días, peregrinan al Santuario.

El fervor de los sahuayenses no se ha limitado a hermosas manifestaciones culturales, sino, lo que es más importante aún, los ha movido a un actuar consecuente con sus creencias, tanto en la vida diaria como en el acontecer histórico nacional. La prueba más grande de ello reside en la intervención y participación decisivas del pueblo en la Guerra Cristera.
El 4 de agosto de 1926, cuando las tropas federales fueron a clausurar los templos, los recintos fueron defendidos con gran valentía por los pobladores, si bien no se pudo impedir su cierre y profanación. La reyerta que se suscitó dejó su correspondiente saldo de muertos y heridos. Al día siguiente, el ex presidente municipal José Sánchez Ramírez fue fusilado por no querer hacerse cargo de la iglesia principal –algunas versiones refieren que fue asesinado en el interior mismo de la Parroquia–. Varias personas más corrieron la misma suerte fatal. Por fin, unas jornadas más tarde, el 15 de agosto, a raíz de dichos eventos, Ignacio de Jesús Sánchez Ramírez –hermano del antiguo alcalde ejecutado– se levantó en armas a la cabeza de muchos sahuayenses, formando así el primer grupo cristero de la región y uno de los primeros a nivel nacional.

Cristeros al mando del general cristero sahuayense José Sánchez Ramírez. Tomada de la página de Facebook Ruta Cristera Sahuayo y mejorada por Helena Judith López Alcaraz.

El 4 de agosto de 1926, cuando las tropas federales fueron a clausurar los templos, los recintos fueron defendidos con gran valentía por los pobladores, si bien no se pudo impedir su cierre y profanación. La reyerta que se suscitó dejó su correspondiente saldo de muertos y heridos. Al día siguiente, el ex presidente municipal José Sánchez Ramírez fue fusilado por no querer hacerse cargo de la iglesia principal –algunas versiones refieren que fue asesinado en el interior de la Parroquia, en la sacristía–. Varias personas más corrieron la misma suerte fatal. Por fin, unas jornadas más tarde, el 15 de agosto, a raíz de dichos eventos, Ignacio Sánchez Ramírez –hermano del antiguo alcalde ejecutado– se levantó en armas a la cabeza de muchos sahuayenses, formando así el primer grupo cristero de la región y uno de los primeros a nivel nacional.

El movimiento de resistencia tuvo el respaldo general de los habitantes de Sahuayo. Todos –hecha la excepción, según Luis González y González, de algunos acaudalados–, sin excepción de edad o condición, apoyaban a los cristeros. Además, seguían practicando la fe a pesar de la hostilidad del régimen. Esto, como era de esperarse, los convirtió en objeto de cruel represión por parte de las autoridades encabezadas por el alcalde Francisco García y el diputado Rafael Picazo Sánchez. A menudo había ahorcamientos, tanto de cristeros como de civiles, en los camichines y mezquites de la Calzada Amezcua –hoy de los Mártires– y en unos cedros de la plaza principal. Era una táctica común del gobierno y los militares en la época: ajusticiar a la vista de todos, como escarmiento.

El martirio era una realidad cotidiana en aquellos días. Innumerables personas dieron su vida por defender a Cristo, a la religión y a la Iglesia durante aquellos tiempos aciagos. Todos sucumbían vitoreando a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. En el caso de Sahuayo, algunos de los caídos fueron: los veintisiete cristeros ejecutados el 21 de marzo de 1927 en el atrio de la Parroquia de Santiago; el adolescente José Sánchez del Río, ya canonizado, martirizado el 10 de febrero de 1928 en el panteón municipal –situado en el sitio que ahora ocupa el Instituto Marista Sahuayense–; Francisco Ruiz Sánchez y compañeros, ahorcados en la Calzada el Jueves Santo de 1928; y el joven Manuel Sánchez González, fusilado el 5 de junio de 1929.

José Sánchez del Río, ahora Santo.

Treinta años después de la Guerra, en 1959, los sahuayenses construyeron un hermoso monumento a Cristo Rey, con el propósito de honrarlo y rendirle vasallaje, y a la vez, recordar a todos los habitantes que habían sufrido la muerte por la fe durante la Cristiada. La estatua, de cuatro metros de alto, fue hecha por el escultor
Adolfo Cisneros, y hasta la fecha preside la ciudad desde la cima del cerro de Santiaguillo.

Edificación del monumento a Cristo Rey. Fotografía tomada de la página de Facebook Sahuayo hoy y siempre.

Es indudable que la idiosincrasia e identidad católicas de Sahuayo son resultado, en gran medida, del heroico sacrificio de sus antepasados. Ya lo dijo Tertuliano, con gran acierto: la sangre de los mártires es semilla de cristianos.

Copyright © Lic. Helena Judith López Alcaraz.

Todos los derechos reservados de autor.

Fotomontaje relativo a la masacre de los veintisiete cristeros en el atrio de la Parroquia, que muestra la fachada de ésta, a las víctimas y a Jacobita Zepeda del Toro, anciana que gozaba de fama de santidad entre los sahuayenses. Edición por el Ing. Santiago Manzo Gómez.

Fuentes:

González y González, L. (2002). Sahuayo. México: Clío-Colegio Nacional.

Laureán Cervantes, L. (2016). El niño testigo de Cristo Rey. España: Buena Tinta.

Meyer, J. (1994). La Cristiada. Tomo III: Los Cristeros. México: Siglo XXI Editores.

El presente texto –con pequeñas modificaciones, que han buscado enriquecerlo– fungió como guión para un documental elaborado en 2020 para la asignatura de Medios audiovisuales de la Licenciatura en Historia de la Universidad de Guadalajara. Dicho material puede verse en el siguiente enlace: https://youtu.be/heDxFRqOGL4?si=-i79GXlj0AKEhpH-

Monumento a Cristo Rey en Sahuayo. Pintura del maestro Leonardo Castañeda.

Una ordenanza en materia laboral en el nuevo Mundo: Ordenanza dada por Hernán Cortés para el buen tratamiento y régimen de los indios. 1525

Lic. Elihu Hernández.

La historia del derecho laboral ha considerado brevemente los estudios de las normas jurídicas emanadas durante la época colonial e inclusive el México prehispánico, posiblemente por la leyenda negra que ha permeado el discurso nacionalista o simplemente la carestía de estudios especializados, no obstante existir autores como Silvio Zavala quien destino gran parte de su investigación a la estructuras y normas jurídicas de la Colonia. Así pues, este breve texto presenta al público fragmentos de una ordenanza emitida en 1525 por Hernán Cortés, destacando la influencia de las leyes de Burgos de 1512 (Serie de ordenamientos que buscaban la prohibición de esclavizar a los habitantes originarios del Nuevo Mundo y dedicar esfuerzos a evangelizar) y la intención “política” de proteger al indígena.

Protección de los trabajadores indígenas menores de 12 años: “ que nenguno de los que tobieren los dichos indios puedan sacar ni saquen de los pueblos dellos para sus labranzas ni para cosas algunas, ninguna mujer ni mochacho de doce años para abaxo, son pena que si lo sacare, pierda los dichos indios e le sean quitados; e defiendo a todos mis lugar- tinientes que no puedan dar licencia para sacar las dixas muxeres ni mochachos, so pena de doscientos pesos de oro por cada vez que me dieren la dicha licencia o vinieren a su noticia que se sacaren sin ella, e no executare la pena contenida en este capitulo; los quales dichos doscientos pesos de oro, aplico según es dicho en el capitulo antes deste”

Salario mínimo obligatorio a los indígenas: “Item: que todo el tiempo que los dichos indios estobiesen sirviendo el señor que de ellos se sirve e les dé a cada uno en cada día una libra de pan casabe e axi, e sal, e libra e media de axe o de yncaboniata, e ansi mesmo con su sal e axi; e porque al presente los españoles no puede dar los dichos bastimentos, e los dichos indios los tienen en sus casas e los pueden traer para su mantenimiento, sin que se les haga agravio, a lo menos agora al presente, porque tienen muchas labranzas, permito e mando questo no se entienda hasta de aquí a un año primero siguiente que comienze a correr desde el día del primero de Enero de quinientos veinte e seis años, e que pasado este tiempo, los mantenga como dicho es, so pena que por cada vez que se le probase que no le diesen la dicha rrazión, paguen medio marco de oro aplicado como dicho es e si fuere penado tres veces, mando que pierda dichos indios”

Tiempo de descanso y duración de la jornada para los indígenas: “Item: Que el tiempo que los dichos indios estobiesen sirviendo, el español a quien sirviesen, no lo saque a la labranza fuera que sea salido el sol, que los tenga en ella más tiempo de fasta una hora antes que se ponga, e que al medio dia los dexe reposar e comer una hora, so pena que por cada vez que no lo compliese ansí como en este capítulo se contiene, pague medio marco de oro aplicado como dicho es: e sí tres, veces se lo probase haberlo fecho, pierda los dichos indios”

¿Qué destacamos de estos fragmentos? La importancia del concepto de sujeto indígena que los españoles forjaron, distinguiendo desde temprana dominación la diferencia y proteccionismo necesaria del “otro”, por otra parte, desde un punto de vista jurídico existe una sanción a quien vulnerará las ordenanzas dictadas por la autoridad política de aquél momento representada en Hernán Cortés y sus huestes, no obstante la práctica política hiciera inaplicable dichas normas, debe reconocerse como un intento de establecer un marco jurídico que salvaguarda la integridad física del sujeto “indígena”, relegando muchos mitos que han cerrado completamente la investigación de estos temas, por considerar que el encuentro de 1519 entre españoles y mexicanos fue completamente una eliminación de un pueblo por otro, al contrario, es un proceso de asimilación cultural vivo hasta nuestros tiempos y que al menos en las normas del derecho laboral se han perpetuado.

Fuentes consultadas: Cortés Hernán, “Cartas y documentos”, 2da edición, Introducción de Mario Hernández Sánchez-Barba, México, Editorial Porrúa, 2004, (Colección Biblioteca de Historia), 614 p.p.

“Una ordenanza en materia laboral en el Nuevo Mundo: Ordenanza dada por Hernán Cortés para el buen tratamiento y régimen de los indios. Aproximadamente: 1525.” Lic. Elihu Hernández.

La historia del derecho laboral ha considerado brevemente los estudios de las normas jurídicas emanadas durante la época colonial e inclusive el México prehispánico, posiblemente por la leyenda negra que ha permeado el discurso nacionalista o simplemente la carestía de estudios especializados, no obstante existir autores como Silvio Zavala quien destino gran parte de su investigación a la estructuras y normas jurídicas de la Colonia. Así pues, este breve texto presenta al público fragmentos de una ordenanza emitida en 1525 por Hernán Cortés, destacando la influencia de las leyes de Burgos de 1512 (Serie de ordenamientos que buscaban la prohibición de esclavizar a los habitantes originarios del Nuevo Mundo y dedicar esfuerzos a evangelizar) y la intención “política” de proteger al indígena.

Protección de los trabajadores indígenas menores de 12 años: “ que nenguno de los que tobieren los dichos indios puedan sacar ni saquen de los pueblos dellos para sus labranzas ni para cosas algunas, ninguna mujer ni mochacho de doce años para abaxo, son pena que si lo sacare, pierda los dichos indios e le sean quitados; e defiendo a todos mis lugar- tinientes que no puedan dar licencia para sacar las dixas muxeres ni mochachos, so pena de doscientos pesos de oro por cada vez que me dieren la dicha licencia o vinieren a su noticia que se sacaren sin ella, e no executare la pena contenida en este capitulo; los quales dichos doscientos pesos de oro, aplico según es dicho en el capitulo antes deste”

Salario mínimo obligatorio a los indígenas: “Item: que todo el tiempo que los dichos indios estobiesen sirviendo el señor que de ellos se sirve e les dé a cada uno en cada día una libra de pan casabe e axi, e sal, e libra e media de axe o de yncaboniata, e ansi mesmo con su sal e axi; e porque al presente los españoles no puede dar los dichos bastimentos, e los dichos indios los tienen en sus casas e los pueden traer para su mantenimiento, sin que se les haga agravio, a lo menos agora al presente, porque tienen muchas labranzas, permito e mando questo no se entienda hasta de aquí a un año primero siguiente que comienze a correr desde el día del primero de Enero de quinientos veinte e seis años, e que pasado este tiempo, los mantenga como dicho es, so pena que por cada vez que se le probase que no le diesen la dicha rrazión, paguen medio marco de oro aplicado como dicho es e si fuere penado tres veces, mando que pierda dichos indios”

Tiempo de descanso y duración de la jornada para los indígenas: “Item: Que el tiempo que los dichos indios estobiesen sirviendo, el español a quien sirviesen, no lo saque a la labranza fuera que sea salido el sol, que los tenga en ella más tiempo de fasta una hora antes que se ponga, e que al medio dia los dexe reposar e comer una hora, so pena que por cada vez que no lo compliese ansí como en este capítulo se contiene, pague medio marco de oro aplicado como dicho es: e sí tres, veces se lo probase haberlo fecho, pierda los dichos indios”

¿Qué destacamos de estos fragmentos? La importancia del concepto de sujeto indígena que los españoles forjaron, distinguiendo desde temprana dominación la diferencia y proteccionismo necesaria del “otro”, por otra parte, desde un punto de vista jurídico existe una sanción a quien vulnerará las ordenanzas dictadas por la autoridad política de aquél momento representada en Hernán Cortés y sus huestes, no obstante la práctica política hiciera inaplicable dichas normas, debe reconocerse como un intento de establecer un marco jurídico que salvaguarda la integridad física del sujeto “indígena”, relegando muchos mitos que han cerrado completamente la investigación de estos temas, por considerar que el encuentro de 1519 entre españoles y mexicanos fue completamente una eliminación de un pueblo por otro, al contrario, es un proceso de asimilación cultural vivo hasta nuestros tiempos y que al menos en las normas del derecho laboral se han perpetuado.

Fuentes consultadas: Cortés Hernán, “Cartas y documentos”, 2da edición, Introducción de Mario Hernández Sánchez-Barba, México, Editorial Porrúa, 2004, (Colección Biblioteca de Historia), 614 p.p.

Fuente: Enciclopedia de Historiografía de la Nueva España (Página de facebook)

El litigio que dió el nombre a la tenencia de La Luz, Michoacán en 1867

Autor: Francisco Gabriel Montes Ayala

Fotografía de Archivo: Templo de la comunidad de La Luz, Michoacán.

En 1867, José María Méndez, vecino de Chavinda, celebró un contrato en diciembre de 1866, con la comunidad indígena de Pajacuarán, que se suponían dueños de los terrenos llamados como La Culata del Valenciano, y el apoderado legal, a nombre del común, había prometido dar los terrenos  mencionados a cambio de  la construcción de un pretil ( es decir un bordo de contención) que estaba presupuestado en 25 mil pesos. Era sin duda el primer intento en el siglo XIX de desecar la laguna de Pajacuarán.

El pretil tenía como objeto, cerrar el potrero llamado Peribán, con el objeto de desecar las tierras del mismo para tener más terreno para  cultivo o de “labor” cómo decían por aquellos tiempos. Por el pretil, los indígenas darían la Culata del Valenciano.

El proyecto parecía viable, levantar un pretil con cientos de miles de toneladas de lodo y piedra para construirlo en las inmediaciones de Pajacuarán y cerrarlo casi en El Paracho, daría a los indígenas pajacuarense una buena superficie para sembrar.

Lo que no sabían era que los dueños de la Hacienda de San Simón, de los hermanos Arcadio, Francisco y Nicolás Dávalos y Jaso, reclamaban como de ellos el terreno de la Culata y dicen en una protesta pública que: “con mis coherederos tenemos títulos bastantes que acreditan nuestra propiedad en las tierras de la Culata del Valenciano, que el mismo Sr. Méndez ha bautizado con el nombre del Rancho de la Luz” y también con todo su poder se iban a más, ya que reclamaban y tenían títulos sobre el predio de Peribán.

En la protesta, decía Arcadio, quien suscribió la misma,  que “me veo en el caso de protestar contra el contrato referido, manifestando que esas tierras como litigosas, de ninguna manera puede ser legalmente enajenadas” y es que estaban desde hacía años en litigio contra los pajacuarenses, que sin duda habían pretendido extender sus dominios al perder terrenos del Pueblo Viejo, el antiguo asiento del pueblo de Pajacuarán.

Con la protesta pública del 23 de enero de 1867 y que está en varios periódicos de la época, las tierras de la Culata del Valenciano, entraron en un pleito contra los pajacuarenses. La finalización del conflicto fue el reconocimiento de los Dávalos como dueños, y con ello no se realizaría nunca el pretil pretendido por los indígenas.  También daría fin al nombre del predio y tomarían los Dávalos el nombre de La Luz, naciendo así el siguiente año, la hacienda de La Luz, satélite de la de San Simón.

Y hoy una de las tenencias de Pajacuarán,  pueblo próspero, agrícola y ganadero como es la Luz.

Fuente: Periódico El Siglo XIX, protesta pública, publicada el día 11 de marzo de 1867, última página.

Copyright©️Francisco Gabriel Montes Ayala, México 2024.