En 1897 el gobierno de Porfirio Díaz lanzó una convocatoria para el proyecto de un palacio legislativo de grandes dimensiones, que albergaría además de las cámaras de senadores y diputados, dependencias de gobierno y oficinas.
Así quedaría el palacio legislativo de México.
El fallo fue dado al arquitecto italiano Paolo Quaglia, quien murió antes de poder iniciar el proyecto. Entonces el proyecto se comisionó al arquitecto Émile Bénard; la realización del proyecto que de haberse construido hubiera tenido mayores dimensiones que el Capitolio de Washington D. C. El sitio elegido para la edificación fueron unos terrenos pantanosos cerca de la colonia Tabacalera y del Paseo de la Reforma.
La primera piedra del monumento fue puesta por Porfirio Díaz el 23 de septiembre de 1910 como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México. Debido a los retos que suponía la cimentación del edificio en un terreno inestable, se utilizó una solución innovadora entonces, mediante una estructura metálica hecha por Miliken Bros., en Estados Unidos. La construcción se detuvo abruptamente ante el inicio de la insurrección armada de la Revolución mexicana.
El gobierno de Francisco I. Madero una vez en el poder intentó reanudar las obras pero su fallecimiento interrumpió la construcción, quedando en lo sucesivo solo la estructura de acero central del futuro palacio, que hubiera sido el Salón de los Pasos Perdidos.
Dicha estructura quedaría abandonada y en permanente desgaste. Émile Bénard volvería a México para intentar dar vida a su proyecto en 1922 llamándole Panteón a los Héroes. El presidente electo Álvaro Obregón aceptó su proyecto, pero fue asesinado en 1928 y Bénard murió en 1929. Actualmente es el Monumento a la Revolución Mexicana.
Es uno de los templos-santuarios católicos, más importante del estado de Tlaxcala, y está conformado por un grupo de construcciones que fueron edificados en diferentes etapas históricas.
El conjunto arquitectónico se encuentra emplazado sobre una colina en las inmediaciones de la Ciudad de Tlaxcala. El conjunto se complementa con dos edificaciones: la Capilla de Guadalupe, que hoy se ocupa como baptisterio y en la que se pueden apreciar cuatro vitrales alemanes y al extremo opuesto el portal de peregrinos.
La fachada:
Esta semeja a un retablo cubierto por una concha. Como todas las fachadas de arte sacro, cumple una función didáctica, para que el pueblo, a través de símbolos y figuras, entienda los misterios de la fe que profesa. Construida con ladrillo recortado y recubierto por argamasa (cal y arena), y para darle un colorido blanco, le aplicaron lechada de cal; realizada con la finura y color del alfeñique (dulce de Almendra) por verdaderos maestro en el arte de la yesería propio de la región, que muestra en conjunto mucha simetría y equilibrio. Debió construirse entre 1760 y 1790.
Se considera como la cumbre del barroco churrigueresco, admirada y elogiada lo que ha llevado a su reproducción en varios libros de arte.
El punto de convergencia de esta fachada es la ventana-coral en forma de estrella en la que destaca la figura aérea de la Virgen.
Las torres gemelas tiene una altura de 33 m y encuadran la gran fachada. Ambas torres culminan en lo alto con una cupulita con linternilla, en donde se anclan respectivamente dos magníficas cruces de hierro forjado. Sus bases de planta mixtilínea, tapizadas de ladrillos hexagonales con empalmes de cal, su ornamentación se produce en ambos campanarios ambientando con un fuerte y cálido colorido. El total de columnas en ambas torres es de cuarenta, más 24 florones o remates, su construcción data del último tercio del siglo XVII.
Fuente: Virreinato de la Nueva España. Arquitectura.
La Capilla de templo del Sagrado Corazón de La Palma es la única parte que queda de la antigua hacienda de La Palma. Era dedicada a San José y la construyó el padre don Marcos Castellanos Mendoza, cura interino de la Parroquia de Santiago Apóstol de Sahuayo.
Por aquellos años que fue cura interino, no solo hizo la capilla de La Palma, sino que también hizo las capillas de Cojumatlán y de Guarachita. La Capilla es sobria, simple y sufrió modificaciones a lo largo del siglo XIX, en tiempos del señor cura Antonio Escoto, también por parte del señor Cura Macario Saavedra que en 1886 dice en carta al obispo, que remodelaron el altar que era de piedra.
La remodelación mas profunda, la hizo el padre Jesús Rojas en 1922 que dejó el altar nuevo, tal como hoy lo vemos y se ha conservado a lo largo de más de 102 años. Las remodelaciones han sido constantes, de hecho el actual párroco J. Refugio Maravilla también realizó arreglos, así como el Padre José Luis Villaseñor.
La Capilla es esa parte maravillosa, que se conserva de la Nueva España, del esplendor de aquellos pequeños templos de las haciendas, que en su mayoría fueron derrumbados u olvidados. La Palma de Jesús conserva esta vieja construcción anexa al actual templo, porque así lo decidió el párroco que en 1945, construyera el templo actual, el padre Enrique Sánchez Navarro.
Mtro. Manuel Flores Jimenez *cronista de Jocotepec
La tradición sostiene que las imágenes del Señor de Huaje, la del Señor del Monte y la del Cristo Peregrino, fueron esculpidas de un árbol de huaje localizado en un sitio conocido como El Salitre, cerca de San Pedro Tesistán. Este dato está consignado por el Canónigo Luis Enrique Orozco, mismo que redactó la reseña histórica referente a la parroquia de Jocotepec, en la que afirma lo anterior.
En un documento del siglo XVIII, localizado en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara, titulado “Autos pertenecientes al Santo Cristo de la Expiración del Pueblo de Jocotepeque, año de 1721”, se habla del culto a una imagen que es la misma que la del Señor del Huaje.
En el citado manuscrito se hace referencia a una serie de incidencias que se dieron en torno a los trabajos imprecisos al esculpir la imagen; otro problema fue el posesionarse de la imagen por parte del natural Lucas Mateo y su esposa Andrea Petrona, así como a las ciertas suspicacias relacionadas con la promoción del Santo Cristo, por los anteriores, causa por la que vino fray Miguel de Aznar a investigar con detalle el caso.
El Señor del Huaje es una imagen majestuosa que inspira respeto y recogimiento debido a sus dimensiones y a la expresión de su rostro. La gente mayor de San Pedro Tesistán afirma que fueron despojados del Cristo en cuya iglesia estaba el Señor del Huaje, pero a ciencia cierta se desconoce con precisión el nombre del cura de Jocotepec que lo hizo y la fecha; cuando fue llevada la imagen fue colocada en la actual capilla lateral dedicada a la Virgen de Guadalupe, por lo que se supone que fue quizá mucho antes de que estuviera el señor cura Miguel M. Arana como párroco.
Al llegar el anterior sacerdote a Jocotepec (1866), emprendió una serie de obras materiales para que el templo parroquial luciera con mejor decoro. Para tal efecto tuvo que cambiar la imagen del santo patrono, el Señor del Monte, de manera temporal a la antigua capilla de la Purísima Concepción, mientras duraban las labores de construcción.
La tradición oral de los sanpedrenses señalan que el cura de Jocotepec, que como ya se dijo se desconoce quién fue, se trajo la imagen de San Pedro Tesistán a la cabecera de manera temporal, pero que jamás la regresaron ante la insistencia y molestia de sus feligreses. Muchos aspectos de ese incidente no están debidamente aclarados porque no quedó evidencia escrita que aporte información al respecto.
La imagen a la que primero se le nombró como el Santo Cristo de la Expiración y que en tiempos del párroco José Sánchez Contreras, se intentó llamarlo como el Señor del Dulce Nombre, se quedó finalmente con el título del Señor del Huaje, por la preferencia de una considerable cantidad de feligreses del barrio de Nextipac y de los habitantes de Jocotepec, sintiéndose más identificados con ese nombre.
Su festividad fue creciendo al paso de los años de menos a más. Algunas personas especulan que su primera solemnidad se dio en 1942, con los escasos recursos que se agenciaban para realizarla después de que se terminaban las fiestas patronales. Luego, el Pbro. Emeterio Romo, enfrentó el descontento popular y de los cargueros al persuadirlos que se cambiara de enero a la primera semana del mes de mayo, con el fin de no desgastar la economía de la población, ya que se juntaban las dos fiestas consecutivamente. Actualmente, esta fiesta religiosa lleva ya más de ochenta años de celebrarse, con una guardia de hombres y mujeres que custodian la imagen del Señor del Huaje, en su recorrido por las calles de la población, pese al enorme esfuerzo y dificultad de sacar y devolver a su recinto al majestuoso Cristo.
Fotografía antigua de la imagen ecuestre del Patrón Santiago.
La religión católica ha estado estrechamente ligada a la historia y a la identidad de Sahuayo desde 1530, cuando llegaron los conquistadores españoles comandados por Nuño Beltrán de Guzmán. De acuerdo con la tradición, el Apóstol Santiago intervino milagrosamente en favor de las tropas hispanas, permitiendo la conquista militar y espiritual de los lugareños. Algunos franciscanos, entre quienes destacó Fray Juan de Badía, implantaron la devoción al Santo, a quien los sahuayenses han honrado con gran fervor y cariño desde aquel tiempo, y hasta nuestros días.
Tlahualiles en el principal día de la fiesta al Patrón Santiago, año de 1922.
La existencia de esta ciudad no puede entenderse sin su patrono. En 1631, la pequeña población recibió temporalmente el nombre de Santiago Tzaguaio. Luego, a principios del siglo XVIII, se erigió la primera Parroquia, la cual fue dedicada a él desde el principio.
A partir de aquel momento, la fiesta del 25 de julio se volvió fundamental en la vida local. Año con año, a lo largo de dos novenarios, la imagen ecuestre del primer Apóstol mártir recorre las calles acompañada por una ferviente multitud y por los famosos tlahualiles, coloridos danzantes que representan, justamente, a los guerreros indígenas vencidos y convertidos y a los moros derrotados por los españoles durante la Reconquista.
Parroquia de Santo Santiago Apóstol y plaza principal de Sahuayo. Archivo Guerrero.Fiestas decembrinas en honor de la Virgen de Guadalupe. Pintura del maestro Leonardo Castañeda.
Pero no sólo esta tradición demuestra el acendrado catolicismo del pueblo de Sahuayo. Y esto ya es decir, pues muchas de sus tradiciones poseen un profundo vínculo con la religión que llegó allende los mares. Basta mencionar la fiesta de las guares y los guaches en honor al Santo Cristo Milagroso, en septiembre; las festividades a Cristo Rey, en noviembre, en consonancia con el calendario litúrgico actual; y el docenario a la Santísima Virgen de Guadalupe, en diciembre, durante el cual todos los gremios de la ciudad, organizados por días, peregrinan al Santuario.
El fervor de los sahuayenses no se ha limitado a hermosas manifestaciones culturales, sino, lo que es más importante aún, los ha movido a un actuar consecuente con sus creencias, tanto en la vida diaria como en el acontecer histórico nacional. La prueba más grande de ello reside en la intervención y participación decisivas del pueblo en la Guerra Cristera.
El 4 de agosto de 1926, cuando las tropas federales fueron a clausurar los templos, los recintos fueron defendidos con gran valentía por los pobladores, si bien no se pudo impedir su cierre y profanación. La reyerta que se suscitó dejó su correspondiente saldo de muertos y heridos. Al día siguiente, el ex presidente municipal José Sánchez Ramírez fue fusilado por no querer hacerse cargo de la iglesia principal –algunas versiones refieren que fue asesinado en el interior mismo de la Parroquia–. Varias personas más corrieron la misma suerte fatal. Por fin, unas jornadas más tarde, el 15 de agosto, a raíz de dichos eventos, Ignacio de Jesús Sánchez Ramírez –hermano del antiguo alcalde ejecutado– se levantó en armas a la cabeza de muchos sahuayenses, formando así el primer grupo cristero de la región y uno de los primeros a nivel nacional.
Cristeros al mando del general cristero sahuayense José Sánchez Ramírez. Tomada de la página de Facebook Ruta Cristera Sahuayo y mejorada por Helena Judith López Alcaraz.
El 4 de agosto de 1926, cuando las tropas federales fueron a clausurar los templos, los recintos fueron defendidos con gran valentía por los pobladores, si bien no se pudo impedir su cierre y profanación. La reyerta que se suscitó dejó su correspondiente saldo de muertos y heridos. Al día siguiente, el ex presidente municipal José Sánchez Ramírez fue fusilado por no querer hacerse cargo de la iglesia principal –algunas versiones refieren que fue asesinado en el interior de la Parroquia, en la sacristía–. Varias personas más corrieron la misma suerte fatal. Por fin, unas jornadas más tarde, el 15 de agosto, a raíz de dichos eventos, Ignacio Sánchez Ramírez –hermano del antiguo alcalde ejecutado– se levantó en armas a la cabeza de muchos sahuayenses, formando así el primer grupo cristero de la región y uno de los primeros a nivel nacional.
El movimiento de resistencia tuvo el respaldo general de los habitantes de Sahuayo. Todos –hecha la excepción, según Luis González y González, de algunos acaudalados–, sin excepción de edad o condición, apoyaban a los cristeros. Además, seguían practicando la fe a pesar de la hostilidad del régimen. Esto, como era de esperarse, los convirtió en objeto de cruel represión por parte de las autoridades encabezadas por el alcalde Francisco García y el diputado Rafael Picazo Sánchez. A menudo había ahorcamientos, tanto de cristeros como de civiles, en los camichines y mezquites de la Calzada Amezcua –hoy de los Mártires– y en unos cedros de la plaza principal. Era una táctica común del gobierno y los militares en la época: ajusticiar a la vista de todos, como escarmiento.
El martirio era una realidad cotidiana en aquellos días. Innumerables personas dieron su vida por defender a Cristo, a la religión y a la Iglesia durante aquellos tiempos aciagos. Todos sucumbían vitoreando a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. En el caso de Sahuayo, algunos de los caídos fueron: los veintisiete cristeros ejecutados el 21 de marzo de 1927 en el atrio de la Parroquia de Santiago; el adolescente José Sánchez del Río, ya canonizado, martirizado el 10 de febrero de 1928 en el panteón municipal –situado en el sitio que ahora ocupa el Instituto Marista Sahuayense–; Francisco Ruiz Sánchez y compañeros, ahorcados en la Calzada el Jueves Santo de 1928; y el joven Manuel Sánchez González, fusilado el 5 de junio de 1929.
José Sánchez del Río, ahora Santo.
Treinta años después de la Guerra, en 1959, los sahuayenses construyeron un hermoso monumento a Cristo Rey, con el propósito de honrarlo y rendirle vasallaje, y a la vez, recordar a todos los habitantes que habían sufrido la muerte por la fe durante la Cristiada. La estatua, de cuatro metros de alto, fue hecha por el escultor Adolfo Cisneros, y hasta la fecha preside la ciudad desde la cima del cerro de Santiaguillo.
Edificación del monumento a Cristo Rey. Fotografía tomada de la página de Facebook Sahuayo hoy y siempre.
Es indudable que la idiosincrasia e identidad católicas de Sahuayo son resultado, en gran medida, del heroico sacrificio de sus antepasados. Ya lo dijo Tertuliano, con gran acierto: la sangre de los mártires es semilla de cristianos.
Fotomontaje relativo a la masacre de los veintisiete cristeros en el atrio de la Parroquia, que muestra la fachada de ésta, a las víctimas y a Jacobita Zepeda del Toro, anciana que gozaba de fama de santidad entre los sahuayenses. Edición por el Ing. Santiago Manzo Gómez.
Fuentes:
González y González, L. (2002). Sahuayo. México: Clío-Colegio Nacional.
Laureán Cervantes, L. (2016). El niño testigo de Cristo Rey. España: Buena Tinta.
Meyer, J. (1994). La Cristiada. Tomo III: Los Cristeros. México: Siglo XXI Editores.
El presente texto –con pequeñas modificaciones, que han buscado enriquecerlo– fungió como guión para un documental elaborado en 2020 para la asignatura de Medios audiovisuales de la Licenciatura en Historia de la Universidad de Guadalajara. Dicho material puede verse en el siguiente enlace: https://youtu.be/heDxFRqOGL4?si=-i79GXlj0AKEhpH-
Monumento a Cristo Rey en Sahuayo. Pintura del maestro Leonardo Castañeda.
Autor: Virreinato de la Nueva España: Arquitectura.
Es el mapa más antiguo de la ciudad de México conocido como «El mapa de Nuremberg». Consta de dos cuerpos principales: una pequeña representación del Golfo de México y la ciudad de Tenochtitlan, que aparece con el nombre de Temixtitan.
Publicada en 1524, la Segunda Carta de Relación de Hernán Cortés fue impresa junto con un mapa de Tenochtitlan que pronto conquistó el imaginario europeo al mostrar, por primera vez, una representación de la capital del imperio tenochca y su cuenca, gobernada por la triple alianza de Texcoco, Tlacopan y México, encabezada por el Huey Tlatoani, Moctezuma Xocoyotzin.
Actualmente, ese tesoro, impreso en Nuremberg, Alemania, se encuentra resguardado en The Newberry Library, en Chicago, instancia que entregó a la Universidad Nacional Autónoma de México un facsímil de éste, el mapa más antiguo de Ciudad de México, como parte de la relación entre ambas instituciones.
Mostrada como una urbe medieval en medio de un lago, esa primera representación de la gran Tenochtitlan correspondía con el esplendor, maravilla y exotismo descritos por el conquistador en su Segunda Carta, redactada en junio de 1520.
En torno al centro ceremonial tenochca descrito como “templo donde sacrifican”, la imaginación conquistadora del artista europeo dibujó conjuntos irregulares de casas con techos y torres medievales sobre el agua, como si se tratara de Venecia o Bremen. El paisaje miniaturista completaba pequeñas villas en las riberas del lago, ilustrando los centros urbanos de Tacuba, Azcapotzalco, Texcoco, Iztapalapa y Tacubaya, entre otros.
La factura de este mapa de 1524 ha sido objeto de múltiples estudios; no cabe duda de que las gubias de esta xilografía coloreada a mano debieron pertenecer a un artista del viejo continente quien, presumiblemente, se habría basado en un boceto enviado por el propio Cortés al emperador Carlos I, rey de España. Pero la lógica de organización gráfica se debió, a mano o idea de un tlacuilo nahua.
Fotografía de Archivo: Templo de la comunidad de La Luz, Michoacán.
En 1867, José María Méndez, vecino de Chavinda, celebró un contrato en diciembre de 1866, con la comunidad indígena de Pajacuarán, que se suponían dueños de los terrenos llamados como La Culata del Valenciano, y el apoderado legal, a nombre del común, había prometido dar los terrenos mencionados a cambio de la construcción de un pretil ( es decir un bordo de contención) que estaba presupuestado en 25 mil pesos. Era sin duda el primer intento en el siglo XIX de desecar la laguna de Pajacuarán.
El pretil tenía como objeto, cerrar el potrero llamado Peribán, con el objeto de desecar las tierras del mismo para tener más terreno para cultivo o de “labor” cómo decían por aquellos tiempos. Por el pretil, los indígenas darían la Culata del Valenciano.
El proyecto parecía viable, levantar un pretil con cientos de miles de toneladas de lodo y piedra para construirlo en las inmediaciones de Pajacuarán y cerrarlo casi en El Paracho, daría a los indígenas pajacuarense una buena superficie para sembrar.
Lo que no sabían era que los dueños de la Hacienda de San Simón, de los hermanos Arcadio, Francisco y Nicolás Dávalos y Jaso, reclamaban como de ellos el terreno de la Culata y dicen en una protesta pública que: “con mis coherederos tenemos títulos bastantes que acreditan nuestra propiedad en las tierras de la Culata del Valenciano, que el mismo Sr. Méndez ha bautizado con el nombre del Rancho de la Luz” y también con todo su poder se iban a más, ya que reclamaban y tenían títulos sobre el predio de Peribán.
En la protesta, decía Arcadio, quien suscribió la misma, que “me veo en el caso de protestar contra el contrato referido, manifestando que esas tierras como litigosas, de ninguna manera puede ser legalmente enajenadas” y es que estaban desde hacía años en litigio contra los pajacuarenses, que sin duda habían pretendido extender sus dominios al perder terrenos del Pueblo Viejo, el antiguo asiento del pueblo de Pajacuarán.
Con la protesta pública del 23 de enero de 1867 y que está en varios periódicos de la época, las tierras de la Culata del Valenciano, entraron en un pleito contra los pajacuarenses. La finalización del conflicto fue el reconocimiento de los Dávalos como dueños, y con ello no se realizaría nunca el pretil pretendido por los indígenas. También daría fin al nombre del predio y tomarían los Dávalos el nombre de La Luz, naciendo así el siguiente año, la hacienda de La Luz, satélite de la de San Simón.
Y hoy una de las tenencias de Pajacuarán, pueblo próspero, agrícola y ganadero como es la Luz.
Fuente:Periódico El Siglo XIX, protesta pública, publicada el día 11 de marzo de 1867, última página.
Existe un mural, en la comunidad de Cerrito de Pescadores, del municipio de Venustiano Carranza, en el estado de Michoacán, que recientemente fue pintado en una de las bardas de una casa particular de la calle Benito Juárez.
Las personas que pintaron el mural fueron Alycer Alaniz y Fernando Chávez se inspiraron en la historia y geografía del lugar, así como manifestaciones culturales propias del lugar.
Por inciativa del pueblo y con apoyo de Juan Ramón Cervantes, que reside en San Pedro Caro y de Agustín Rodríguez originario de esta comunidad, que prestó la barda de su propiedad, es que se pudo lograr este proyecto que inició a principios de septiembre del 2023 que se dieron las primeras pinceladas en el muro culminando y dando los últimos detalles en febrero del presente año.
Podemos ver en el mural, el cerro loco, el lago Manami, que es un pequeño embalse cercano a la comunidad; también están representados los Conos de la antigua CONASUPO, que en su tiempo almacenaban granos. Son de los detalles que más resaltan en esta obra, atracciones que mas atrapan a los visitantes de este lugar cuando los miran. Se plasmaron varias figuras de los indigenas, que habitaron las islas de la ciénega de Chapala, por la gran importancia que el Cerro Loco representa arqueológicamente y fue un lugar importante en tiempos prehispánicos. En el mural se retrata a los héroes históricos que han sido parte de los sucesos sociales relevantes en la región y en la comunidad, como el retrato de Santiago Díaz Buenrostro , un líder cristero que estuvo envuelto en ese fenómeno social del siglo XX. También se le hace un pequeño espacio para el padre Juan Talavera Buenrostro, quien se desempeño como cura en la parroquia de La Palma, y que mandó construir la capilla del Cerrito de Pescadores y, es por eso, que hasta en estos tiempos vive en la memoria y corazón de la gente.
Cuando visites el Cerrito de Pescadores te invitamos para que seas testigo de esta obra de arte de esta bella y pequeña comunidad de la Ciénega de Chapala.
*La escritora mexicana Laura Esquivel y su novela «Como agua para chocolate», una bella y melancólica historia, llena de referencias de la cultura mexicana.
Publicada en 1989, «Como agua para chocolate» es una novela de realismo mágico y ficción histórica, con un título que se ha vuelto un clásico.
La historia se desarrolla a inicios del siglo XX, durante la revolución mexicana, en el norte del país, en la casa de una familia adinerada en la que el padre ha muerto.
Laura Esquivel nos cuenta la vida de Josefita “Tita”, la menor de las tres hijas, de doña Elena de la Garza, una viuda dura, difícil y poco amorosa que le ha conferido una severa sentencia a su hija más pequeña. Una costumbre familiar y social injusta que le rompe el corazón a la pobre de Tita.
«Indudablemente, tratándose de partir, desmantelar, desmembrar, desolar, destetar, desjarretar, desbaratar o desmadrar algo, Mamá Elena era una maestra».
«Como agua para chocolate», además de describirnos la vida de una familia tradicional, Laura Esquivel trae a la obra la gastronomía mexicana con doce recetas a lo largo de la historia de Tita, sus dos hermanas, su madre, su nana y algunos caballeros involucrados con ellas.
Cada capítulo hace referencia a un mes del año, describiendo una elaboración en la cocina, algo tan real como importante, ya que cada platillo preparado en la cocina hace que Tita cruce el límite entre lo real y lo fantástico.
Realismo mágico y gastronomía mexicana, una exquisita combinación que hace de «Como agua para chocolate» una novela fascinante.
Desde su nacimiento Tita está en la cocina, ahí comienza su vida, entre los vapores de los caldos de gallina, entre el olor del ajo y la cebolla, el café reciente tostado, y los aromas de los postres con un toque de canela y miel.
«La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera, los sabores y olores de la casa materna».
Pero Tita ve truncados sus anhelos de formar una familia, su vida se ha reducido al cuidado de su madre y en ayudar en los quehaceres de la casa, entre ellos cocinar para la familia.
«Inclusive se convertían en motivo de diversión, a tal grado que durante su niñez Tita no diferenciaba bien las lágrimas de la risa de las del llanto. Para ella reír era una manera de llorar».
Gracias a que su nana Nacha, Tita sobrevive a su suerte, Nacha le enseña todos los secretos de su arte y habilidad en la cocina, es así como Tita encuentra en la cocina un espacio para ser feliz y darse algunos breves respiros de la opresión materna.
«Necesito una respuesta en este momento, el amor no se piensa, se siente o no se siente».
En la boda de su hermana, Tita cocina el pastel de bodas, es un momento de profunda tristeza para ella, sus lágrimas caen en la masa y quienes lo comen se contagian de la melancolía con que Tita preparó aquel pastel, como si la comida quedara impregnada del sentimiento por el que ella está atravesando.
«Cuando se habla de comer, hecho por demás importante, sólo los necios o los enfermos no le dan el interés que merece».
Otra de sus experiencias en la cocina, es el gusto con que Tita cocina y elige cuidadosamente cada uno de los ingredientes, reflejando su amor y sentimiento en unas deliciosas codornices en salsa de pétalos de rosa, la emoción y deseo reflejados en la cocina, que se transmite en los comensales que degustan fascinados del arte culinario de Tita, esto trae como consecuencia, la intrépida huida de Gertrudis con un revolucionario de quien se enamora, cabalgando desnuda a pelo de caballo, luego de haber probado las codornices, que fueran la causa de esa decisión arrebatada.
«Este, es un placer de los dioses».
Pocas cosas son tan tradicionales como la cocina de un lugar o una cultura. Más aun la de las recetas familiares que alimentan a generaciones y son más que pasos a seguir. Se convierten en un ritual que conlleva responsabilidades y obligaciones específicas, para lograr el resultado final: el deleite, la degustación de aquella elaboración culinaria que ha sobrevivido generación tras generación.
Estas tradiciones son los extremos de la novela, por esas tradiciones familiares, Tita odia y ama, llora y ríe, se resigna y se va, se afianza y pierde la razón, vive y muere. Las tradiciones familiares la mantienen oprimida y triste, mientras que las tradiciones culinarias le proveen de felicidad y de una verdadera familia con las mujeres que la crían y acompañan, como la nana Nacha, la cocinera, su hermana Gertrudis, y Chencha, la empleada doméstica. Ellas son su verdadera familia y la cocina es su vida y amor, que le permiten acercarse a todo lo que no le permiten tener.
«Como agua para chocolate» es una novela llena de acontecimientos memorables, acompañadas de platillos deliciosos. Algunos de estos momentos son sencillos y cotidianos, en medio de la tranquilidad de la cocina de una casona, otros, más peculiares y fantásticos.
«El secreto de la existencia humana no consiste sólo en poseer la vida, sino también en tener un motivo para vivir. El hombre que no tenga una idea clara de la finalidad de la vida preferirá renunciar a ella, aunque esté rodeado de montones de pan y se destruirá a si mismo antes que permanecer en este mundo».
«Como agua para chocolate» es una historia melancólica, la difícil situación de una mujer que se consume entre las costumbres de su familia, el respeto por la figura materna, el dolor tras las resignación y el amor que sobrevivió a una suerte desdichada, en medio de esa dura decisión que le cambio la vida hasta destrozarla.
«Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca».
De sencilla lectura, Laura Esquivel nos cuenta, como Tita, vive sus tormentos, sus amoríos y la relación con su familia, todo entre los fogones de una vieja cocina donde se traduce la pasión y el amor reprimidos por la dura moral de una familia mexicana.
Zamora 21 de junio de 2023.- En el CRAM Zamora se dieron cita, personal de la Secretaría de Cultura del Gobierno estatal, con miembros de las redes culturales del Bajío y de la región Lerma Chapala. El encuentro inició a las 12 del día, dirigida por Cinthya Ireri Vargas Cervantes , Directora de vinculación e integración cultural, quien dio la bienvenida a los asistentes y explicó de qué se trataba la reunión.
Luego de la presentación de los asistentes de los diversos municipios, tenencias y comunidades autónomas, se dio paso a los aspectos para la conformación de los consejos de cultura; se entregó un reglamento, con el fin de revisarlo por los integrantes de las redes y proponer cambios o modificaciones, en un periodo no mayor a los 30 días.
Se les invito a que se realice un diagnóstico que va más encaminado a funcionarios de los gobiernos municipales que cubren puestos en la área de cultura, bien sea secretaría de cultura municipal, o directores de casas de cultura dependientes del gobierno municipal; pero se dejaron fuera a las organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles y comunidades autonomas que operan casas de cultura, centros educativos culturales u otros entes no gubernamentales, lo que generó dudas entre los asistentes.
Se pidio por parte de organizaciones no gubernamentales el apoyo, y se les dio respuesta con la promesa de integrarlos. Cabe recordar que las redes están formadas en su mayoría por asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, así como promotores culturales independientes que trabajan, la mayoría de las veces, sin un solo recurso ni municipal, ni estatal, pero que sostienen casas de cultura, centros educativos-culturales que desarrollan sus actividades, muchas de las veces, hasta en casas de particulares, pero son un bastión en la cultura que forma y educa en comunidades autónomas, tenencias y encargaturas del orden.
Aquí la pregunta obligada es ¿por qué organizaciones como estas, no se les apoya, cuando son ellas las que son los principales actores de las redes? Dijeron algunos asistentes, que se tiene la confianza que el gobierno encabezado por Alfredo Ramírez Bedolla, tenga a bien tomar en cuenta y haga un llamado a los municipios a que integren a todos estos actores de las redes culturales, a una forma en la que sean parte de ser tomados en cuenta.
La reunión concluyó a las 2. 30 de la tarde, con la foto del recuerdo.