Fiesta de Totolán, Michoacán. La Virgen de los Remedios.

Francisco Gabriel Montes Ayala

La Virgen de los Remedios es una imagen que data después de la década de los sesenta del siglo XVI cuando el fundador de la hacienda de La Palma, de San Juan Guaracha, don Hernando Toribio de Alcaraz y Ruiz, nieto de don Pedro Ruiz de Guadalcanal, conquistar de la zona de Zacatula y Colima, regaló la imagen a la comunidad indígena de San Martin Totolán, asentado en la Loma de la Cebada.

La Virgen es una de las imágenes realizadas en Pátzcuaro con caña de maíz, ya que el propio Hernando Toribio era el encargado, por Vasco de Quiroga de la construcción de la famosa Basílica de aquella ciudad de Michoacán.

Las peregrinaciones, a lo largo de la historia de cientos de miles de personas de diversas comunidades, son parte de la tradición de esta festividad, que no se sabe a ciencia cierta cuando iniciaron; continúan hoy en día y son peculiares porque las personas toman los caminos de la ciénega para llegar hasta San Martín Totolán de diversas comunidades. En este 2024 hemos visto peregrinaciones de diversas parroquias de la ciénega, que antes de la fiesta del 31 de mayo, se dan cita en el santuario de la Virgen de los Remedios, o como la gente la conoce: «la Güerita de Totolán».

Esta fiesta esta llena de colorido, y el templo está arreglado finamente, siguiendo ya una tradición que poco se modifica, y que nos muestra un amor inmenso a esta imagen milagrosa, que hoy luce un vestido muy bien engalanado y precioso.

Totolán está de fiesta este 2024, los visitantes ya superan los miles que van a darle las gracias a la Virgen de los Remedios. Actualmente es cura del lugar, el padre Manuel Navarro Temores, originario de Briseñas, Michoacán.

Hace 30 años la ciénega estaba inundada, el lago a nivel alto. Hoy en sequía lago y ejidos.

Francisco Gabriel Montes Ayala

Inundaciones en el ejido de La Palma, 1994 fotografía FGMA.

En un reportaje de 1994, del periódico diocesano MENSAJE de Zamora, en el cual colaboraba, acompañe a los comisariados ejidales de Venustiano Carranza, La Palma, Cerrito de Pescadores, La Magdalena y otros, a recorrer la ciénega, estaba totalmente inundada, y el lago rebosante de agua, con un nivel de más del 85% de su capacidad en la cota 95; en aquel entonces Antonio Zepeda, presidente del Comisariado Ejidal decía de la Comisión Nacional del Agua: “no quisieron echar a andar las bombas; nosotros estuvimos avisándole a la comisión de lo que podía ocurrir y no hicieron caso. Específicamente, el transformador del equipo de Pescadores estaba en mal estado, vinieron y se lo llevaron y quedaron de entregarlo rápido, es hora que no lo tienen reparado y ahora vemos que no podemos echar a andar este equipo que pudiera salvar este potrero de la inhundación. Aquí el único responsable es el Ing. Duarte, a quién hemos venido a demandar e iniciar querella contra este funcionario por su negligencia e irresponsabilidad”. Efectivamente un ministerio pública de aquel tiempo andaba con ellos para constatar las inundaciones y demandar al ingeniero José Luis Duarte por las pérdidas que ascendían en aquellos años en más de 30 millones de pesos.

Aquel reportaje decía «En un recorrido por los equipos de bombeo, la comisión de ejidatarios y comisariados ejidales, visitaron también el equipo Abraham Guerra y constataron que una bomba centrífuga más estaba funcionando, luego de que habían insistido en que la pusiera a trabajar y “ se habían negado siempre, esto es prueba que es solo negligencia, sintió la presión que estamos ejerciendo y ya la puso a trabajar”- dijeron los afectados. Sin duda alguna que la problemática de la ciénega se ha venido acrecentando y la poca responsabilidad de la comisión ha ido creciendo a niveles que traerán como consecuencia un incontrolable problema social». Sin embargo unos meses después la CNA y el gobierno de Salinas, entregarían los Módulos a los ejidatarios y el abandono en que estaban, las inundaciones, los predispusieron ha aceptar los módulos, que aún hoy, a 29 años de haberlos recibido, no son solución a la problemática del campo.

A cuarenta años, las cosas cambian, hoy hay sequía, el lago de Chapala en un 37% de su capacidad y la situación ha cambiado; así cambian las condiciones de acuerdo al tiempo, al deterioro del planeta, de la vida y de la ecología.

Trabajos que siguen haciendo para limpiezas de drenes y canales., foto FGMA

Copyright©Francisco Gabriel Montes Ayala, México 2024. Todos los derechos reservados de autor.

De Tlajomulco de Santo Santiago a Tlajomulco de Zúñiga

LIC. HELENA LÓPEZ ALCARAZ

La historia del revolucionario que borró al Patrón Santiago del nombre de su pueblo natal

José Eugenio Zúñiga Gálvez.

Santo Santiago, el protomártir del Colegio Apostólico, fue parte fundamental de la conquista hispana, no únicamente en el ámbito militar, sino también, y de forma especial, en el espiritual. La devoción al gran protector de las Españas, implantada por los franciscanos, fue fructífera incluso hasta en la toponimia de innumerables lugares, algunos de los cuales perduran hasta nuestros días. Algunos ejemplos de ello son Santiago Zapotitlán (delegación Tláhuac, en la capital del país), Santiago de Anaya (Hidalgo), Santiago Tangamandapio (Michoacán), Santiago Tlatelolco (Ciudad de México), Santiago del Monte (Estado de México) e inclusive la capital de una entidad de la República: Santiago de Querétaro. En total, de acuerdo con datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2006, 526 localidades llevan su nombre. Esta cifra se eleva a 756 si adicionamos las poblaciones que, aunque no llevan su nombre, no han dejado de considerarlo su patrono titular. Es decir, cada 25 de julio, más de setecientos poblados mexicanos están de fiesta, celebrando al apóstol.

Hay otras ciudades o pueblos, en contraste, en las que, si bien el Apóstol de la Hispanidad continúa siendo el protagonista de las festividades anuales, han perdido para siempre el nombre de su querido y venerado patrono, que otrora llevaron. Es el caso de Santiago del Saltillo, Santiago de Tonalá y, por supuesto, Santiago Sahuayo –o Tzaguaio–, hoy Saltillo (Coahuila), Tonalá (Jalisco) y Sahuayo de Morelos (Michoacán), respectivamente. Este último, de hecho, tuvo unido a su nombre el apellido del general Porfirio Díaz, desde 1891 hasta 1967.

Con todo, y ya que mencionamos Sahuayo, hubo un revolucionario que, por su participación en la asonada que arrojó del poder al presidente oaxaqueño octagenario, dio también su apellido a otra población. Aunque ésta no pertenece a la Ciénega de Chapala, el susodicho personaje dejó huella en la entonces Villa que hoy es considerada su capital y en su localidad vecina, Jiquilpan de Juárez.

Nos referimos a Eugenio Zúñiga Gálvez, nacido en Tlajomulco de Santo Santiago, Jalisco, el 8 de enero de 1884, en la finca que hoy ocupa la casa con el número 16 de la calle Juárez. Fue hijo de Ángel Zúñiga y Vicenta Gálvez y el segundo de los tres hijos que engendró este matrimonio. Sus abuelos paternos fueron Eugenio Zúñiga y Florencia Noyola; los maternos, Norberto Gálvez y Mucia –Mauricia en una de las actas de bautismo de su hijo Enrique– Rivas. Fue bautizado en la parroquia de San Antonio de Padua, de su villa natal, el 19 de enero de 1884. El Sacramento le fue administrado por el P. Camilo Castellanos, vicario, y le fueron impuestos los nombres de José Eugenio.

Fe de Bautismo de Eugenio Zúñiga.
Acta de nacimiento de Eugenio Zúñiga. Resaltado por la autora.

Para el momento en que Francisco I. Madero comenzó a difundir sus ideas antirreeleccionistas, Zúñiga laboraba como receptor de rentas en su pueblo natal. Allí, siempre luchó contra el caciquismo y contra aquellos que subyugaban y explotaban a las clases humildes. Asimismo, salvaguardaba y aconsejaba a los campesinos.

Eventualmente, Zúñiga renunció a su puesto en la receptoría de rentas y partió hacia Unión de San Antonio, donde se casó con María Trinidad Correa. Allí vivió hasta que partió hacia el estado de Morelos. Allí se sumó al Partido Antirreeleccionista, cuyos principales líderes eran los hermanos Figueroa Mata, oriundos de Huitzuco, Guerrero: Ambrosio, José Rómulo y Francisco. El primero de ellos le dispensó gran amistad y simpatía. Luego combatió bajo sus órdenes. Incluso, gracias a su sorprendente actuación en el campo de batalla, ganó el rango de Coronel.

Posteriormente, a la muerte de Madero, Zúñiga solicitó y obtuvo licencia para separarse de los hermanos Figueroa y volver a Jalisco, su estado natal, para pelear bajo los postulados del Plan de Guadalupe, abanderando la causa de Venustiano Carranza. Así, el 1 de marzo de 1913, junto con su paisano Julián del Real y con Julián Medina, originario de Hostotipaquillo, Jalisco, entró de lleno en la Revolución.

El 8 de mayo de 1913, Zúñiga reunió a un grupo de coterráneos en la plaza de Tlajomulco de Santo Santiago y los exhortó a unirse a la lucha constitucionalista. Sus hermanos Nicolás y Enrique partieron con él. Ya en el meollo de la contienda, las principales actividades de Eugenio fueron nombrar un ayuntamiento y organizar un Estado Mayor, cuyo jefe fue el coronel Zepeda. Numerosos campesinos se unieron a la hueste a lo largo de las incursiones que realizó por Acatlán de Juárez, Zacoalco y otras poblaciones y rancherías. A la par, a semejanza de otros cabecillas, exigía aportaciones monetarias a las personas pudientes, lo que le granjeó gran aversión por parte de éstos. Por aquellos tiempos alcanzó el rango de general.

Entonces Sahuayo, a la sazón de Díaz, entró en escena. El 22 de junio de 1913, Zúñiga irrumpió en Jiquilpan con setecientos hombres. José María Morales Ibarra, otro revolucionario, estuvo a poco de ser convencido por los munícipes sahuayenses de atacar a Zúñiga (González y González, 1998, p. 125), pero la intervención del entonces capitán Lázaro Cárdenas del Río, jiquilpense y seguidor de Zúñiga, evitó la confrontación.

El 23 del mismo mes, Zúñiga entró a Sahuayo. A semejanza de otros dirigentes que se distinguían por su animadversión contra el clero católico, ordenó el arresto de los sacerdotes e hizo que los condujeran ante él. En total fueron aprehendidos once presbíteros, cuyos nombres proporcionan tanto Luis González como José Prado: Pascual Orozco, el señor cura de la Parroquia de Santo Santiago; Enrique Sánchez Navarro, Trinidad Barragán, Melesio Espinosa, Luis Gálvez, Alberto Navarro, José Gutiérrez, los hermanos Enrique y Luis Amezcua, y Federico e Ignacio Sánchez –este último hermano de Macario Sánchez Sánchez, que hacía poco había visto nacer a su sexto hijo, José, el 28 de marzo pasado–. El grupo eclesiástico fue complementado con un joven seglar, José María Gálvez.

Los doce presos, fuertemente atados, fueron llevados a Jiquilpan. Zúñiga demandó cuarenta mil pesos a cambio de su libertad. A fin de persuadir al pueblo sahuayense, el tlajomulquense hizo fusilar a José María Gálvez frente a los once sacerdotes. Uno de ellos estuvo a punto de ser pasado también por las armas. El dinero fue reunido y entregado, y los presbíteros salvados. Doña Felícitas del Río, madre de Lázaro Cárdenas, le recomendó a este último que no procediera igual que su jefe. Los clérigos quedaron libres el 27 de junio, apenas unas horas antes de que Zúñiga partiera rumbo a Guadalajara, por el rumbo de la Ciénega (González y González, 1998, p. 129), hacia Tizapán.

Zúñiga tuvo un lugar destacado en la batalla de Orendain, el 6 de julio de 1914, ya que impidió que el ejército federal de Victoriano Huerta huyera hacia Colima y Manzanillo. Además, interrumpió las comunicaciones con la ciudad de México y se unió al general Lucio Blanco para cortar la retirada del general José María Mier. El 8 de julio de 1914, cuando las tropas constitucionalistas de Álvaro Obregón ocuparon Guadalajara, Zúñiga peleó en la Hacienda del Castillo, en El Salto, donde fue hallado el cuerpo sin vida de Mier.

Tras estos triunfos, Zúñiga y su destacamento se encuartelaron en Santa Cruz del Valle, desde el 9 al 27 de julio, cuando se marcharon junto a la columna de Lucio Blanco rumbo a la Ciudad de México, con la triunfante milicia obregonista.

La muerte del general Zúñiga tampoco ha sido aclarada completamente. La historia más célebre al respecto, de acuerdo con el libro Tlajomulco: Voces, visiones y perspectivas (2023), es la que sigue. De regreso a Jalisco, el gobernador y comandante militar Manuel Macario Diéguez empezó a ver con desconfianza la notoriedad –cada vez mayor– de Zúñiga, y a temer que fuera propuesto para el cargo de gobernador del estado. En adición, sospechaba de los constantes viajes que Zúñiga realizaba a Guadalajara desde Tlajomulco para visitar a su familia.

En consecuencia, tal como procedían los caudillos en la época, Diéguez determinó cortar por lo sano. Lo mandó apresar junto a su hermano el coronel Nicolás Zúñiga, y fueron confinados en la Penitenciaría de Escobedo bajo la excusa de haberse pasado al bando villista. Trasladados al cuartel Guerrero, situado en el ex Convento del Carmen, fueron fusilados la madrugada del 11 de diciembre de 1914. El libro Tlajomulco: Voces, visiones y perspectivas habla del día 12 del mismo mes, pero de 1915, pero la partida del Registro Civil proporciona los datos que expusimos.

Luis González y González, aunque no especifica la fecha, señala que Zúñiga murió “deshecho a bayonetazos por la escolta del general Diéguez” (1998, p. 129), lo cual está en consonancia con lo descrito en el libro Historia de la Revolución Mexicana, 1934-1940: los artífices del cardenismo: volumen 14 (p. 209), del mismo autor, y en el primer tomo de Lázaro Cárdenas, Modelo y Legado:

«el general Zúñiga, revolucionario radical, amigo del constitucionalismo –al cual Cárdenas no parece haber podido ver en Jiquilpan– fue sacrificado en unión de su hermano el coronel Nicolás Zúñiga, en el cuartel de El Carmen de Guadalajara, por órdenes del general Manuel M. Diéguez, jefe de la Zona de Jalisco. En esos días se dijo que el general Zúñiga, jalisciense, obtendría del Primer Jefe, señor Carranza, órdenes para relevar a Diéguez. Zúñiga y Diéguez tuvieron un altercado y se dice que Zúñiga dio un puñetazo en la cara a Diéguez y que por esto, pretextando que Zúñiga pretendía rebelarse contra Carranza, los mandó ejecutar; ejecución que se verificó a puñaladas de marrazo en el interior del cuartel de El Carmen. Zúñiga ―añade Cárdenas― fue amigo del constitucionalismo y no partidario de Villa. Las pasiones políticas de aquellos días lo llevaron al sacrificio».

La versión del H. Ayuntamiento de Tlajomulco, en un documento en que se presenta la iniciativa de erigir una estatua ecuestre del general, dice que fue decapitado el 1 de enero de 1915.

Leamos el documento, que hemos transcrito, que da fe de su deceso. Cabe mencionar que, además de un acta de defunción, es el permiso de Manuel M. Diéguez, ratificado frente a don Ángel Zúñiga, para que su hijo fuera sepultado en el cementerio de Mezquitán –que era, por entonces, el que estaba en funciones en Guadalajara–:

«Al margen izquierdo, centrado: 5398 / Cinco mil trescientos / noventa y ocho / Eugenio Zúñiga / 1172 / 31a edo. Herida / 2

Dentro: En Guadalajara, a 31 treinta y uno de di- ciembre de 1914 mil novecientos catorce, a las 4 ¾ cuatro y / tres cuartos de la tarde, el Juez que suscribe, recibió una co- / municación que en lo conducente dice: “El C. Gobernador / y Comandante Militar del Estado, tuvo a bien conceder / al C. Teniente Coronel Enrique Zúñiga, permiso para exhu- / mar del cuartel “Guerrero” los cadaveres de los señores Gene- / ral Eugenio Zuñiga……. y reinhumarlo en el Cementerio / Municipal de esta Capital.=Presente el señor Angel / Zúñiga, casado, agricultor, originario y vecino de Tlajomul- / [página siguiente] co, y accidentalmente en esta ciudad, y dijo: que el General / antes referido, era casado con María Trinidad Correa, de 31 / años, del mismo origen del declarante, su hijo / y de Vicenta Galvez y se reinhumará en el Cementerio Mu- / nicipal, según orden arriba suscrita y que se archiva bajo el nú- / mero de esta acta; cuyo fallecimiento acaeció el 11 once del / actual a las 12 ½ doce y media de la madrugada. […

El acta siguiente corresponde a la muerte de Nicolás, hermano de Eugenio.

Fragmento del acta de defunción de Eugenio Zúñiga. El Comandante Militar del Estado no es otro que Manuel M. Diéguez.

Menos de cuarenta años después, los paisanos de Zúñiga decidieron rememorarlo con un cambio toponímico. Así, por el decreto 4561, fechado el 27 de julio de 1939, Tlajomulco de Santo Santiago dejó de llamarse así para ser, hasta la actualidad, “Tlajomulco de Zúñiga”, en su honor. Actualmente sus restos yacen en el antiguo panteón de la cabecera municipal.

Copia de la iniciativa para colocar una estatua ecuestre de Zúñiga en su natal Tlajomulco.

Fuentes consultadas:

Campos Moreno, A. (2006). Algunas historias que en México se cuentan sobre el apóstol Santiago. Revista de Literaturas Populares. 6(1). http://www.rlp.culturaspopulares.org/textos/11/01-Campos.pdf

González y González, L. (1998). Sahuayo. México: El Colegio de México.

González y González, L. (1979). Historia de la Revolución Mexicana, 1934-1940: los artífices del cardenismo: volumen 14. México: El Colegio de México.

H. Ayuntamiento de Tlajomulco de Zúñiga (19 de octubre de 2017). Sin título. https://tlajomulco.gob.mx/sites/default/files/transparencia/iniciativasydictamenes2015-2018/IV.B)-19-DE-OCTUBRE-DEL-2017.pdf

Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (2020). Lázaro Cárdenas: Modelo y Legado. México: Secretaría de Cultura. Instituto Nacional de Estudios Históricos. https://inehrm.gob.mx/recursos/Libros/Lazaro_CardenasMLT1.pdf

Padilla Pérez, Jimeno Uribe, Orozco Gallardo & et. al. (2023). Tlajomulco: Voces, visiones y perspectivas. Editores: Enrique Gómez Lomelí, Catherine Fernández Hernández, Cindy Viridiana Oyarzabal Orozco. https://tlajomulco.gob.mx/TlajoVocesVisiones/assets/libro_2023_v2.pdf

Estatua del general Zúñiga en Tlajomulco. Fotografía tomada en 2016; créditos a su respectivo autor.

El antiguo palacio legislativo de México, lo que iba a ser y no fue.


En 1897 el gobierno de Porfirio Díaz lanzó una convocatoria para el proyecto de un palacio legislativo de grandes dimensiones, que albergaría además de las cámaras de senadores y diputados, dependencias de gobierno y oficinas.

Así quedaría el palacio legislativo de México.

El fallo fue dado al arquitecto italiano Paolo Quaglia, quien murió antes de poder iniciar el proyecto. Entonces el proyecto se comisionó al arquitecto Émile Bénard; la realización del proyecto que de haberse construido hubiera tenido mayores dimensiones que el Capitolio de Washington D. C. El sitio elegido para la edificación fueron unos terrenos pantanosos cerca de la colonia Tabacalera y del Paseo de la Reforma.

La primera piedra del monumento fue puesta por Porfirio Díaz el 23 de septiembre de 1910 como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México. Debido a los retos que suponía la cimentación del edificio en un terreno inestable, se utilizó una solución innovadora entonces, mediante una estructura metálica hecha por Miliken Bros., en Estados Unidos. La construcción se detuvo abruptamente ante el inicio de la insurrección armada de la Revolución mexicana.

El gobierno de Francisco I. Madero una vez en el poder intentó reanudar las obras pero su fallecimiento interrumpió la construcción, quedando en lo sucesivo solo la estructura de acero central del futuro palacio, que hubiera sido el Salón de los Pasos Perdidos.

Dicha estructura quedaría abandonada y en permanente desgaste. Émile Bénard volvería a México para intentar dar vida a su proyecto en 1922 llamándole Panteón a los Héroes. El presidente electo Álvaro Obregón aceptó su proyecto, pero fue asesinado en 1928 y Bénard murió en 1929. Actualmente es el Monumento a la Revolución Mexicana.


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Las Zarquillas, en movimiento

Francisco Gabriel Montes Ayala

Las Zarquillas, es una población del oriente de la ciénega de Chapala en Michoacán. Siempre es visible, cuando uno transita de Jiquilpan a Zamora. Pasando Nicolás Romero, el antiguo pueblo de la hacienda de Guaracha, que se llamaba el Capadero, comienzas a ver una extensa llanura que se abre hacia la parte norte, amplia, basta, llena de sembradíos y al fondo los cerros aledaños al basáltico pajacuarense. Al avanzar por la carretera recta, vas a ver a la izquierda el caserio, asentado en un cerrito, y entonces vez el enorme arco de entrada del pueblo, y digo enorme, porque es impresionante con su «bienvenido a Las Zarquillas».

Debe uno cruzar el arco, para tomar la  carretera, que no sobrepasa los 4 kilómetros para llegar hasta las primeras casas de la población, que te recibe con el letrero de Las Zarquillas; tomas una calle recta, pasas la antigua escuela que data de los años cincuentas, cuando el gobernador Dámaso Cárdenas, las casas, muchas de ellas, son construcciones tradicionales, pero otras muestran el avance que han hecho los migrantes con distintos estilos arquitectónicos que son impresionantes. Si usted sigue hasta terminar la calle, llega a la Plaza, y aún lado de ella, está la presa, que es un embalse con una belleza inigualable por los cerros que lo circundan, pero hoy se encuentra seco. Usted puede seguir hacia el cerro y llegar hasta otra comunidad que se llama el Varal.

Al llegar a aquella parte del pueblo, no encuentra uno el templo, hasta retornar o tomar otras calles, y luego encuentras la nueva plaza en desniveles, que tiene un kiosko a manera de huatápera;  esta plazoleta está sobre la calle que te lleva a la capilla, que pertenece a la parroquia de Villamar. 

El templo, en su construcción, y en su sobriedad, nos muestra el trabajo de remuneración de la pintura exterior por parte de  los migrantes, tanto la plaza como esta y otras mejoras, son sin duda obra de la cooperación de los hijos ausentes, siempre comprometidos con su comunidad.

Hoy se trabaja arduamente en el nuevo cementerio que han nombrado «José Sánchez del Río», simple y sencillamente porque el niño mártir, el santo sahuayense, tenía familiares en aquella comunidad. Los migrantes han trabajado mucho para conseguir recursos y abrir el cementerio, que parecía que nunca se iba a conseguir trabajar en el predio destinado para ello. Hoy es una realidad.

Las Zarquillas siempre en movimiento, es una comunidad que bien vale la pena visitar. Silenciosa, apacible, en paz, es una comunidad de nuestra región de la ciénega, una mas que engrandece a esta región del estado.

El Cristo que no regresaron a a San Pedro Tesistán.

Señor del Huaje, Jocotepec, Jalisco

Mtro. Manuel Flores Jimenez *cronista de Jocotepec

La tradición sostiene que las imágenes del Señor de Huaje, la del Señor del Monte y la del Cristo Peregrino, fueron esculpidas de un árbol de huaje localizado en un sitio conocido como El Salitre, cerca de San Pedro Tesistán. Este dato está consignado por el Canónigo Luis Enrique Orozco, mismo que redactó la reseña histórica referente a la parroquia de Jocotepec, en la que afirma lo anterior.


En un documento del siglo XVIII, localizado en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara, titulado “Autos pertenecientes al Santo Cristo de la Expiración del Pueblo de Jocotepeque, año de 1721”, se habla del culto a una imagen que es la misma que la del Señor del Huaje.


En el citado manuscrito se hace referencia a una serie de incidencias que se dieron en torno a los trabajos imprecisos al esculpir la imagen; otro problema fue el posesionarse de la imagen por parte del natural Lucas Mateo y su esposa Andrea Petrona, así como a las ciertas suspicacias relacionadas con la promoción del Santo Cristo, por los anteriores, causa por la que vino fray Miguel de Aznar a investigar con detalle el caso.


El Señor del Huaje es una imagen majestuosa que inspira respeto y recogimiento debido a sus dimensiones y a la expresión de su rostro. La gente mayor de San Pedro Tesistán afirma que fueron despojados del Cristo en cuya iglesia estaba el Señor del Huaje, pero a ciencia cierta se desconoce con precisión el nombre del cura de Jocotepec que lo hizo y la fecha; cuando fue llevada la imagen fue colocada en la actual capilla lateral dedicada a la Virgen de Guadalupe, por lo que se supone que fue quizá mucho antes de que estuviera el señor cura Miguel M. Arana como párroco.


Al llegar el anterior sacerdote a Jocotepec (1866), emprendió una serie de obras materiales para que el templo parroquial luciera con mejor decoro. Para tal efecto tuvo que cambiar la imagen del santo patrono, el Señor del Monte, de manera temporal a la antigua capilla de la Purísima Concepción, mientras duraban las labores de construcción.


La tradición oral de los sanpedrenses señalan que el cura de Jocotepec, que como ya se dijo se desconoce quién fue, se trajo la imagen de San Pedro Tesistán a la cabecera de manera temporal, pero que jamás la regresaron ante la insistencia y molestia de sus feligreses. Muchos aspectos de ese incidente no están debidamente aclarados porque no quedó evidencia escrita que aporte información al respecto.


La imagen a la que primero se le nombró como el Santo Cristo de la Expiración y que en tiempos del párroco José Sánchez Contreras, se intentó llamarlo como el Señor del Dulce Nombre, se quedó finalmente con el título del Señor del Huaje, por la preferencia de una considerable cantidad de feligreses del barrio de Nextipac y de los habitantes de Jocotepec, sintiéndose más identificados con ese nombre.


Su festividad fue creciendo al paso de los años de menos a más. Algunas personas especulan que su primera solemnidad se dio en 1942, con los escasos recursos que se agenciaban para realizarla después de que se terminaban las fiestas patronales. Luego, el Pbro. Emeterio Romo, enfrentó el descontento popular y de los cargueros al persuadirlos que se cambiara de enero a la primera semana del mes de mayo, con el fin de no desgastar la economía de la población, ya que se juntaban las dos fiestas consecutivamente.
Actualmente, esta fiesta religiosa lleva ya más de ochenta años de celebrarse, con una guardia de hombres y mujeres que custodian la imagen del Señor del Huaje, en su recorrido por las calles de la población, pese al enorme esfuerzo y dificultad de sacar y devolver a su recinto al majestuoso Cristo.

Fuente: Cultura Jocotepec

Sahuayo: Ciudad de fe, piedad y tradición. Breve sumario histórico

Lic. Helena Judith López Alcaraz.

Fotografía antigua de la imagen ecuestre del Patrón Santiago.

La religión católica ha estado estrechamente ligada a la historia y a la identidad de Sahuayo desde 1530, cuando llegaron los conquistadores españoles comandados por Nuño Beltrán de Guzmán. De acuerdo con la tradición, el Apóstol Santiago intervino milagrosamente en favor de las tropas hispanas, permitiendo la conquista militar y espiritual de los lugareños. Algunos franciscanos, entre quienes destacó Fray Juan de Badía, implantaron la devoción al Santo, a quien los sahuayenses han honrado con gran fervor y cariño desde aquel tiempo, y hasta nuestros días.

Tlahualiles en el principal día de la fiesta al Patrón Santiago, año de 1922.

La existencia de esta ciudad no puede entenderse sin su patrono. En 1631, la pequeña población recibió temporalmente el nombre de Santiago Tzaguaio. Luego, a principios del siglo XVIII, se erigió la primera Parroquia, la cual fue dedicada a él desde el principio.

A partir de aquel momento, la fiesta del 25 de julio se volvió fundamental en la vida local. Año con año, a lo largo de dos novenarios, la imagen ecuestre del primer Apóstol mártir recorre las calles acompañada por una ferviente multitud y por los famosos tlahualiles, coloridos danzantes que representan, justamente, a los guerreros indígenas vencidos y convertidos y a los moros derrotados por los españoles durante la Reconquista.

Parroquia de Santo Santiago Apóstol y plaza principal de Sahuayo. Archivo Guerrero.
Fiestas decembrinas en honor de la Virgen de Guadalupe. Pintura del maestro Leonardo Castañeda.

Pero no sólo esta tradición demuestra el acendrado catolicismo del pueblo de Sahuayo. Y esto ya es decir, pues muchas de sus tradiciones poseen un profundo vínculo con la religión que llegó allende los mares. Basta mencionar la fiesta de las guares y los guaches en honor al Santo Cristo Milagroso, en septiembre; las festividades a Cristo Rey, en noviembre, en consonancia con el calendario litúrgico actual; y el docenario a la Santísima Virgen de Guadalupe, en diciembre, durante el cual todos los gremios de la ciudad, organizados por días, peregrinan al Santuario.

El fervor de los sahuayenses no se ha limitado a hermosas manifestaciones culturales, sino, lo que es más importante aún, los ha movido a un actuar consecuente con sus creencias, tanto en la vida diaria como en el acontecer histórico nacional. La prueba más grande de ello reside en la intervención y participación decisivas del pueblo en la Guerra Cristera.
El 4 de agosto de 1926, cuando las tropas federales fueron a clausurar los templos, los recintos fueron defendidos con gran valentía por los pobladores, si bien no se pudo impedir su cierre y profanación. La reyerta que se suscitó dejó su correspondiente saldo de muertos y heridos. Al día siguiente, el ex presidente municipal José Sánchez Ramírez fue fusilado por no querer hacerse cargo de la iglesia principal –algunas versiones refieren que fue asesinado en el interior mismo de la Parroquia–. Varias personas más corrieron la misma suerte fatal. Por fin, unas jornadas más tarde, el 15 de agosto, a raíz de dichos eventos, Ignacio de Jesús Sánchez Ramírez –hermano del antiguo alcalde ejecutado– se levantó en armas a la cabeza de muchos sahuayenses, formando así el primer grupo cristero de la región y uno de los primeros a nivel nacional.

Cristeros al mando del general cristero sahuayense José Sánchez Ramírez. Tomada de la página de Facebook Ruta Cristera Sahuayo y mejorada por Helena Judith López Alcaraz.

El 4 de agosto de 1926, cuando las tropas federales fueron a clausurar los templos, los recintos fueron defendidos con gran valentía por los pobladores, si bien no se pudo impedir su cierre y profanación. La reyerta que se suscitó dejó su correspondiente saldo de muertos y heridos. Al día siguiente, el ex presidente municipal José Sánchez Ramírez fue fusilado por no querer hacerse cargo de la iglesia principal –algunas versiones refieren que fue asesinado en el interior de la Parroquia, en la sacristía–. Varias personas más corrieron la misma suerte fatal. Por fin, unas jornadas más tarde, el 15 de agosto, a raíz de dichos eventos, Ignacio Sánchez Ramírez –hermano del antiguo alcalde ejecutado– se levantó en armas a la cabeza de muchos sahuayenses, formando así el primer grupo cristero de la región y uno de los primeros a nivel nacional.

El movimiento de resistencia tuvo el respaldo general de los habitantes de Sahuayo. Todos –hecha la excepción, según Luis González y González, de algunos acaudalados–, sin excepción de edad o condición, apoyaban a los cristeros. Además, seguían practicando la fe a pesar de la hostilidad del régimen. Esto, como era de esperarse, los convirtió en objeto de cruel represión por parte de las autoridades encabezadas por el alcalde Francisco García y el diputado Rafael Picazo Sánchez. A menudo había ahorcamientos, tanto de cristeros como de civiles, en los camichines y mezquites de la Calzada Amezcua –hoy de los Mártires– y en unos cedros de la plaza principal. Era una táctica común del gobierno y los militares en la época: ajusticiar a la vista de todos, como escarmiento.

El martirio era una realidad cotidiana en aquellos días. Innumerables personas dieron su vida por defender a Cristo, a la religión y a la Iglesia durante aquellos tiempos aciagos. Todos sucumbían vitoreando a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. En el caso de Sahuayo, algunos de los caídos fueron: los veintisiete cristeros ejecutados el 21 de marzo de 1927 en el atrio de la Parroquia de Santiago; el adolescente José Sánchez del Río, ya canonizado, martirizado el 10 de febrero de 1928 en el panteón municipal –situado en el sitio que ahora ocupa el Instituto Marista Sahuayense–; Francisco Ruiz Sánchez y compañeros, ahorcados en la Calzada el Jueves Santo de 1928; y el joven Manuel Sánchez González, fusilado el 5 de junio de 1929.

José Sánchez del Río, ahora Santo.

Treinta años después de la Guerra, en 1959, los sahuayenses construyeron un hermoso monumento a Cristo Rey, con el propósito de honrarlo y rendirle vasallaje, y a la vez, recordar a todos los habitantes que habían sufrido la muerte por la fe durante la Cristiada. La estatua, de cuatro metros de alto, fue hecha por el escultor
Adolfo Cisneros, y hasta la fecha preside la ciudad desde la cima del cerro de Santiaguillo.

Edificación del monumento a Cristo Rey. Fotografía tomada de la página de Facebook Sahuayo hoy y siempre.

Es indudable que la idiosincrasia e identidad católicas de Sahuayo son resultado, en gran medida, del heroico sacrificio de sus antepasados. Ya lo dijo Tertuliano, con gran acierto: la sangre de los mártires es semilla de cristianos.

Copyright © Lic. Helena Judith López Alcaraz.

Todos los derechos reservados de autor.

Fotomontaje relativo a la masacre de los veintisiete cristeros en el atrio de la Parroquia, que muestra la fachada de ésta, a las víctimas y a Jacobita Zepeda del Toro, anciana que gozaba de fama de santidad entre los sahuayenses. Edición por el Ing. Santiago Manzo Gómez.

Fuentes:

González y González, L. (2002). Sahuayo. México: Clío-Colegio Nacional.

Laureán Cervantes, L. (2016). El niño testigo de Cristo Rey. España: Buena Tinta.

Meyer, J. (1994). La Cristiada. Tomo III: Los Cristeros. México: Siglo XXI Editores.

El presente texto –con pequeñas modificaciones, que han buscado enriquecerlo– fungió como guión para un documental elaborado en 2020 para la asignatura de Medios audiovisuales de la Licenciatura en Historia de la Universidad de Guadalajara. Dicho material puede verse en el siguiente enlace: https://youtu.be/heDxFRqOGL4?si=-i79GXlj0AKEhpH-

Monumento a Cristo Rey en Sahuayo. Pintura del maestro Leonardo Castañeda.

El litigio que dió el nombre a la tenencia de La Luz, Michoacán en 1867

Autor: Francisco Gabriel Montes Ayala

Fotografía de Archivo: Templo de la comunidad de La Luz, Michoacán.

En 1867, José María Méndez, vecino de Chavinda, celebró un contrato en diciembre de 1866, con la comunidad indígena de Pajacuarán, que se suponían dueños de los terrenos llamados como La Culata del Valenciano, y el apoderado legal, a nombre del común, había prometido dar los terrenos  mencionados a cambio de  la construcción de un pretil ( es decir un bordo de contención) que estaba presupuestado en 25 mil pesos. Era sin duda el primer intento en el siglo XIX de desecar la laguna de Pajacuarán.

El pretil tenía como objeto, cerrar el potrero llamado Peribán, con el objeto de desecar las tierras del mismo para tener más terreno para  cultivo o de “labor” cómo decían por aquellos tiempos. Por el pretil, los indígenas darían la Culata del Valenciano.

El proyecto parecía viable, levantar un pretil con cientos de miles de toneladas de lodo y piedra para construirlo en las inmediaciones de Pajacuarán y cerrarlo casi en El Paracho, daría a los indígenas pajacuarense una buena superficie para sembrar.

Lo que no sabían era que los dueños de la Hacienda de San Simón, de los hermanos Arcadio, Francisco y Nicolás Dávalos y Jaso, reclamaban como de ellos el terreno de la Culata y dicen en una protesta pública que: “con mis coherederos tenemos títulos bastantes que acreditan nuestra propiedad en las tierras de la Culata del Valenciano, que el mismo Sr. Méndez ha bautizado con el nombre del Rancho de la Luz” y también con todo su poder se iban a más, ya que reclamaban y tenían títulos sobre el predio de Peribán.

En la protesta, decía Arcadio, quien suscribió la misma,  que “me veo en el caso de protestar contra el contrato referido, manifestando que esas tierras como litigosas, de ninguna manera puede ser legalmente enajenadas” y es que estaban desde hacía años en litigio contra los pajacuarenses, que sin duda habían pretendido extender sus dominios al perder terrenos del Pueblo Viejo, el antiguo asiento del pueblo de Pajacuarán.

Con la protesta pública del 23 de enero de 1867 y que está en varios periódicos de la época, las tierras de la Culata del Valenciano, entraron en un pleito contra los pajacuarenses. La finalización del conflicto fue el reconocimiento de los Dávalos como dueños, y con ello no se realizaría nunca el pretil pretendido por los indígenas.  También daría fin al nombre del predio y tomarían los Dávalos el nombre de La Luz, naciendo así el siguiente año, la hacienda de La Luz, satélite de la de San Simón.

Y hoy una de las tenencias de Pajacuarán,  pueblo próspero, agrícola y ganadero como es la Luz.

Fuente: Periódico El Siglo XIX, protesta pública, publicada el día 11 de marzo de 1867, última página.

Copyright©️Francisco Gabriel Montes Ayala, México 2024.

Un mural que poco se conoce en la región ciénega de Chapala.

Roberto Buenrostro Rodríguez

Existe un mural, en la comunidad de Cerrito de Pescadores, del municipio de Venustiano Carranza, en el estado de Michoacán, que recientemente fue pintado en una de las bardas de una casa particular de la calle Benito Juárez.

Las personas que pintaron el mural fueron Alycer Alaniz y Fernando Chávez se inspiraron en la historia y geografía del lugar, así como manifestaciones culturales propias del lugar.

Por inciativa del pueblo y con apoyo de Juan Ramón Cervantes, que reside en San Pedro Caro y de Agustín Rodríguez originario de esta comunidad, que prestó la barda de su propiedad, es que se pudo lograr este proyecto que inició a principios de septiembre del 2023 que se dieron las primeras pinceladas en el muro culminando y dando los últimos detalles en febrero del presente año.

Podemos ver en el mural, el cerro loco, el lago Manami, que es un pequeño embalse cercano a la comunidad; también están representados los Conos de la antigua CONASUPO, que en su tiempo almacenaban granos. Son de los detalles que más resaltan en esta obra, atracciones que mas atrapan a los visitantes de este lugar cuando los miran. Se plasmaron varias figuras de los indigenas, que habitaron las islas de la ciénega de Chapala, por la gran importancia que el Cerro Loco representa arqueológicamente y fue un lugar importante en tiempos prehispánicos. En el mural se retrata a los héroes históricos que han sido parte de los sucesos sociales relevantes en la región y en la comunidad, como el retrato de Santiago Díaz Buenrostro , un líder cristero que estuvo envuelto en ese fenómeno social del siglo XX. También se le hace un pequeño espacio para el padre Juan Talavera Buenrostro, quien se desempeño como cura en la parroquia de La Palma, y que mandó construir la capilla del Cerrito de Pescadores y, es por eso, que hasta en estos tiempos vive en la memoria y corazón de la gente.

Cuando visites el Cerrito de Pescadores te invitamos para que seas testigo de esta obra de arte de esta bella y pequeña comunidad de la Ciénega de Chapala.

Copyright ©️ Roberto Buenrostro Rodríguez,México, 2024

Chapala y su entorno, paraíso esplendoroso


Por: Lic. Pedro Vargas Avalos


Chapala y su entorno son fantástico vergel. A ello se debe la visita interminable de paisanos y connacionales, así como la presencia y el arraigo de miles de extranjeros. Esos visitantes procedentes de Jalisco y fuera del Estado, estiman al entorno de Chapala y su lago, como zona esplendorosa, trasunto de un fidedigno edén.
Ser nativo o poblador de este girón paradisíaco, implica el compromiso consustancial de ser auténtico, digno, esforzado, impulsor de los principios cívicos y salvaguarda de la cultura, instrumentos con los cuales se amplifica la fama de Chapala, se realza la fortaleza de Jalisco y se ennoblece a México por entero.
La denominación prehispánica Chapalac, (Chapal-lan), cuyo significado elemental es “lugar empapado”, a fines del siglo XVI ya había evolucionado suprimiéndosele la consonante final, y de allí hasta siempre, el nombre de Chapala implica belleza, feracidad y complacencia. Esto no excluye lo que afirmaron hace siglos, los cronistas Fr. Antonio Tello y Fray Francisco Mariano de Torres: que un cacique coca (o cazcán) del lugar, se llamó Chapa o Chapal, y por ser bien querido de la gente, en su memoria la población se denominó Chapalac, o sea, “el lugar de Chapal”.
Lo anterior explica el nombre del pueblo, pero ¿Dónde queda y cómo surgió la denominación de la laguna? Esas interrogantes las resuelve el antedicho padre Tello, quien ubica geográficamente el lugar, al decirnos que el pueblo de Chapala está a ocho leguas de Guadalajara, entre oriente y sur, al pie de una serranía muy grande que tiene al norte, y junto a la gran laguna llamada “Mar Chapálico”, a la cual en belleza no le iguala la de Maracaibo, Venezuela, y ni siquiera la llamada Mar de Tiberíades, el lago donde deambuló Jesucristo. Nuestro insigne cronista realza además de la hermosura de la laguna, el pescado blanco y el bagre que produce, en cantidad tal que aseguraba sería suficiente para abastecer a la hermosa Perla Tapatía. En cuanto al nombre del lago, lo atribuye a que antiguamente Chapala era la cabecera de la ribera, “por el mucho gentío que en tal pueblo estaba congregado” y así, aunque hay numerosas poblaciones, no se llamó sino como se denominaba la principal de ellas, quedando para siempre como Lago de Chapala. Sobre los habitantes del lugar, los describe como hombres de gallardía y bien constituidos; en cuanto a sus mujeres, asegura que poseían tan atractivas formas, que no tenían comparación, a tal grado que, de todas las comarcas Mesoamericanas, ninguna les aventajó en sus encantos.
Al respecto, el gentilicio de los habitantes de la ribera es el de “chapalteca” vocablo que engloba tanto la “identidad” como el “apego al terruño” y el “orgullo de ser de Chapala”, lo cual implica ser auténtico, eufórico, trabajador, impulsor de los valores culturales, cívicos y sociales, atributos con los cuales engrandecen a Chapala, enaltecen a Jalisco y ennoblecen a México.
El entorno chapálico resulta esplendoroso: Presenciar, gozar un atardecer en el mágico Ajijic, es transportarse al infinito; recorrer San Juan Cosalá, rumbo a Jocotepec, nos proyecta a la excelencia; y en este antiguo poblado, podemos experimentar su singular muelle de madera.
Transitando por este lado occidental de la laguna, se arriba al risueño pueblito de San Luis Soyatlán, de bulliciosos atardeceres. Luego se llega a la tierra del invicto prócer Ramón Corona, el apacible Tuxcueca. Más allá, avistamos a Tizapán el Alto, recio límite jalisciense del vaso chapálico.
Por la otra parte de la laguna, viniendo de La Barca, cuna de las refrescantes “cazuelas” que son una delicia para la garganta, se arriba a Jamay, repleto de pesca y folklor, para luego admirar al dinámico Ocotlán, ejemplo de progreso, y junto a este, apreciar al sosegado Cuitzeo, pueblito de Poncitlán. Ya en este municipio, se arriba al autóctono vecindario de Mezcala, desde el cual se hace el viaje lacustre a la célebre isla de su nombre, donde es obligado contemplar sus sólidas construcciones del siglo XIX.
Observando lo que fue el Fuerte de Mezcala, es preciso hacer un alto, para meditar sobre el excelso heroísmo de los insurgentes que allí, del año de 1812 al de 1816, derrochando gallardía, fiereza y organización guerrera lucharon por la independencia de México, permaneciendo imbatibles no obstante sus desventajas en armamento y equipaje, frente a los realistas ibéricos, quienes, poseyendo muy superiores bagajes bélicos, nunca vencieron a nuestros denodados patriotas. Vaya un recuerdo de honor a los gloriosos Encarnación Rosas, Marcos Castellanos y José Santana, columnas de esa gesta libertaria jamás vencida, única en la lucha por la independencia en toda Latinoamérica.
De retorno por la fértil exhacienda de San Nicolás de Ibarra, a la citadina Chapala, hay que saborear su gastronomía, acudiendo a sus populares fondas, al concurrido mercado, sus calificados restaurantes, abrigadores hoteles y residencias de descanso. Aquí comer es un arte: fácil de escoger, abundante y sabroso a la vez, es complicado probar de todo, por lo variado de sus platillos, alimentos generalmente preparados con las especies del lago: picosos charales, sazonado caldo michi, antojadizo bagre, suculento pescado blanco, exquisito caviar, birria tradicional, apetitoso ceviche, etc., que se coronan al final con algún dulce típico.
Entre los edificios que se deben visitar en la agraciada Chapala, está la ahora rejuvenecida estación que fuera la oficina del Ferrocarril de Chapala, inaugurada en 1920, la cual simboliza un sueño de los chapaltecos, ahora convertido en Centro Cultural González Gallo. El inmueble es elocuente testimonio de la arquitectura local; sobre ello, afirma un cronista laguense, que fue diseñado por el Arq. D. Guillermo de Alba, siendo una “pequeña gran obra de arte y es tal vez, el edificio más importante que diseñó el Arquitecto de Alba, después del Hotel Fénix de Guadalajara”.
También se debe acudir a la multicentenaria parroquia de San Francisco y al viejo palacio municipal, ahora local de cultura. Asimismo, debe presenciarse la nueva presidencia, que fuese décadas atrás un hotel afamado. Y muy cercas, está el punto cervecero donde triunfó el notable Mike Laure, de inolvidables éxitos musicales. Allí se prosigue un paseo por el muelle y luego se recorre el parque de la Cristianía.
El municipio de Chapala, ostenta dos nombramientos de enorme valía: tener el pueblo mágico de Ajijic, cuyo clima es aclamado como el segundo mejor del mundo entero, y el título de “SEÑORIAL E INSIGNE CIUDAD” que se otorgó a la cabecera municipal, por el “trabajo permanente, fructífero, generoso y ejemplar de integrantes de la sociedad civil al que se ha sumado la autoridad municipal de Chapala para la defensa, limpieza, redignificación y conservación del emblemático Lago de Chapala así como de la preservación y enriquecimiento de su legado cultural”. El galardón representa un homenaje para su población y sus autoridades, un orgullo y compromiso compartido también por todos los jaliscienses y aun los millares de visitantes que a diario disfrutan de los atractivos de Chapala y su entorno esplendoroso.