La descripción de los curatos y doctrinas de Michoacán 1630 . Lenguas naturales que se hablaban.

Francisco Gabriel Montes Ayala

La descripción antigua de los curatos y doctrinas, un libro que se escribió en los primeros años del siglo XVII, que tiene la inscripción «libro de la minuta de las doctrinas que ay en este Obispado de Mechoacan, Assi veneficios de clérigos como guardianías y prioratos» es la más amplia descripción de los curatos diocesanos, agustinos y franciscanos del antiguo Obispado de Michoacán.

Dicho texto lo manó escribir el Obispo Fray Alfonso Enríquez de Toledo y Armendariz, y enriquecido con textos adicionales del siguiente obispo en sucesión, Fray Francisco de Ribera, Obispo de Michoacán, por el año de 1631, siendo su secretario Isidro Gutiérrez de Bustamante.

Dicha descripción de los curatos es amplísima, según el historiador José Bravo Ugarte, dice que el obispado de Michoacán, comprendía «los actuales estados de Michoacán, Colima y Guanajuato, este sin Casas Viejas, ni Xichú. En Guerrero, Tecpan, Coahuayutla, Zacatula, Coyuca y Cutzamala. En San Luis, dice Bravo Ugarte, correspondían San Luis Potosí, Santa María del Río, Cerritos, Guadalcazar, Río Verde y Maíz. En Tamaulipas, Jaumave, Palmillas, Real de los Infantes y Tula. En Jalisco, Almoloya, Atotonilco, Ayo, Cajititlán, Comanja, Ixtlahuacán, La Barca, Ocotlán y Zapotlán.

Los grupos étnicos que consigna esta minuta, son los mexicanos, purépechas, otomíes, mazaguas, matalzincas, cuitlatecos, chontales y mazatecos. Las tres primeras mencionadas era las predominantes. y el grupo más extendido era el tarasco; el mexicano y tras de éste el otomite. Después venían el mazagua, el cuitlateca y el chichimeca.

Destacaba también en la geografía del obispado michoacano, otros hablantes indígenas, que tenían lenguas como la sarame, la cuacomeca, la chumbia, la matalzinca, la teca, la zuteca, la teconuca, la coca, la alanzauteca, la pani, la mazateca, la chontal, la cuitlateca, la tepusteca, la tamazulteca, la zullulteca, la camalalla y la tequeje.

Sin duda, que era la variedad más extensa de lenguas. El Obispado obligaba a los sacerdotes, que se ordenaran hablar las lenguas, para mandarlos a las cabezas de parroquia, de acuerdo a la lengua hablada en la geografía de la parroquia. Por eso encontramos sacerdotes hablando uno, dos y hasta tres lenguas, a parte del español. Bien pudiera ser como el caso de que el párroco hablaba una lengua y el teniente de cura otra. En ningún momento se obligaba a los naturales de aprender el español, y según las leyes de indias, el castellanos era para que lo enseñaran los sacristanes, nunca los párrocos. Es preciso entender que muchos sacerdotes los encontramos siendo originarios de pueblos indígenas, por lo que no estaban vedados a la ordenación presbiteral los naturales.

Un ejemplo es el que muestra este documento, al hablar de Ayo el Chico, dice el señor Rivera: «los indios de este partido son cocas y otomites; administrase en mexicano». El mismo obispo dijo de Maquilí, «el mexicano es la lengua común».

En la ciénega la Parroquia de San Francisco Ixtlán se administraba en mexicano y purépecha, porque todos los pueblos sujetos como San Pedro Caro, Santa María de la Asunción Coxumatlán, San Cristobal Pajacuarán, Santiago Sahuayo, San Miguel Guaracha eran bilingües, hablantes del mexicano, pero obligados en tiempos de la expansión purépecha a hablar la lengua michoacana.

En fin que el Obispado de Michoacán, y esta minuta, nos muestra que la administración de los sacramentos estaba repartida entre 58 clérigos diocesanos beneficiados, 38 guardianías franciscanas y 20 prioratos agustinos.

La Minuta

Las Zarquillas, en movimiento

Francisco Gabriel Montes Ayala

Las Zarquillas, es una población del oriente de la ciénega de Chapala en Michoacán. Siempre es visible, cuando uno transita de Jiquilpan a Zamora. Pasando Nicolás Romero, el antiguo pueblo de la hacienda de Guaracha, que se llamaba el Capadero, comienzas a ver una extensa llanura que se abre hacia la parte norte, amplia, basta, llena de sembradíos y al fondo los cerros aledaños al basáltico pajacuarense. Al avanzar por la carretera recta, vas a ver a la izquierda el caserio, asentado en un cerrito, y entonces vez el enorme arco de entrada del pueblo, y digo enorme, porque es impresionante con su «bienvenido a Las Zarquillas».

Debe uno cruzar el arco, para tomar la  carretera, que no sobrepasa los 4 kilómetros para llegar hasta las primeras casas de la población, que te recibe con el letrero de Las Zarquillas; tomas una calle recta, pasas la antigua escuela que data de los años cincuentas, cuando el gobernador Dámaso Cárdenas, las casas, muchas de ellas, son construcciones tradicionales, pero otras muestran el avance que han hecho los migrantes con distintos estilos arquitectónicos que son impresionantes. Si usted sigue hasta terminar la calle, llega a la Plaza, y aún lado de ella, está la presa, que es un embalse con una belleza inigualable por los cerros que lo circundan, pero hoy se encuentra seco. Usted puede seguir hacia el cerro y llegar hasta otra comunidad que se llama el Varal.

Al llegar a aquella parte del pueblo, no encuentra uno el templo, hasta retornar o tomar otras calles, y luego encuentras la nueva plaza en desniveles, que tiene un kiosko a manera de huatápera;  esta plazoleta está sobre la calle que te lleva a la capilla, que pertenece a la parroquia de Villamar. 

El templo, en su construcción, y en su sobriedad, nos muestra el trabajo de remuneración de la pintura exterior por parte de  los migrantes, tanto la plaza como esta y otras mejoras, son sin duda obra de la cooperación de los hijos ausentes, siempre comprometidos con su comunidad.

Hoy se trabaja arduamente en el nuevo cementerio que han nombrado «José Sánchez del Río», simple y sencillamente porque el niño mártir, el santo sahuayense, tenía familiares en aquella comunidad. Los migrantes han trabajado mucho para conseguir recursos y abrir el cementerio, que parecía que nunca se iba a conseguir trabajar en el predio destinado para ello. Hoy es una realidad.

Las Zarquillas siempre en movimiento, es una comunidad que bien vale la pena visitar. Silenciosa, apacible, en paz, es una comunidad de nuestra región de la ciénega, una mas que engrandece a esta región del estado.

Se presentaron las conferencias: Vida y Obra de Lázaro Cárdenas por la SMGE.

* Pesentaron ponencias, los socios de la SMGE de Jiquilpan y Zamora

Francisco G. Montes *colaborador

Jiquilpan 20 de mayo de 2023.- En el marco del aniversario luctuoso de la muerte del general Lázaro Cárdenas, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, correspondiente de Jiquilpan, convocó a los socios para que presentarán una ronda de ponencias, con sita en la Casa de la Cultura de Jiquilpan. Asimismo fueron invitados de honor y participes de las ponencias, los socios de la Correspondiente de Zamora.

Las ponencias fueron: «La Lámpara votiva» por el Lic. Marco Segura; también la ponencia documentada por el Ing. Francisco Gabriel Montes, sobre la fundación de «La Escuela Agrícola Industrial de Jiquilpan en 1934»; posteriormente el Lic Sergio Tamayo, socio de la correspondiente de Zamora, habló sobre «La fundación de la correspondiente Lázaro Cárdenas, de Jiquilpan».

Por su parte el Lic. Fidel Martinez, de la correspondiente de Zamora, expuso sobre la «SMGE y su historia desde 1833 hasta la actualidad» y cómo Cárdenas fue socio de la SMGE . Y para finalizar, el contador y poeta Jorge Paulo Muratalla, declamó un poema de su autoría dedicado a Lázaro Cárdenas.

Las actividades duraron una hora y media con una buena respuesta. Una actividad más de la SMGE.

Moderador y ponente Marco Segura
Mtro. Francisco Gabriel Montes
Lic. Sergio Tamayo
Luc. Fidel Martinez
Jorge Paulo Muratalla

Fundación de San Juan Guaracha. 453 años de vida.

Candy García Vázquez *Colaboradora y Cronista de Guaracha, Michoacán; Vicepresidenta de la SMHAG y Secretaria Técnica del estado de Michoacan de la Asociacion de Cronistas Jalisco Michoacán.

Lo que fuera después de 143 años de vida, el pueblo de San Juan Guaracha, se convirtió en el latifundio más grande e importante  del occidente de la intendencia de Valladolid, y luego del estado de Michoacán, hasta hoy, ha sido objeto de estudio de propios  y extraños, la famosa Hacienda de San Juan Guaracha.

 En el Archivo General de la Nación  existen los cuadernos de las Haciendas de las Guarachas, donde aparecen mercedes desde 1540 de diversas estancias que al juntarse formaron este conjunto de haciendas.

Pero en el 5º. Cuaderno están las escrituras de Guaracha, en que se asentó que Hernando Toribio de Alcaraz y Ruiz “El Viejo” le fue otorgada la primer merced que dice a la letra:

“una estancia de ganado mayor y menor, en término de Guaracha (en aquel tiempo era San Miguel Guaracha hoy Villamar) una legua de dicho pueblo, poco mas o menos en una fuente de agua su fecha 21 de abril de 1567”.

Así nace el pueblo de San Juan Guaracha, con el nieto de don Pedro Ruiz de Guadalcanal, soldado de Hernán Cortés que compró las partes más amplias de lo que sería Guaracha, también el emporio de La Palma, sería él y sus descendientes quienes fundarían la mayor parte de los pueblos de la ciénega de Chapala. Dos años antes La Palma, 5 o 6 años después El Platanal y unos más tarde San Antonio.

La fundación del Pueblo de San Juan Guaracha, se hizo en el famoso ojo de agua que hoy sigue produciendo agua en el actual Guaracha, en una merced dice: 

“ el sitio de estancia en un peñasco grande junto a una cañada quebrada en unos manantiales que dicen se llaman Atlihuaque... que corre por unos llanos hacia la ciénega”

Los documentos del 5º. Cuaderno, nos muestran 9 mercedes, 13 compraventas y 17 gestiones que están escritas entre las fojas 157 y la 164 del expediente. Comprenden los años de 1569 a 1619 en que se conforman las haciendas de Guaracha. El Archivo General de La Nación, nos otorga también una serie de documentos que describen de 1620 a 1780 más de 8 volúmenes, con más de 135 mercedes, 250 compraventas y más de un centenar de litigios entre comunidades indígenas a saber de otros documentos más que generó la hacienda.  

Fueron dueños de 1620 a 1720, un siglo completo,  las familias de  los Andrade y  los Salceda, descendientes de los Alcaraz Ruiz,  quienes sus últimos dueños fueron los apellidados Salceda Andrade;  de 1720 a 1790 la familia del capitán Fernando Villar Villamil que tenían posesiones por mas de 140 mil hectáreas y diversas haciendas en zonas de hoy estado de Michoacán y Estado de México, de un incalculable valor y de mucho dinero de por medio, como podrá verse.

Guaracha el enorme latifundio,  comenzó a desmembrarse hacia 1760 cuando se dividió el emporio en dos latifundios,  por la sucesión de la testamentaria que dejara el capitán Fernando Villar Villamil a sus dos únicas hijas: Guaracha que quedó como poseedora de tierras del sur,  y  hacia el norte la hacienda de Buenavista cuyo dueño era don  Gabriel Castro y Osores casado con una Villamil. Mas tarde Buenavista quedaría para los Mora y luego a Francisco Velarde y de la Mora y por último a los Martínez Negrete.

 De 1790 a 1811 su dueño fue Francisco Victoriano Jaso quién murió ajusticiado en los primeros meses de la guerra independentista, por los insurgentes al mando del hacendero de La Palma, Don Luis Macías; a la muerte de él, la  heredó a su nieto Diego Moreno Jaso, capitán de milicias realistas y a la postre Gobernador de Michoacán, Senador de la República Central, Diputado varias veces. Los Moreno la tuvieron en su poder hasta 1936 y fueron albaceas Antonia Moreno Depeyré, Diego Moreno Leñero y Manuel Fernando Moreno.

Guaracha, por más de 300 años, dominó los pueblos de la región, litigó, despojo a las comunidades indígenas y fue un ejemplo de la tiranización y de  esclavitud de los pueblos indígenas, de los afroamericanos y las castas. Por el odio a Guaracha, los habitantes de la zona participaron en casi todos los movimientos sociales del siglo XIX y siglo XX. Pero también, los papeles que hoy solo guardan el recuerdo de este enorme latifundio, solo sirven como la fuente de riqueza histórica y documental que contienen una historia fabulosa, de una vida que se fue.  

©Yuriana Candelaria García Vázquez- México-2020

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