La Princesa Isabel de Moctezuma, caso en 1528, con español Pedro Gallego de Andrade, nacido en Burguillos del Cerro, pasó a América junto a Narváez, siendo hombre de confianza de Hernán Cortés.
Allí se casó con la princesa Tecuixpo, hija legítima del Emperador Azteca Moctezuma, más tarde llamada Isabel de Moctezuma. De ese matrimonio nació en 1529 el que pudo ser un Principe Imperial Azteca Juan de Andrade Moctezuma.
“Niño en cuyas venas corrían fundidas la sangre de los soberanos indígenas y la de una honrada familia extremeña de labradores, de Burguillos del Cerro”.
Esto nos lo cuenta el Conde de Canilleros en el artículo adjunto, publicado en la prensa en la década de los sesenta del siglo pasado.
En Burguillos del Cerro hay una calle dedicada a Pedro Gallego de Andrade, la situada delante de la parroquia.
Institución de la Solemnidad de Cristo Rey en 1925
Lic. Helena Judith López Alcaraz, cronista honoraria adjunta de Sahuayo
En una fecha como ayer, 11 de diciembre, pero hace exactamente cien años, desde la Ciudad Eterna, Su Santidad Pío XI –el mismo que siguió de cerca la persecución religiosa en México, habló al respecto y también pidió oraciones a todo el mundo por los católicos perseguidos en nuestro país–, el Pontífice que impulsó la Acción Católica, instituyó la Solemnidad de Cristo Rey. Esto estuvo motivado, en gran medida, por el ejemplo de la Nación Mexicana. Recordemos que ya años antes, en 1914, al ser consagrado México al Sagrado Corazón de Jesús, había sonado por primera vez el grito «¡Viva Cristo Rey!»
El 11 de diciembre de 1925, el Papa Pío XI publicó esta Encíclica, «Quas Primas. Sobre la fiesta de Cristo Rey» («Como las primeras» en español) y declaró:
Su Santidad Pío XI, quien instauró la Solemnidad de Cristo Rey el 11 de diciembre de 1925 a través de la Encíclica «Quas Primas».
«Ponemos digno fin a este Año Jubilar introduciendo en la sagrada liturgia una festividad especialmente dedicada a Nuestro Señor Jesucristo Rey».
Asimismo, el Papa reconoció: «Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas» mas resaltó que era preciso que se le concediese real y verdaderamente, en sentido estricto, tal título, «porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas». Al mismo tiempo, señaló que dicha Reyecía posee asimismo una triple potestad, como redentor pero al mismo tiempo como legislador y como juez. Y pasó a enumerar diversos pasajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que corroboran tal argumento, para después ocuparse del ámbito litúrgico:
«Y así como en la antigua salmodia y en los antiguos Sacramentarios usó de estos títulos honoríficos que con maravillosa variedad de palabra expresan el mismo concepto, así también los emplea actualmente en los diarios actos de oración y culto a la Divina Majestad y en el Santo Sacrificio de la Misa».
A este último respecto, basta revisar el Ordinario de la Misa para hallar expresiones semejantes: «Sólo Tú, Altísimo, Jesucristo» (Gloria), «Y de nuevo vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos, y Su reino no tendrá fin» (Credo), «De suerte que en la confesión de la verdadera y sempiterna Deidad sea adorada la propiedad en las Personas, la unidad en la Esencia y la igualdad en la Majestad» (Prefacio de la Santísima Trinidad), «Ofrecemos a tu excelsa majestad, de tus mismos dones y dádivas, la víctima pura, la víctima santa, la víctima inmaculada» (Oración Unde et mémores, posterior a la Consagración), «Por Cristo Nuestro Señor, por Quien siempre creas, Señor, estos dones, los santificas, los vivificas, los bendices y nos los comunicas. Por Cristo, con Él y en Él…» (Parte final de la invocación a los Santos e inicio de la Doxología final del Canon) y, naturalmente, el enunciado que a menudo se repite: «Por el mismo Señor Jesucristo, Tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos».
Imagen alusiva al título del presente texto, que muestra a Jesucristo con los atributos reales: el cetro, el orbe y su corona. Detrás de Él está la bandera mexicana y, franquéandolo, dos ramas de palma, en recuerdo de su entrada triunfal a Jerusalén el Domingo de Ramos. Diseño y edición realizados por la autora.
En efecto, al ser Dios y Hombre verdadero, consustancial al Padre, que es Primera Persona de la Santísima Trinidad, «la soberanía o principado de Cristo se funda en la maravillosa unión llamada hipostática. De donde se sigue que Cristo no sólo debe ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre; de manera que por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre todas las criaturas». Esta soberanía sobre ellas, escribió el Papa, no es «arrancada por fuerza ni quitada a nadie, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza».
A continuación, quien en el siglo llevara el nombre de Ambrogio Damiano Achille Ratti expuso que el campo de la Realeza del Redentor se extiende a tres ámbitos: el espiritual, el temporal y el de los individuos y las sociedades.
Después de explicar cada uno de estos aspectos, Pío XI decretó:
«Por tanto, con nuestra autoridad apostólica, instituimos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos. Asimismo ordenamos que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús, con la misma fórmula que nuestro predecesor, de santa memoria, Pío X, mandó recitar anualmente».
La primera vez que se celebró la fiesta de Cristo Rey en la Iglesia Universal fue el último domingo de octubre de 1926, día 25, cuando ya en México los cultos habían sido suspendidos y, poco a poco, comenzaban a estallar los diversos levantamientos armados de los católicos en contra del régimen perseguidor. Pero allí no se quedó todo, porque muy pronto su grito de batalla honró la festividad recién establecida: «¡Viva Cristo Rey!» Con esta aclamación vivían, luchaban y morían, al grado de que el gobierno, con desprecio, les dio el mote despectivo de «cristeros».
Pero para ellos, era la mayor de las glorias. Y también para los Mártires que fueron surgiendo a lo ancho y largo del país. Todos ellos morían con el vítor santo a flor de labios, a menudo uniendo el nombre de la Santísima Virgen de Guadalupe.
Actualmente, en el calendario posterior al Concilio Vaticano II, la festividad se denomina «Solemnidad de Cristo Rey del Universo» y se celebra el último domingo del año litúrgico, inmediatamente antes del primer domingo de Adviento. Empero, la fecha fijada por Pío XI todavía se observa en las comunidades que conservan la Liturgia preconciliar.
La fiesta de Sahuayo, cómo la conoce la gente, la “fiesta del 12” es una de las más añejas de la región de la Ciénega de Chapala, ya que, siendo el primer santuario guadalupano construido en toda la región, no solo los habitantes locales, sino de toda la zona confluyeron a lo largo, de por lo menos, cien años y que aún continúan viniendo de muchos rumbos a venerar a la guadalupana y por esa conjunción profana y religiosa.
El inicio del templo, data del 12 de diciembre de 1881 en que se puso la primera piedra, siendo señor cura don Macario Saavedra, dejando la responsabilidad al padre don Bernabé Orozco para el cuidado de la construcción. El padre Saavedra murió en Sahuayo en abril de 1885, después de una ardua labor, que dejó obras materiales que perduran, como la cúpula y el crucero del templo de Santiago, también hay que recordar a Saavedra, porque impulsó la primera línea de conducción de redes de agua potable, así como el inicio del templo del Sagrado Corazón y el Santuario (Montes, 2025).
Unos meses después llegó el señor cura Esteban Zepeda Acuña, sahuayense, que se hizo cargo la Parroquia de Santiago y continúo las obras de ambos templos, que estaban bajo el cuidado de sus vicarios (Montes 2025).
El 12 de diciembre de 1886, se realizó la primera festividad, que abarcó los días del 8 al 12 de diciembre, en que desfilaron los gremios de aquel tiempo. El templo, para aquellos días, no tenía bóvedas, pero la suntuosa fiesta fue organizada por los sacerdotes encargados don Bonifacio Alcaraz y don Bernabé Orozco, haciéndose una festividad, que se quedó arraigada en el corazón de lo sahuayenses, que a partir de ese año, se continuaron hasta el día de hoy, con mayor fastuosidad (Montes, 2025).
Fue el Padre don Federico Sánchez, quien hizo las bóvedas y el padre don José Montes, continúo las obras del interior. El padre don Luis Amezcua, al nombrársele como capellán del Santuario, invita al Ing. José Luis Amezcua, sahuayense constructor de templos, a que diseñara las torres y la cúpula y las construyera en la década de los cuarenta. Dentro del Santuario existen obras pictóricas de Rosalío González y de don Luis Sahagún. Uno de los cuadros, retrata precisamente a los sacerdotes que lo largo de la historia construyeron el santuario, don Bernabé Orozco, don Federico Sánchez, don José Montes, y don Luis Amezcua (Urbizu, 1963).
La fiesta, ha crecido con el paso del tiempo y es una de las principales que se realizan en la ciudad, dado que conserva la organización original de hace 139 años. Es admirable, que los sahuayenses sigan una tradición que vive desde el siglo XIX.
Fotografías Roberto Buenrostro Rodríguez.
Referencias:
Montes Francisco G. La grandeza de nuestra historia. Sahuayo Bicentenario. En imprenta. 2025
Francisco García Urbizu. Sahuayo y Zamora. Talleres linotipográficos Guía. 1963
Jiquilpan 4 de diciembre de 2025.- A eso de las 8.30 de la mañana, dieron inicios los eventos deportivos de las Secundarias Técnicas de la zona 05 con cabecera en Sahuayo. Se dieron cita al evento, el supervisor de la Zona el L.E.P. José Dante Rojas Turja, así como el Director de Servicios Regionales, el maestro Octavio Meza, un representante del presidente municipal de Jiquilpan; la maestra María Cobían Sánchez y la maestra Ana Laura Barajas Martínez, jefas de enseñanza, así como los directivos de las escuelas participantes.
Con la presentación y desfile de las delegaciones de cada escuela, y luego la llegada de la antorcha de los juegos deportivos, el encendido del pebetero y el acto cívico, el supervisor de la Zona Dante Rojas Turja, afirmó entre otras cosas, que «los deportes son parte de la formación de los alumnos de las escuelas secundarias técnicas» ; dio la bienvenida a las delegaciones, maestros y personal de cada escuela de la región.
Posteriormente en un breve mensaje del Director de Servicios Regionales de la SEE, Octavio Meza, hizo la inauguración oficial de los eventos deportivos, que se celebraran en diversas sedes, como las unidades deportivas de Jiquilpan, Sahuayo y Briseñas. Por lo que respecta a los eventos cívicos serán en dos sedes, la técnica 1 y 81 de la ciudad de la ciudad de Jiquilpan. Las fechas de eventos son del 4 de diciembre de 2025 al 14 de enero de 2026.
Deseamos el mayor de los éxitos en esta jornada que abre los eventos académicos, tecnológicos, culturales y deportivos en su etapa de Zona.
Joel Robert Poinsset, penitenciario de EUA en México.
La narrativa de la historia, podrá tener versiones variadas, de acuerdo a la ideologización o politización que el sistema impone. Pero algo que es tan cierto en la Historia de México, es la intervencionismo de nuestros vecinos del norte; este libro que se concluyó en 1951, el historiador, José Fuentes Mares, 𝗣𝗼𝗶𝗻𝘀𝘀𝗲𝘁, 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗴𝗿𝗮𝗻 𝗶𝗻𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮, es una prueba documental, de que nuestros vecinos, desde los tiempos de la independencia, fueron quienes impulsaron aquellos movimientos independentistas en América del sur; la copia exacta de la constitución norteamericana, sería transcrita en 1824 para México.
𝗝𝗼𝗲𝗹 𝗥𝗼𝗯𝗲𝗿𝘁 𝗣𝗼𝗶𝗻𝘀𝘀𝗲𝘁, fue el artífice de la aplicación del «destino manifiesto» en México, con la formación de un «partido americano», camuflado como partido liberal, como lo reconoce él mismo, en informes oficiales, para que en 1847, México perdiera sus territorios del norte, con la complicidad de muchos que hoy son héroes y estatuas de bronce, producto de la narrativa política, manipulada, perversa; desde aquel entonces, se convirtió el pobre México, en el «patio trasero» de la potencia norteña.
La historia sirve para entender el presente, pero predecir, si es posible, el futuro. Documentos como este que nos presenta Fuentes Mares, nos enseña que este país, cumple con aquella frase famosa del presidente Díaz, «𝗽𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗠𝗲́𝘅𝗶𝗰𝗼, 𝘁𝗮𝗻 𝗹𝗲𝗷𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗗𝗶𝗼𝘀 𝘆 𝘁𝗮𝗻 𝗰𝗲𝗿𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗘𝘀𝘁𝗮𝗱𝗼𝘀 𝗨𝗻𝗶𝗱𝗼𝘀» y sigue la mata dando hasta el día de hoy.
Durante varios años años se celebraron con el mismo entusiasmo las dos fechas importantes de nuestra Independencia: el 16 de septiembre de 1810 y el 27 de septiembre de 1821.
Fue después de la Revolución que en 1921, Álvaro Obregón decidió «olvidar» la fecha que conmemora la entrada de Agustín de Iturbide a la CDMX. Así, de un plumazo borró de las efemérides la Consumación de la Independencia.
Sin disparar una bala, Iturbide nos dio nombre, Patria, libertad y colores para la bandera hace 204 años. Estamos en la víspera del cumpleaños de nuestro país ¡Viva México!
La foto corresponde a un fragmento del Manifiesto de Liorna que escribió Iturbide en Italia en 1823. La sangre es de él, porque tenía el manuscrito consigo cuando lo fusilaron en Padilla, Tamaulipas.
Fue en 1925, bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles, cuando el Congreso ordenó retirar las letras de oro con el nombre de Iturbide del recinto legislativo. La decisión formaba parte de la política de exaltar a Hidalgo, Morelos, Guerrero y Juárez, y minimizar a Iturbide, visto como “monárquico” y contrario a los ideales republicanos que se querían consolidar.
Finalmente, en 1971, Luis Echeverría mandó construir la presa Vicente Guerrero, que sepultó al viejo pueblo de Padilla bajo el agua, obligando a trasladar a la población a Nuevo Padilla.
Las palabras de Moctezuma Xocoyotzin de la imagen se registran en la obra Monarquía Indiana de Juan de Torquemada y muestran claramente que Tlaxcala y Tenochtitlán no eran una sola nación, ni tenían ningún tipo de filiación o asociación política. Tenochtitlán ansiaba conquistar y someter a todos los pueblos mesoamericanos y exigir tributo para continuar engrandeciendo la ciudad: «el gran señor de Mexico era señor universal de todo el mundo y que todos los nacidos eran sus vasallos y que como a suyos los había de reducir a sí, para que le reconociesen por señor; y que los que no le quisiesen reconocer por tal, dándole la obediencia por bien, que los habia de destruir y asolarles las ciudades hasta los cimientos y poblarlas de otras gentes; por tanto que procurasen de tenerle por señor y sujetársele, pagándole tributo y pecho como las otras provincias lo hacían; y que si por bien no quisiesen hacerlo iria sobre ellos y los destruiría». (1) Cuando pidieron a los señores tlaxcaltecas someterse al poder imperial de Tenochtitlán, ellos respondieron: «Señores muy poderosos, Tlaxcala no os debe vasallaje, ni desde que salieron de las siete cuevas, jamás reconocieron con tributo ni pecho a ningún Rey ni Príncipe del Mundo, porque siempre los Tlaxcaltecas han conservado su libertad; y como no acostumbrados a esto, no os querrán obedecer, porque antes morirán que tal cosa suceda» (2) ¿Los tlaxcaltecas eran el único pueblo que se negó a someterse a Tenochtitlán? ¿Todos los demás pueblos estaban conformes bajo el yugo tenochca? No. Muchos pueblos se negaban a someterse a Tenochtitlán. Tlaxcala sirvió de refugio para aquellos que huían de los mexicas: «Puestos en este cerco, siempre y de ordinario tenían crueles guerras acometidas de todas partes, y como no tuviesen los mexicanos otros enemigos, ni más vecinos que a los de Tlaxcalla, siempre y a la continua se venían gentes a retraer y guarecer a esta provincia, como hicieron los xaltocamecas y otomís y chalcas, que por rebeliones que contra los príncipes mexicanos tuvieron, se vinieron a sujetar a esta provincia, donde fueron acomodados y recibidos por moradores de ella, dándoles tierras en qué viviesen». (3) Tenochtitlán utilizaba a Tlaxcala como medio de entrenamiento para sus soldados: «hasta ahora los han dejado de destruir nuestros antepasados, por tenerlos enjaulados como codornices para hacer sacrificio de ellos y para que el ejercicio militar de la guerra no se olvidase y porque tuviesen en qué ejercitarse los hijos de los señores mexicanos». (4) Esto era una guerra de desgaste para Tlaxcala que tenía que soportar las constantes incursiones mexicas y la captura de soldados, capitanes, mujeres y niños para los sacrificios rituales llevados a cabo en Tenochtitlán. Además Tlaxcala tuvo que soportar un cerco comercial que les privó de mercancías como la sal, piedras preciosas, oro, e impidió a los comerciantes tlaxcaltecas vender sus productos fuera de la Provincia, lo que la empobreció. Después de la muerte de Moctezuma Xocoyotzin, Cuitlahuac ofreció a Tlaxcala la paz a cambio de traicionar a los españoles y matarlos mientras se refigiaban en Tlaxcala después de la noche triste. ¿Después de todo el odio guerras, sacrificios y el cerco comercial debían los tlaxcaltecas aceptar estar la paz de sus enemigos? ¿Debían aceptar los términos de los que decían de ellos que eran codornices enjauladas?
(1) Monarquía Indiana. Juan de Torquemada (2) Historia de Tlaxcala Diego Muñoz Camargo (3) Historia de Tlaxcala. Diego Muñoz Camargo (4) Monarquía Indiana. Juan de Torquemada
Breve historia del antiguo Seminario Conciliar de San José de Guadalajara, luego convertido en la famosa XV Zona Militar, y su relación con algunos Mártires jalisciensesde la persecución religiosa
Lic. Helena Judith López Alcaraz, cronista honoraria adjunta de Sahuayo
Este bello y enorme inmueble, que hoy es sede de la Secretaría de Cultura, albergó al Seminario Conciliar de San José, el Seminario Mayor de Guadalajara. Por sus corredores transitaron diversos Mártires Mexicanos, entre ellos los ahora Santos Justino Orona Madrigal (ingresó en 1894), David Galván Bermúdez (en 1895), José María Robles Hurtado (1901), Pedro Esqueda Ramírez (1908, luego de haber estudiado en el Seminario auxiliar de su natal San Juan de los Lagos) Genaro Sánchez Delgadillo y Sabás Reyes Salazar (1899; no terminó allí sus estudios, pues lo enviaron a la Diócesis de Tamaulipas). San Pedro Esqueda, en contraste, fue uno de tantos seminaristas echados a la calle en 1914, y se vio obligado a interrumpir sus estudios. De San Genaro Sánchez, que también entró allí, aún desconocemos el año en que ingresó, pero sabemos que fue al acabar la primaria y que se ordenó en 1911.
Fachada principal del «Edificio Arroniz», antiguo Seminario Diocesano de Guadalajara, como luce en la actualidad. Fotografía tomada por la autora.
El inmueble también era conocido como «Edificio Arroniz», en recuerdo de quien lo proyectó e inició su edificación, el ingeniero Antonio Arroniz Topete, originario de Ameca, Jalisco, y casado con Elena Ponce Dávila. El terreno, originalmente, había sido ocupado por religiosas agustinas, cuyo convento databa de 1733. A causa de las Leyes de Reforma, las monjas fueron desalojadas y el edificio quedó abandonado. En 1868 se le cedió a la Arquidiócesis para que allí se instalara el Seminario. Allí empezaron sus estudios Santos Mártires como Julio Álvarez Mendoza (1880), José Isabel Flores Varela (1887) y Cristóbal Magallanes Jara (1888), ordenados respectivamente en 1894, 1896 y 1899.
En 1890, dados los daños estructurales, el entonces Arzobispo, D. Pedro Loza y Pardavé (muerto en 1898), recomendó que fuera reconstruido. La obra quedó a cargo del ingeniero Arroniz.
Ingeniero Antonio Arroniz, cuyo apellido dio nombre al edificio que alguna vez albergó a los seminaristas tapatíos, el día de sus nupcias canónicas con Elena Ponce Dávila, el 2 de febrero de 1882 –esto es, ocho años antes de empezar la comisión de Pedro Loza–. Fotografía digitalizada por Bernardo Camacho García.
El edificio que hoy conocemos empezó a ser construido en 1891 y fue finalizado en 1904, si bien fue inaugurado dos años antes. En ese año, el Arzobispo José de Jesús Ortiz, sucesor de Jacinto López y Romo y antecesor de Francisco Orozco y Jiménez, determinó separar los Seminarios Mayor y Menor; el primero se quedó en el flamante inmueble.
En 1914, al llegar las tropas carrancistas encabezadas por Álvaro Obregón Salido, éstas incautaron el Seminario. Con lujo de violencia, arrojaron a los estudiantes a la calle y destruyeron la biblioteca y los gabinetes de física y química; además remataron los libros.
Así lucía el ex Seminario tapatío, posteriormente XV Zona Militar, hacia finales del siglo XIX. Fotografía editada y ampliada por la autora.
A partir de entonces el edificio fungió como cuartel y como sede de la famosa XV Zona Militar de Guadalajara, V a partir de 1995. En 2009, la Secretaría de la Defensa Nacional lo cedió al Gobierno jalisciense –entonces encabezado por Emilio González Márquez– y se instaló allí el Museo de Arqueología de Occidente, inaugurado en 2011. Cuatro años más tarde, el Museo pasó a ser, y hasta la fecha, la sede de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco. Su fachada principal se encuentra en la calle Zaragoza, justo enfrente de la Escuela Preparatoria #1.
Vale la pena hacer mención de la actual biblioteca del recinto, en la cual se resguarda el acervo del historiador y genealogista Gabriel Agraz García de Alba.
Jocotepec celebra anualmente, el 4 de julio, la fiesta en honor a “Nuestra Señora del Refugio”.
Esta tradición se remonta al suceso vivido por el señor cura Miguel Arana, quien durante un viaje de cabotaje por el Pacífico enfrentó un ciclón (15 de mayo al 30 de noviembre). La experiencia fue sumamente peligrosa: fuertes vientos, el barco inclinado por la fuerza de las olas, un violento balanceo que causaba náuseas, el estruendo del viento, y la lluvia que aumentaba la confusión al dificultar la visibilidad. El miedo provocado por estas circunstancias adversas hizo temer por la vida del pasaje y por la integridad de la embarcación. Dicho temor resultó justificado, pues terminaron naufragando.
El padre Miguel Arana logró sobrevivir gracias a la experiencia de los marinos, expertos en corrientes marinas, vientos, obtención de víveres e improvisación de plataformas flotantes.
Aquel espantoso peligro lo llevó a elevar fervientes súplicas de auxilio a la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora del Refugio. Prometió que, si salía con vida, celebraría una fiesta en agradecimiento. Desde entonces, los habitantes de Jocotepec conmemoran que el padre no perdió la vida en aquella tempestad.
Esta fiesta de agradecimiento comenzó probablemente después de 1866, año en que el padre Miguel Arana llegó a Jocotepec para apoyar al señor cura Vicente López de Nava.