“Tú reinarás, oh Rey Bendito…”

Historia de este célebre himno en honor de Jesucristo Rey

Lic. Helena Judith López Alcaraz

Fotomontaje alusivo al título de la entrada, que muestra a Cristo Rey, coronado de espinas pero triunfante, con vestiduras encarnadas y una capa dorada, circundado por la bandera mexicana y por una rama de olivo. Edición por la autora.

Esta hermosa pieza musical, a pesar de ser sumamente famosa y entonada actualmente por los fieles en Misas y procesiones eucarísticas y en las festividades en honor de Cristo Rey –y cómo olvidarlo, en Sahuayo, en el marco de los festejos en honor a San José Sánchez del Río–, tiene una historia muy poco conocida.

Es verdad, asimismo, que nuestros ascendientes ya cantaban esta canción desde los trágicos aunque gloriosos tiempos de la Cristiada y la persecución religiosa, y que de hecho fue gracias a esta gesta que sus versos y su melodía se popularizaron tanto que, hasta nuestros días, es ya un auténtico clásico musical cristero, aún más que otro bastante popular que inicia con las palabras: “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey”. Como dato curioso adicional, incluso se le utilizó como tema principal de la música del filme “Padre Pro (Miguel Rico Tavera, 2007), sobre el Beato Miguel Agustín Pro, compuesta por José Luis Guzmán Wolffer. En una escena, poco antes de su martirio, podemos ver al jesuita y a sus compañeros de prisión entonándola, llenos de emoción; y después, durante los créditos, el espectador puede deleitarse con una versión que incluye las dos primeras estrofas.

¿Pero cuáles fueron los orígenes del “Tú reinarás”? ¿Quién fue su compositor? ¿En qué año surgió este hermoso cántico compuesto por estrofas de cuatro versos de nueve sílabas [1], y un estribillo con dos versos de siete sílabas y dos de nueve?

Promocional de la banda sonora original de la película Padre Pro (2007), de la cual el himno «Tú reinarás» es el tema principal.

La canción original, contrariamente a lo que muchos –en especial nosotros, los mexicanos– pensarían, no fue compuesta en lengua española, sino en francés. El creador fue el sacerdote Francois Xavier Moreau en 1882. El himno primigenio, por su parte, se llama “Nous voulons Dieu” –la expresión en idioma galo para “Queremos a Dios”–, y fue compuesto en honor de Nuestra Señora de Lourdes con ocasión de una peregrinación que el presbítero realizó a la Grotte de Massabielle –mejor conocida como la Gruta de Lourdes–, a orillas del río Gave de Pau, Francia.

He aquí la primera estrofa y el estribillo, cuya traducción adjuntamos:

Nous voulons Dieu, Vierge Marie,

Prête l’oreille à nos accents;

Nous t’implorons, Mère chérie,

Viens au secours de tes enfants.

(Refrain)

Bénis, ô tendre Mère,

Ce cri de notre foi :

Nous voulons Dieu ! C’est notre Père,

Nous voulons Dieu ! C’est notre Roi.

Y la traducción al español:

Queremos a Dios, Virgen María,

presta el oído a nuestros acentos,

te imploramos, Madre querida,

ven en ayuda de tus hijos.

(Coro)

Bendice, ¡oh tierna Madre!,

este grito de nuestra fe.

¡Queremos a Dios! Es nuestro Padre.

¡Queremos a Dios! Es nuestro Rey.

El canto, muy pronto, adquirió notable relevancia litúrgica.

A su vez –prueba de su rotundo éxito musical y religioso–, existió una versión italiana del mismo canto, “Noi vogliam Dio, Vergin María”, cuya traducción es casi idéntica a la francesa:

Noi vogliam Dio, Vergin Maria,

benigna ascolta il nostro dir,

noi t’invochiamo, o Madre pia,

dei figli tuoi compi il desir.

(Ritornello)

Deh benedici, o Madre,

al grido della fe’,

noi vogliam Dio, ch’è nostro Padre,

noi vogliam Dio, ch’è nostro Re.

En ambos casos, de cualquier modo, la única diferencia reside en la letra. La melodía es idéntica a la del himno cantado durante la persecución religiosa en México y la Cristiada, y cuyos acordes y notas son familiares para la inmensa mayoría de los católicos de nuestro país.

¿Quién compuso nuestra versión mexicana, la que cantaban los defensores de la fe en el combate y en los campamentos y que, con toda certeza, también salió de las fervientes gargantas de algunos de nuestros Mártires mexicanos, tanto de los que han sido elevados a los altares y los que no (la mayoría)? Sin importar lo exhaustivo de nuestra investigación, no hemos podido encontrar tan preciado dato, como tampoco el año del cual data la letra que conocemos. Quizá fue para los tiempos en los que Su Santidad Pío XI, mediante su Encíclica Quas Primas, instauró la Solemnidad de Cristo Rey en 1925, pero no tenemos ningún documento que avale, sustente o ratifique nuestra hipótesis.

El Papa Pío XI, autor de la Encíclica Quas Primas, a través de la que instituyó la fiesta de Cristo Rey.

Lo que es innegable es que, independientemente del anonimato del compositor de la letra mexicana del “Tú reinarás”, desde aquellos ayeres, ya a mediados de la década de 1920, aquél se convirtió en una canción indispensable para los católicos mexicanos, y en una infaltable para las ceremonias relacionadas con Cristo Rey y con todos los que, independientemente de su edad, sexo o condición, dieron su vida por Él y por la religión católica en nuestra patria. Es maravilloso y sobrecogedor ver que, pese al paso inexorable de las décadas –y dentro de poco, de una centuria–, y de cómo se han modificado las costumbres, este bellísimo himno sigue conservando esa vigencia apabullante, la misma que tuvo un 24 de noviembre, pero de 1927, cuando una ingente multitud acompañó los restos del sacerdote Miguel Agustín Pro Juárez y de su hermano Humberto al panteón de Dolores, en un funeral apoteósico.

Para terminar, por último, compartimos la letra completa de esta canción que los mexicanos, tomando prestada la melodía [3], hemos hecho tan nuestra:

Fieles y dolientes depositan flores en el ataúd del P. Miguel Pro –hoy beatificado– durante su sepelio. Durante éste, innumerables personas entonaron el himno «Tú reinarás». Fotografía: INAH / Archivo del Arzobispado de México.

¡Tú reinarás!, este es el grito
que ardiente exhalan nuestra fe
!Tú reinarás!, oh Rey Bendito
pues Tú dijiste: “¡Reinaré!”

Coro:

Reine Jesús por siempre,
reine Su corazón,
en nuestra patria, en nuestro suelo,
que es de María la nación.

Tu reinarás, dulce esperanza,
que el alma llena de placer;
habrá por fin paz y bonanza,
felicidad habrá doquier

Tu reinarás en este suelo,
te prometemos nuestro amor.
¡Oh buen Jesús!, danos consuelo
en este valle de dolor.

Tú reinarás, reina ya ahora,
en esta casa y población [2],
ten compasión del que te implora
y acude a Ti en la aflicción.

Tú reinarás, toda la vida
trabajaremos con gran fe
en realizar y ver cumplida
la gran promesa: “¡Reinaré!”

Notas:

[1] El eneasílabo es un verso de arte mayor conformado por nueve sílabas, cuyo uso es poco frecuente en español. Cuando se emplea, aparece sobre todo en los estribillos de canciones de tradición oral.

[2] En otras versiones dice: “en toda casa y población”.

[3] Algo idéntico a lo sucedido con la música de la Marcha Real Española (o Marcha de Granaderos), actual Himno Nacional de la madre patria, para dar lugar a la canción que empieza con las palabras “La Virgen María es nuestra protectora” y que, en cierta parte, dice: “Somos cristianos, y somos mexicanos. / ¡Guerra, guerra contra Lucifer!” Al igual que con “Tú reinarás”, no se conoce al autor de la letra.

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Versión de la “Alegoría del sueño de Valverde” de D. Antonio Segoviano (1924) pintada por Tobías Villanueva, guanajuatense. La obra original fue inspirada por el sueño de Monseñor Emeterio Valverde y Téllez acerca cómo visualizaba la victoria de Cristo Rey en la Patria Mexicana. Actualmente la pintura original se encuentra en el Museo del Cerro del Cubilete, y la de Villanueva en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, Fresnillo (Zacatecas).

Fuente:

Tomado de nuestra publicación original del 27 de octubre pasado, con ocasión de la Solemnidad de Cristo Rey –que, en el calendario anterior a las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II, y tal como lo especificó el Papa Pío XI al instituir la fiesta en 1925, se celebra el último domingo de octubre, el inmediatamente anterior a la Solemnidad de Todos los Santos–, en la página Testimonium Martyrum (expresión latina para “Testimonio de los Mártires”). Naturalmente hemos enriquecido el texto para esta entrada.

Dios nunca muere…Macedonio Alcalá.

Página; Oaxaca, la historia jamás contada. Escrito por Guillermo Rangel Rojas.


“El enfermo localizó la oportuna ayuda pecuniaria y, en aquel instante, del fondo de su alma agradecida… exclamó alborozado: “Dios nunca muere para los pobres”.

Macedonio comentaba con su esposa Petronila, la oferta que el Lic. José Esperón, le había hecho sobre un empleo de maestro de música en su hacienda “La Concepción”, en Tlaxiaco, ella le dijo “tal vez sea una solución para que te alejes de la bebida que puros problemas nos ha traído”


Ya en la hacienda, Macedonio aunque tomaba menos por las dolencias hepáticas, tosía mucho y cada vez estaba más débil pues comía poco, perdía peso, tenía sudores nocturnos, escalofríos y fiebre, ante esto, empeñaron el violín y regresaron primero a Yanhuitlán de donde era su esposa y después a la ciudad de Oaxaca.


En Oaxaca, ya muy grave, alquila una pieza en casa de la familia Aguilar de oficio panaderos, y manda a su esposa a que llamara a su hermano Bernabé, quien se había casado con la señora Manuela Orozco, dueña de la fábrica de cigarros “La Ópera” por lo que llegó el personaje en un carruaje tirado por caballos y vestido muy elegante, entró al cuarto y después de oír a su hermano le contestó, “¡No eres de los de Santa Cecilia? Arruínate! Y dando madia vuelta salió del cuarto.


Macedonio se puso a recordar cuando el 30 de julio de 1854 de 23 años él y ella de 21, Petronila Palacios avanzaba por el pasillo de la iglesia, con su cara resplandeciente de alegría, la misma que tenía cuando nació cada uno de sus tres hijos, la vez que se presentó en el “Teatro Noriega” techado con tejamanil, lámparas de petróleo y bancas de madera, con Cosme Velásquez, Manuel Cerqueda, Juan Sánchez Hernández, Adrián Zárate y Rito Pérez para dar un concierto; recordó las serenatas o “gallos” que llevaban, y cuando acudía con sus hermanos a las clases de música con el profesor José Domingo Martínez; una sonrisa le apareció cuando recordó la ocasión en que el Cónsul de España D. José Zorrilla lo contrató para que en la cena baile que daba por el triunfo de la Armada Española en Teuán, tocara una composición escrita para esa ocasión, en homenaje a ésta victoria, se puso de acuerdo con el maestro Velásquez que tocó en el piano e improvisó, “…comenzamos en do mayor, le dijo, e irás modulando progresivamente los demás tonos hasta resolver la misma tonalidad. Dicho y hecho. El maestro hizo vibrar las cuerdas de su violín y un hermoso vals dejó admirada a toda la concurrencia. Al terminar, cuando la ovación fue estrepitosa, don Macedonio dijo al maestro Cosme Velásquez, no podría escribir, lo que hoy he tocado”.


En éstas cavilaciones estaba cuando se le acerca su afligida esposa, no tenían para darle de comer a los niños y menos para algún medicamento que aminorara el sufrimiento del maestro, y le comenta, vinieron a visitarte don Cosme Velásquez y don José Maqueo, tus compañeros de la asociación “Santa Cecilia”; “…los que entre charla y charla, dejaron oculta (un ayuda de $40.00) discretamente bajo la almohada del paciente. Cuando los dos benefactores se habían ausentado, el enfermo localizó la oportuna ayuda pecuniaria y, en aquel instante, del fondo de su alma agradecida brotó una feliz expresión que es todo un poema filial y de profundo reconocimiento a la Providencia de Dios y exclamó alborozado: “Dios nunca muere para los pobres” … y pidiendo papel pautado y lápiz … escribió el hermoso Vals en cuyas emotivas notas revela no sólo la penosa situación por la que atravesaba con pobreza, enfermedad, incomprensión, con torturas físicas y morales…”
Sus amigos de la Asociación Filarmónica mutualista de “Santa Cecilia”, al enterarse que Macedonio recibiría los últimos sacramentos, acudieron como orquesta a interpretar el vals que se estrenó en su sacramento, don Macedonio derramó una lágrima y murmurando el nombre de su madre Tomasa, murió el 12 de septiembre de 1869 las doce del mediodía.

Fuentes:
Lino R. Vargas. Monografía de don Macedonio Alcalá. Oaxaca. 1969.
Francisco Moncada García. Pequeñas Biografías de Grandes Músicos Mexicanos. Ediciones Framong. México. 1966.