La muerte del “Centauro del Norte”

Asesinato de Doroteo Arango, mejor conocido como Francisco Villa

Lic. Helena Judith López Alcaraz

En una fecha como esta, pero de 1923, hace 101 años, en Hidalgo del Parral, Chihuahua, fue ultimado el célebre general Francisco Villa, cuyo nombre auténtico era Doroteo Arango. A pesar de la divergencia de opiniones, muchos en su tiempo creyeron que se había tratado de un crimen político cuya autoría intelectual residió en el entonces presidente de México, Álvaro Obregón Salido. Otros lo atribuyeron únicamente a una venganza personal debida a ciertos agravios que el caudillo, famoso por su crueldad, había cometido contra pequeños propietarios y algunos grupos de campesinos.

General Francisco Villa (1878-1923), en realidad llamado Doroteo Arango, famoso revolucionario mexicano. Fotografía: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Después de que Venustiano Carranza de la Garza cayó bajo los proyectiles asesinos en Tlaxcalantongo, Puebla, en mayo de 1920, Francisco Villa fue amnistiado por el gobierno provisional de Adolfo de la Huerta. Decidido a retirarse de la vida militar, estableció su residencia en la hacienda de Canutillo, en su natal estado de Durango, donde estableció una pequeña colonia agrícola-militar.

Francisco Villa en la Hacienda de Canutillo. Fotografía mejorada por la autora.

La conspiración para asesinarlo había sido proyectada ya con bastante anticipación, pero la ocasión para ponerla en práctica no se había presentado. Justo un mes antes, el 20 de junio de 1923, había tenido lugar una tentativa fallida. Un vigilante comisionado por los urdidores informó que había visto salir a Villa, en su coche, rumbo a Parral. Con rapidez, los asesinos se encaminaron hacia el sitio por donde pasaría. Ya en el punto acordado, vislumbraron a lo lejos un vehículo que se aproximaba, y se apostaron para el ataque, con las armas amartilladas. Pero he aquí que, cuando ya estaban por jalar el gatillo, al tener el carro a tiro, se asombraron al percatarse de que ni el conductor era Villa, ni éste iba a bordo. Sería preciso, por ende, aguardar a otra ocasión más propicia.

El segundo intento de arrancar a Villa de la tierra de los vivientes se llevó a cabo el 10 de julio siguiente. Cerca de la una de la tarde, el general paseaba acompañado por tres personas en la banqueta situada enfrente de la casa de los conjurados. Se dio aviso a éstos, quienes dispusieron los rifles y los colocaron en posición de disparar. Justo antes de que se emitiera la orden de abrir fuego, vieron con frustración cómo un grupo de chiquillos que salió del Colegio Progreso pasó junto a Villa. En consecuencia, decidieron esperar.

Antigua fotografía de Hidalgo del Parral, escenario de la muerte de Villa. Fotografía: INAH Chihuahua.

Alboreó el viernes 20 de julio de 1923. Alrededor de las ocho de la mañana, vestido con una camisa caqui, el Centauro del Norte abordó su automóvil Dodge Brothers, de color negro, modelo 1922. Él  se sentó al volante, mientras que su secretario, Miguel Trillo, ocupó el lugar del pasajero. En la parte trasera se sentaron cuatro hombres de su escolta: Daniel Tamayo, asistente de Villa, detrás de Trillo; el jefe de la escolta, Ramón Contreras, a la izquierda; Claro Hurtado, asistente de Trillo, y finalmente Rafael Medrano. Debido a la falta de espacio, el chofer Rosalío Rosales trepó en la salpicadera izquierda. Así, a las 8:05 de la mañana, Villa encendió el sedán y condujo a velocidad moderada.

El automóvil avanzó hacia la esquina de la calle Zaragoza, para posteriormente doblar a la derecha, en la avenida Juárez, rumbo a la plaza del mismo nombre. Esto es, se encaminó directamente hacia los cuartos siete y nueve de la calle Gabino Barreda, donde estaba apostado el conjunto de asesinos.

Al verlo atravesar el callejón Meza, Juan López Sáenz Pardo, quien vigilaba a Villa para asegurarse de que él conducía el carro, sacó de uno de sus bolsillos un pañuelo rojo con el que simuló limpiarse el sudor de la frente. Sáenz repitió la acción varias veces: era la señal convenida para indicar que Villa iba al volante. Mientras tanto, el caudillo charlaba alegre y amenamente con Trillo.

Por fin, sonó el momento del asesinato. El Dodge bajó la velocidad al acercarse a la esquina de la calle Gabino Barreda, lugar en el que la avenida Juárez topa con los cuartos, para tomar la curva y virar a la derecha. En ese momento, las puertas de dos cuartos se abrieron inopinada y bruscamente. Melitón Lozoya, Jesús Salas Barraza y José Sáenz Pardo salieron disparando sus rifles sobre el Dodge, mientras que el resto de los tiradores se desplegó sobre la calle haciendo llover proyectiles desde ambos costados. Todo ello, de modo ininterrumpido. De acuerdo con el testimonio de Salas, Villa no atinó a decir nada; ni siquiera, en sus palabras, reaccionó.

Imagen de frente del coche donde viajó Villa el 20 de julio de 1923. Actualmente es el objeto más preciado del Museo Casa de Villa en la ciudad de Chihuahua. Fotografía: Museo Histórico de la Revolución. Tomada por Mario Alberto Trillo Corral.

El fuego de los tres rifles impactó el vehículo de frente y por el costado izquierdo, destrozando el parabrisas. El chofer Rosales recibió un disparo en el pecho y rodó de la salpicadera para caer de bruces en el arroyo. Miguel Trillo recibió varias descargas en el tórax. El automóvil no completó la vuelta porque Villa murió al recibir el primer disparo en el pecho y soltó el volante. Malheridos, Medrano, Hurtado y Contreras bajaron por la portezuela izquierda. Daniel Tamayo, por su parte, murió casi en seguida. Hurtado y Contreras, en contraste, alcanzaron a correr hacia el puente de Guanajuato, aunque el primero expiraría, desangrado, al poco tiempo, recargado en uno de los pilares del viaducto.

Estado en el que quedó el volante del automóvil. Alcanza a verse el cadáver de Villa. Fotografía mejorada por la autora.

El Dodge, ya fuera de control, impactó un fresno que estaba frente a la casa vecina a los cuartos. La defensa quedó torcida y el fanal y la salpicadera izquierda se rompieron. El impacto impulsó el coche y lo desvió hacia el centro de la calle, donde permaneció. Entre tanto, aunque muy malherido, Rafael Medrano se ocultó entre los neumáticos y disparó hasta que se le agotaron las municiones. No le fue factible recargar su pistola a causa de la debilidad provocada por el desangramiento, así que determinó fingirse muerto.

Estado en el que quedó el automóvil en el que viajaba el general Villa cuando fue asesinado. El cadáver que se observa en la imagen es de su secretario, Miguel Trillo. Fotografía cortesía de Relatos e historias en México.

Al cabo de poco más de tres minutos, la balacera finalizó. Habían sido disparados casi ciento cincuenta tiros, entre las pistolas y rifles de los homicidas. Una auténtica lluvia de proyectiles. Doroteo Arango, exánime y lleno de sangre, yacía recostado con el lado diestro del rostro recargado en el asiento y la mano siniestra sobre la barriga. En su cuerpo había proyectiles de distintos calibres, incluyendo dos en la cabeza y uno expansivo que le abrió el pecho y le dejó el corazón despedazado. Así fue asentado en el informe de la autopsia, que fue realizada en el hotel Hidalgo, propiedad del difunto general.

Otro ángulo del asesinato, con sendas leyendas en los cuerpos sin vida de Villa y de Trillo. Imagen ampliada por la autora.

El dictamen pericial estuvo listo esa misma noche. Únicamente fueron embalsamados los cadáveres de Villa y de Trillo. Por su parte, el rotulista Alfonso Bravo Herrera sacó unas mascarillas de yeso de los rostros del caudillo y de su secretario, que fueron expuestas en las oficinas de la redacción del periódico local El Martillo, y poco después enviadas a la capital de la república.

A los pocos días, en la parroquia de San José, el párroco Miguel Ramos celebró las exequias. La ceremonia fue presidida por el general Eugenio Martínez, jefe de las operaciones en Chihuahua y compadre del caudillo; su hermano Hipólito Villa y el coronel Félix C. Lara, jefe de la guarnición de la plaza, quienes escoltaron el ataúd.

Especial del diario El siglo, el primero que dio la noticia de la muerte de Villa.

En vida, Villa había mandado edificar un mausoleo en el Panteón de Regla, en la capital de la entidad chihuahuense, para que sus restos reposaran allí. Pero eso no fue posible debido a que el panteón fue previamente clausurado. En consecuencia, el cadáver acribillado fue sepultado en el cementerio municipal de Parral.

Primera plana del conocido periódico capitalino Excélsior, en el que se dio a conocer la muerte de Pancho Villa.

La noticia de la muerte violenta de Villa se difundió cual reguero de pólvora por la República entera, y también apareció en diarios locales, naciones y extranjeros. En Estados Unidos, por ejemplo, casi todos los periódicos hablaron sobre el asesinato en primera plana. También en Europa se publicó al respecto. En Madrid, La Voz publicó que Villa había sido “el terror de los campos mexicanos”, al cual se le imputaban “crímenes y excesos de toda índole” –como nota nuestra, una significativa porción no sólo fueron meras acusaciones–. El Heraldo, también en la capital de la madre patria, asentó que Pancho Villa ya había abandonado su vida de aventuras, pero añadió que, como reza el refrán, “quien siembra vientos es natural que recoja tempestades”.

Primera plana del periódico La Patria, del mismo día del asesinato de Villa, que da fe de lo ocurrido. En uno de los subtítulos se menciona el móvil de la venganza.

La mayoría de los mexicanos, en términos generales, reaccionó con sorpresa al enterarse de que el cabecilla había sido acribillado. Algunos se regocijaron por su muerte, debido a que lo consideraban –no sin fundamento, en honor a la verdad, ya que su fama de bárbaro y sanguinario había sido bien granjeada– un bandido y un asesino de primer orden, y que en el tiroteo habían quedado vengados los inermes habitantes de innumerables localidades que habían sufrido su brutalidad y su fiereza. Para otros, por el contrario, el general había sido un héroe revolucionario genuino, cuyo fatal desenlace había que lamentar y llorar.

Es preciso mencionar que, independientemente de si se trató de un mero ajuste de cuentas de índole personal o si hubo una orden directa de los altos mandos del gobierno mexicano –lo cual, de acuerdo con algunos autores, es lo que sucedió, ya que el primer mandatario toleró o promovió planes para matar al duranguense–, lo cierto es que el asesinato de Pancho Villa fue perpetrado con la doble complicidad de las autoridades locales y federales. Éstas, a todas luces, deseaban quitarlo del camino e impedir que el connotado revolucionario encabezara, en 1924, un levantamiento militar que pusiera en peligro las elecciones presidenciales de aquel año. Y no fue descabellado haberlo visto bajo aquella óptica porque, en efecto, Obregón impuso a su lugarteniente predilecto para sucederlo en la silla del águila: su coterráneo Plutarco Elías Calles.

A fin de cuentas, tal había sido también el objetivo de la rebelión delahuertista: evitar que el segundo sonorense ascendiera al poder por mandato de su antecesor. Sin embargo, a diferencia del homicidio de Villa, que salió a pedir de boca para sus fautores y promotores, el levantamiento de don Adolfo no concluyó bien.

Ahora bien, Jesús Salas nunca dejó de reconocer su responsabilidad material, y aun intelectual, en el asesinato. Prueba de ello reside en los siguientes párrafos, pertenecientes a una carta suya al general Abraham Carmona y citada por Friedrick Katz en la revista Alquimia:

Jesús Salas Barraza, principal asesino de Francisco Villa. Nunca rehuyó su responsabilidad en lo acontecido. Fotografía original del INAH, mejorada y editada por la autora para esta entrada.

“Usted recuerda, mi buen amigo, que muchas veces en conversaciones íntimas que tuvimos cuando estuvo entre nosotros, le relaté con algunos pormenores el sinnúmero de crímenes cometidos por este bandido; entre ellos, ya que prolijo sería enumerar uno a uno los perpetrados en su larga vida de infamia, el siguiente: haber dinamitado una planta eléctrica que costó medio millón de pesos, en Magistral de este estado, dejando en la más completa miseria a más de mil familias que se mantenían con su honrado trabajo en dicha negociación, asesinando de vil manera y con lujo de crueldad a un honrado empleado como lo era Catarino Smith, a quien yo quería como a un hermano. ¿El por qué me erigí en vengador? lo sabe usted de sobra, pues siendo diputado al Congreso Local de esta entidad, representante del distrito de El Oro, en donde con más saña atacó Villa a sus habitantes, natural es que haya dado este paso de importante trascendencia para mi Patria” (Katz, p. 52).

La prensa mexicana dejó de interesarse por la muerte de Villa en muy poco tiempo. Las publicaciones sobre lo ocurrido dejaron de aparecer. Ni el presidente Obregón ni su secretario de Gobernación –que no era otro que el mismo Calles– demostraron mayor atención o preocupación al respecto. Y, hasta cierto punto, era comprensible: un adversario suyo había sido erradicado. En adición, para el momento de su deceso, Villa carecía ya, en sí, de relevancia política o militar, y sus seguidores más leales habían fallecido o lo habían dejado. Tampoco hubo alzamientos ni protestas a raíz de los acontecimientos en Parral.

Antigua tumba de Villa en Parral, Chihuahua, al poco tiempo de su inhumación. Instantánea mejorada por la autora.

Para el lector que desee ver una recreación histórica acertada de los hechos narrados en esta entrada, recomendamos el fragmento correspondiente de la serie Senda de gloria (1987), dirigida por Raúl Araiza y producida por Ernesto Alonso, el “Señor Telenovela” para Televisa. El revolucionario de Durango fue interpretado por el actor Guillermo Gil, ya fallecido.

Como último dato, los restos mortales del general Villa fueron trasladados al Monumento a la Revolución el 20 de noviembre de 1976.

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Fuentes y bibliografía:

Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (2023). Pancho Villa. Semblanza biográfica. Gobierno de México. https://inehrm.gob.mx/es/inehrm/villa

Katz, F. (2013). El asesinato de Pancho Villa. Alquimia, (47), 50–59. Recuperado a partir de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/alquimia/article/view/1286

Mendoza, R. (21 de mayo de 2024). La verdadera historia detrás del asesinato de Pancho Villa. Revista Muy Interesante (Digital). https://www.muyinteresante.com.mx/historia/39138.html

Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (20 de julio de 2023). Seis datos interesantes sobre la muerte de Francisco Villa. A cien años de su trágico fallecimiento. Gobierno de México. https://www.gob.mx/siap/articulos/seis-datos-interesantes-sobre-la-muerte-de-francisco-villa


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