Se le considera el dios del Modernismo literario en México. Perteneció a una familia de clase media. Sus padres fueron Manuel Gutiérrez de Salceda Gómez y María Dolores Nájera Huerta. Fue escritor y periodista durante toda su vida. Inició su carrera a los trece años, escribió poesía, impresiones de teatro, crítica literaria y social, notas de viajes y relatos breves para niños. El único libro que vio publicado en vida se tituló 𝘌𝘭 𝘋𝘶𝘲𝘶𝘦, una antología de cuentos a la que llamó 𝘊𝘶𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘍𝘳á𝘨𝘪𝘭𝘦𝘴 (1883). Gran parte de su obra apareció en diversos periódicos mexicanos bajo multitud de seudónimos: «El Cura de Jalatlaco», «El Duque Job», «Puck», «Junius», «Recamier», «Mr. Can-Can», «Nemo», «Omega», que utilizaba para publicar distintas versiones de un mismo trabajo, cambiando la tu firma y jugando a adaptar el estilo del texto según la personalidad de que le proveía su firma.
Gustó de lo afrancesado y de lo clásico, habitual entre los intelectuales mexicanos y la alta sociedad de su tiempo. Nunca salió de México y en pocas ocasiones de su ciudad natal, pero sus influencias fueron escritores europeos como Musset, Gautier, Baudelaire, Flaubert y Leopardi. Siempre anheló unir el espíritu francés y las formas españolas en su obra.
Su madre, ferviente católica empeñada en que su hijo fuera sacerdote, le impuso la lectura de los místicos españoles del Siglo de Oro y la formación en el seminario, influencia que se vio compensada por la fuerte corriente positivista de la sociedad de la época que pugnaba en sentido contrario. Gutiérrez Nájera abandonó el seminario a los pocos años, y lo cambió por sus lecturas de San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Fray Luis de León, autores que influirían en su obra, por los autores franceses del siglo y por la práctica cotidiana de la literatura en periódicos locales como 𝘌𝘭 𝘍𝘦𝘥𝘦𝘳𝘢𝘭𝘪𝘴𝘵𝘢, 𝘓𝘢 𝘓𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥, 𝘌𝘭 𝘊𝘳𝘰𝘯𝘪𝘴𝘵𝘢 𝘔𝘦𝘹𝘪𝘤𝘢𝘯𝘰 𝘰 𝘌𝘭 𝘜𝘯𝘪𝘷𝘦𝘳𝘴𝘢𝘭. En 1894 fundó, con Carlos Díaz Dufoo, 𝘓𝘢 𝘙𝘦𝘷𝘪𝘴𝘵𝘢 𝘈𝘻𝘶𝘭, publicación que lideró el modernismo mexicano durante dos años.
Cinco centavos: un cuento de Patricia Rogel Benítez – «Aquella mañana, tenía dos opciones»
Cada día nos levantamos sin imaginar lo que nos deparará el destino, no tenemos ni la más remota idea de lo que pasará, hasta que, al volver a la cama por la noche, recapitulamos los acontecimientos del día. Eso fue lo que me pasó a mí.
Ese parecía un domingo cualquiera, pero lo que voy a contar, marcó mi vida para siempre.
En aquella mañana, tenía dos opciones: quedarme en casa haciendo nada, o ir a escuchar misa, sobre todo hoy que recién había pasado mi cumpleaños.Hay que ser agradecidas, pensé. Este último año lo he librado con salud y trabajo, suficiente para sentirme tranquila.
Llegué a la iglesia caminando, observando el barrio donde vivo, un lugar tranquilo. Ese día circulaban pocos autos, los domingos son así: algunas mujeres mayores caminaban a paso lento para escuchar la misa dominical.
Justo al entrar al patio de la iglesia sonaron las campanas del último aviso. El padre Ignacio ya estaba listo en la puerta para recibir a una jovencita con su vestido de gala. Haría su primera comunión. La madre sonriente, por un lado; el padre con la cámara fotográfica por el otro.
Recordé ese tiempo cuando yo era niña.
Al entrar, busqué un lugar para sentarme. Todas las bancas estaban con dos o más personas, encontré un espacio en la cuarta banca del lado izquierdo.
Comenzó la participación musical del coro de la iglesia
¡Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del señor, ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén!
Los feligreses cantábamos a coro respondiendo a la invitación para celebrar la homilía.
Miré hacia al enorme vitral de la iglesia: una bella imagen de la Virgen del Sagrado corazón de Jesús, cristales multicolor adornaban el recinto, en el altar, la Virgen cargando al niño. A la derecha un cuadro grande de la Virgen de Guadalupe; junto a ella una bandera de México, pueblo guadalupano, creyente, respetuoso de la solemnidad de la misa y de los sacramentos, como el que la niña recibiría en esta ocasión.
Confieso que yo observaba la iglesia y no prestaba del todo atención a las palabras del padre. Mis ojos recorrían el lugar: una imagen de Jesús siendo bautizado por Juan el bautista, otra imagen de San Judas Tadeo… recorría con la mirada lo que disimuladamente podía observar. De pronto unos grandes ojos llamaron mi atención.
Era un niño que estaba en el lugar de adelante, en brazos de una niña. El pequeño, de unos dos años quizá, me miraba con sus ojos enormes y expresivos, tenía su carita sucia y las mejillas partidas de mugre. El cabello revuelto, rojizo, reseco, al igual que la niña que lo cargaba, todo indicaba que hacía tiempo esas caritas, esos cabellos, no tocaban ni el agua ni el jabón.
Intentaba escuchar la ceremonia, pero la inquietud del niño me distraía: se soltaba de los brazos de la niña que lo cargaba y ella lo dejaba sentarse en el suelo, el pequeño travieso se levantaba, hacía ruidos que llamaban la atención de los demás; la niña que estaba por recibir la comunión, sus padres, padrinos, e incluso el sacerdote, le miraban con gesto de enfado por el ruido que hacía.
La niña que cargaba al niño miraba a su alrededor, observando a la gente que los veía de reojo, rostros poco amables que hacían notar su malestar por los ruidos que los estaban distrayendo. Pero ella miraba hacia atrás, hacia la puerta de entrada del templo, como si buscara alguien.
¡Estate quieto! ¡Shhhh!», le decía la niña.
¿Su hermana? Quizás buscaba a la madre de ella y del niño que llegaría en cualquier momento.
El pequeño se subía peligrosamente a la banca, se bajaba, jugueteaba, corría inquietamente, mordisqueaba el respaldo manoseado y sucio, pero los ruidos seguían distrayendo a todos ahí sin que la niña lograra calmarlo.
De pronto, se hizo el silencio: el pequeño estaba sentadito sobre el cojín del reclinatorio, jugaba con algo.
Desde mi lugar, sólo veía la cabecita agachada mirando curioso algo que seguramente había encontrado en el piso.
La niña lo veía, pero también giraba su cabeza hacia la puerta de la entrada, su mirada cruzaba con la mía y con las demás personas que estaban junto a mí, agachando la cabeza cuidando al niño, pero quizá quien entraría por la puerta era de mayor interés para ella.
El pequeño subió a la banca, hincado, mirando hacia donde estábamos las tres personas detrás. ¡Oh no! el niño jugaba con una pequeña moneda de 5 o 10 centavos, se la ponía en la nariz, se la llevaba a la boca sin que la niña le dijera nada. Pensé para mí, “esta pobre criatura seguro encontró esa moneda en el suelo y la está chupando así, sucia”.
Iba a comentarle algo a la jovencita, pero me interrumpió la intervención del padre que daba su sermón sobre el evangelio. No era un buen momento.
El pequeño inquieto, bajó de la banca con la moneda en la boca. Se hizo un breve silencio, salvo por los ligeros murmullos que se escuchaban entre la oración de los presentes. Todo en calma, todo en paz.
Entonces se escuchó un ligero sonidillo: “hhhaaammmsss… hhhaaammmsss…”, una y otra vez.
Yo observé al niño que estaba recostado sobre el piso, haciendo muecas extrañas. Era él quien emitía el extraño sonido. “hhhaaammmsss…”.
Observé nerviosa lo que pasaba noté que el ruido era porque no podía respirar, y entonces dije en voz alta,
— ¡el niño se está ahogando!
Toda la gente miró hacia nosotros. La niña se agachó para levantarlo, el niño emitía un sonido de ahogamiento: “hhhaaammmsss”. Me acerqué a la otra banca para ayudar, le quité al niño de los brazos y metí mi dedo índice en su boca intentando buscar el objeto que se había tragado. Se hizo el caos, la gente se acercó, no lograba extraerle nada.
¡Un médico!, gritó alguien.
La gente gritaba.
¡ayúdenle, se está ahogando!
Otra persona dijo:
¡Se va a morir!
Alguien más gritó
¡Despejen, dejen que la mamá del niño le ayude, no estorben!
Pero no lograba sacarle nada. No había un médico en la iglesia, ni nadie que conociera de primeros auxilios.
El niño tenía los labios azules. Intenté darle respiración de boca a boca, pero no sabía cómo hacerlo. El padre se acercó y dijo a todos:
Tengan calma, ya hablamos a la Cruz Roja, llegara una ambulancia pronto.
Pero el niño boqueaba, agitaba los brazos, se esforzaba por respirar y sus ojos grandes se veían aterrados.
Miré a la niña, estaba llorando, le gritaba aterrada
Juanito, ¿Qué te pasa? No me asustes. ¡Ay diosito ayúdame!
Entonces la miré, con sus manos cruzadas implorando. Nadie ahí sabíamos que hacer y el niño se estaba ahogando.
Tome al niño en brazos y la mano de la niña, y dije a todos ahí, que alguien nos lleve a un hospital…
Si… (dijo una voz femenina). Que se lo lleven para que la misa pueda continuar.
El sacerdote se acercó otra vez para darle la bendición al niño…
Un hombre que salió no sé de dónde, ofreció su auto para llevarnos, entre el nerviosismo, fuimos hacia el auto de un perfecto desconocido, un hombre con lentes y bigote es todo lo que recuerdo.
Salimos como pudimos de la iglesia, esquivando a la gente.
¡Ay, pobre criatura, mira qué caras hace!, dijo una mujer mayor.
Mamá ¿ese niño se va a morir?, escuché decir a una niña.
El pasillo hacia la salida parecía eterno, todo transcurría como en cámara lenta.
El hombre al subir a su auto me preguntó:
¿A qué hospital vamos?
Al hospital del niño, está más cerca que la Cruz Roja, le dije.
¿Qué tiene Juanito, seño? me preguntó la niña.
A lo lejos escuchamos la sirena de la ambulancia.
Bajamos del auto, y enseguida los rescatistas tomaron al niño. El niño ya estaba inconsciente, escuchábamos que entre ellos murmuraban qué hacer, intentando reanimarlo, dando respiración cardio pulmonar, y nada.
Uno de los paramédicos dijo:
Nos vamos a la Cruz Roja, el niño tiene un atragantamiento, no debe esperar más, ¿Quién viene con el niño?
La niña, con la cara desencajada, levantó la mano.
Le dije a la niña:
Yo te acompaño.
Subimos a la ambulancia. Íbamos a toda velocidad. La sirena, la angustia, el llanto de la niña, el niño inmóvil; fueron momentos de mucha angustia. Nunca había visto unos ojos de terror como los de esa niña, parecían salir de sus cuencos, se mordía las uñas, se jalaba el suéter, miraba angustiada lo que hacían los paramédicos, la miré bien, lucía más flaca de lo que había observado en la iglesia, sus mejillas se veían hundidas, sus labios estaban secos.
Al llegar a la estación de la Cruz Roja los paramédicos bajaron de inmediato. Al bajar la niña me preguntó:
¿Qué le van a hacer?
Trata de calmarte, ellos lo atenderán, le dije.
El pequeño se perdió tras las puertas de urgencias, mientras una enfermera me preguntaba si yo era familiar del niño, a lo que señalé:
Ella viene con el niño.
Se apartaron, le hicieron varias preguntas que ella contestó sin que yo lograra escuchar nada. La enfermera le dijo que tomara asiento y esperara.
La niña lloraba angustiada. Yo la abracé, le dije:
Ten calma, ya lo están atendiendo.
¿Qué voy a hacer si se me muere? Me dijo acongojada.
¿Es tu hermanito?, le pregunté.
No, es mi hijo. Me respondió.
De pronto sentí una sensación helada por toda la piel. En su angustia y llanto se presentaron ante mí los rostros de la miseria, de la ignorancia, y del miedo.
¿Qué edad tienes? ¿Cómo te llamas? le pregunté.
Me llamo Alma tengo 15 años.
Me conmovió profundamente su expresión, mezcla de incertidumbre y pánico, mordía con nervios el puño de su suéter ya roído y sucio.
Pensé que era tu hermanito, te vi en la iglesia que mirabas constantemente hacia la puerta, ¿esperabas a alguien? ¿A tu mamá o alguien más que llegaría a la misa?, le pregunté.
No, esperaba al papá de mi niño, él me dijo que llegaría a la misa para darme dinero, lo estaba esperando en la puerta de la iglesia desde temprano pero no llegaba, ya no tengo dinero para darle de comer.
Unos minutos más tarde una enfermera dijo en voz alta:
Familiares de Juan Rojas.
Alma se acercó y entró rápidamente.
Me levanté para preguntarle a la enfermera que pasaba con el niño.
Todavía no terminan, si es necesario le abrirán la garganta. Pobrecito bebé, muestra signos de desnutrición, y la mamá otro tanto, ¿Eh? ¿Usted los conoce?
Le respondí que no. Le expliqué que estábamos en la iglesia, cuando el niño se atragantó con la algo.
Sí, me dijo. La mamá le dio una monedita para que se quedara calladito, eso me dijo. Qué muchachita, mire que darle una moneda a un bebé para que se quede quieto, ¿Qué no piensa?
Se esfumó con su sentimiento de enfado. No hice ningún comentario a sus palabras frías, no comprende que Alma es casi una niña.
Media hora más tarde salió Alma, llorando en silencio. Me acerqué enseguida para preguntarle que pasaba.
Se me murió, se ahogó, me dijo el doctor. Se ahogó por la moneda que yo le di, se le atoró en la garganta y ya no pudo respirar, se murió, yo tuve la culpa.
Intenté darle un abrazo, pero no me dejó. Entre su llanto había una mirada de dolor y enfado.
Esa moneda, esa moneda era todo el dinero que llevaba y mató a mi bebé, a mi Juanito mechudo, a mi niñito que quería galletas y yo no tenía dinero, él iba a llegar para darme dinero, para comprarle leche y comida.
Se soltó llorando con miedo.
¡Yo qué iba a saber que se comería esa moneda!
Sentí un vértigo de emociones, fue un golpe en seco a mi estómago, una indignación por la miseria humana, por la irresponsabilidad del padre, por la ignorancia de la madre, por la indolencia de todos, por la vida vulnerable de un niño pequeño. Una vida corta, sin destino.
¡Alma… pobre niña! un alma pobre, ignorante, un alma sola, con hambre, con miedo y con furia.
Mientras le entregaban el cuerpecito de Juanito, caminé con ella en la calle, miramos las nubes, después sus zapatos rotos y su suéter luido.
Llorando le dije:
Ven Alma, hay
mucho por hacer
Pensé en silencio: El dolor de una sola persona, debería ser el dolor de todos.
Patricia Rogel Benítez, mexicana, contadora pública y amante de la lectura. Fundadora de “El Club de la Lectura” de divulgación literaria, con más de 43 mil miembros de todo el mundo y miembro del consejo editorial del Podcast “El Buen Cruel”.
La única novela escrita por el escritor irlandés, Oscar Wilde, quien tuvo una prolífica obra como dramaturgo y cuentista.
Esta obra es una novela filosófica que representa la obsesión sobre el poder de la juventud y la belleza. Es, al mismo tiempo, una reflexión sobre la naturaleza del arte y la estética.
Publicada por primera vez en 1890, «El retrato de Dorian Gray», narra la amistad y experiencias entre el pintor Basil Hallway luego de que retrata a Dorian Gray. La obra comienza con un prefacio filosófico que bien vale analizar.
«El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor».
Posteriormente, en el primero y segundo capítulos está la clave de toda la trama. Lord Henry Wotton induce al joven y apuesto Dorian Gray al hedonismo y le abre los ojos ante la brevedad de la juventud. Basil imprime en el lienzo su obsesión y adoración por la belleza de Dorian y lo baña en halagos. Inquieto por aquellas ideas, Dorian Gray se entristece al ver el retrato terminado:
«–Sentémonos a la sombra –dijo lord Henry–. Parker nos ha traído las bebidas, y si se queda usted más tiempo bajo este sol de justicia se le echará a perder la tez y Basil nunca lo volverá a retratar. No debe permitir que el sol lo queme. Sería muy poco favorecedor». «¡Qué triste resulta! ―murmuró Dorian Gray, los ojos todavía fijos en el retrato―. Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será joven. Nunca dejará atrás este día de junio… ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría…, ¡daría cualquier cosa por eso! ¡Daría el alma!» «La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted».
Poco después, el pintor Basil Hallway envía el retrato a casa de Dorian, al sentir que había puesto demasiado de su alma en él, y que, por lo tanto, era incapaz de destinarlo a una exposición. Dorian Gray se enamora de la joven y bella actriz Sibyl Vane. Desde que la conoce, asiste todas las noches al teatro para verla actuar en diferentes obras, todas ellas de Shakespeare. El joven decide invitar a sus amigos, Basil y lord Henry, al teatro para que la conozcan. Pero aquella noche, Sibyl actúa pésimamente en el rol de Julieta, haciendo que la mitad del público, incluyendo a los invitados de Dorian, se retirasen antes de terminar.
Dorian visita a Sibyl tras bastidores después de la función y le reclama. Sibyl, le explica que, al haber conocido el verdadero amor, no lograba representarlo mediante personajes falsos, menos personificados por malos actores. El joven, furioso, le dice que con esa mala actuación había matado su amor, y termina la relación abruptamente.
Ya en su casa, Dorian se detiene a observar con atención su retrato. Al fijar la mirada, nota un cambio casi imperceptible en el canto de la boca: parecían las marcas de una sonrisa cruel. Es la primera vez que sospecha que su deseo podría haberse convertido en realidad. Con miedo de las consecuencias, esconde el cuadro.
«Después de quitarse la flor que llevaba en el ojal de la chaqueta, pareció vacilar. Finalmente regresó a la biblioteca, se acercó al cuadro y lo examinó con detenimiento. Iluminado por la escasa luz que empezaba a atravesar los estores de seda de color crema, le pareció que el rostro había cambiado ligeramente. La expresión parecía distinta. Se diría que había aparecido un toque de crueldad en la boca. Era, sin duda, algo bien extraño».
Al día siguiente, Dorian lamenta lo sucedido, y decide disculparse con Sibyl y cumplir su promesa de casamiento. Pero, en una visita, lord Henry le comenta que Sibyl ha muerto. En efecto, la joven se suicida al beber un vaso con materiales tóxicos, lo que despierta la sed de venganza de su hermano, James Vane.
Para consolar a Dorian, lord Henry le presta un libro sobre los pecados del mundo en diferentes épocas. El protagonista era un “parisino con temperamento romántico y científico extrañamente combinados”, y “contenía la historia de su vida, escrita antes de que él la hubiera vivido.”
Dorian tomó el libro como un manual. Entre tanto, los estragos físicos de su estilo de vida y sus acciones, cada vez más viles, eran absorbidos por su retrato, guardado a llave en el sótano. Hasta los 38 años, Dorian había logrado mantener su inmaculada belleza y juventud, con la cual provocaba a los otros a disfrutar del placer sin consecuencias, arrastrándolos hacia su ruina final.
«Dejándose caer sobre una silla empezó a pensar. De repente, como en un relámpago, se acordó de lo que dijera en el estudio de Basil Hallward el día en que el pintor concluyó el retrato. Sí; lo recordaba perfectamente. Había expresado un deseo insensato: que el retrato envejeciera y que él se conservara joven; que la perfección de sus rasgos permaneciera intacta, y que el rostro del lienzo cargara con el peso de sus pasiones y de sus pecados; que en la imagen pintada aparecieran las arrugas del sufrimiento y de la meditación, pero que él conservara todo el brillo delicado y el atractivo de una adolescencia que acababa de tomar conciencia de sí misma. No era posible que su deseo hubiera sido escuchado. Cosas así no sucedían, eran imposibles. Parecía monstruoso incluso pensar en ello. Y, sin embargo, allí estaba el retrato, con un toque de crueldad en la boca».
Con el tiempo, Dorian gana una terrible reputación. Tras años sin verlo, el pintor Basil Hallway recrimina a Dorian ante los comentarios de la gente. Dorian le dice que es su culpa y lo lleva a ver el cuadro. Basil se horroriza ante la terrible imagen y arrastra a Dorian al escritorio para rezar por su absolución. Pero Dorian, tras un impulso irresistible, apuñala a Basil a traición.
«En una ocasión, alguien que le había amado apasionadamente le escribió una carta que concluía con esta manifestación de idolatría: «El mundo ha cambiado porque tú estás hecho de marfil y oro. La curva de tus labios vuelve a escribir la historia». Aquellas frases le volvieron a la memoria, y las repitió una y otra vez. Luego su belleza le inspiró una infinita repugnancia y, arrojando el espejo al suelo, lo aplastó con el talón hasta reducirlo a astillas de plata. Su belleza le había perdido, su belleza y la juventud por la que había rezado».
Dorian se deshace de todas las pruebas que lo incriminan. Meses más tarde, con la conciencia intranquila, decide dar un último paso para su liberación: matar la obra y «todo lo que significaba». Así, toma el puñal con el que había matado a Basil y atraviesa el lienzo. Dorian cae al suelo dando grandes alaridos. Cuando los criados suben a la habitación, el cuerpo de un viejo yace en el suelo con un puñal en el corazón.
«En el interior encontraron, colgado de la pared, un espléndido retrato de su señor tal como lo habían visto por última vez, en todo el esplendor de su juventud y singular belleza. En el suelo, vestido de etiqueta, y con un cuchillo clavado en el corazón, hallaron el cadáver de un hombre mayor, muy consumido, lleno de arrugas y con un rostro repugnante. Sólo lo reconocieron cuando examinaron las sortijas que llevaba en los dedos».
Esta bella obra representa una tensión entre la moral y el hedonismo. Pero esta no es la única cuestión, ni se presenta aisladamente. Wilde convierte el retrato de Dorian Gray en un símbolo del arte como espejo de las acciones de los hombres. De manera que el efecto estético: el amor por la belleza física aparece acompañado de una significación moral, a la cual seguirá la autoconciencia.
«Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza». (Prefacio).
¿Qué representa Dorian? Representa el exceso del esteticismo y del hedonismo. ¿Qué lo impulsa?
A Dorian Gray se le plantea este conflicto existencial desde que tiene conocimiento de la muerte inminente, pero es lord Henry quien despierta en él el horror a la muerte y, más aún, a envejecer… El proceso al que asistimos con el personaje de Dorian Gray es, ciertamente, un proceso de envilecimiento impulsado por el temor ante la muerte inevitable, pero sobre todo ante la pérdida de la belleza, fuente de su poder e influencia social. Así pues, Wilde introduce una cuestión compleja: el poder simbólico que deriva de la relación entre la belleza y la juventud.
Dorian Gray, cuya belleza y juventud despierta la admiración de todos, desdibuja su humanidad sin que nadie pueda percibirlo.
Por medio de la reflexión estética, Oscar Wilde logra interrelacionar la moral, el hedonismo, el poder, la juventud, la belleza y la condición humana y psicológica en una pieza maestra, una obra de arte por excelencia, un clásico de la literatura universal.
«El artista es creador de belleza. Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte». (Prefacio).
*La escritora mexicana Laura Esquivel y su novela «Como agua para chocolate», una bella y melancólica historia, llena de referencias de la cultura mexicana.
Publicada en 1989, «Como agua para chocolate» es una novela de realismo mágico y ficción histórica, con un título que se ha vuelto un clásico.
La historia se desarrolla a inicios del siglo XX, durante la revolución mexicana, en el norte del país, en la casa de una familia adinerada en la que el padre ha muerto.
Laura Esquivel nos cuenta la vida de Josefita “Tita”, la menor de las tres hijas, de doña Elena de la Garza, una viuda dura, difícil y poco amorosa que le ha conferido una severa sentencia a su hija más pequeña. Una costumbre familiar y social injusta que le rompe el corazón a la pobre de Tita.
«Indudablemente, tratándose de partir, desmantelar, desmembrar, desolar, destetar, desjarretar, desbaratar o desmadrar algo, Mamá Elena era una maestra».
«Como agua para chocolate», además de describirnos la vida de una familia tradicional, Laura Esquivel trae a la obra la gastronomía mexicana con doce recetas a lo largo de la historia de Tita, sus dos hermanas, su madre, su nana y algunos caballeros involucrados con ellas.
Cada capítulo hace referencia a un mes del año, describiendo una elaboración en la cocina, algo tan real como importante, ya que cada platillo preparado en la cocina hace que Tita cruce el límite entre lo real y lo fantástico.
Realismo mágico y gastronomía mexicana, una exquisita combinación que hace de «Como agua para chocolate» una novela fascinante.
Desde su nacimiento Tita está en la cocina, ahí comienza su vida, entre los vapores de los caldos de gallina, entre el olor del ajo y la cebolla, el café reciente tostado, y los aromas de los postres con un toque de canela y miel.
«La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera, los sabores y olores de la casa materna».
Pero Tita ve truncados sus anhelos de formar una familia, su vida se ha reducido al cuidado de su madre y en ayudar en los quehaceres de la casa, entre ellos cocinar para la familia.
«Inclusive se convertían en motivo de diversión, a tal grado que durante su niñez Tita no diferenciaba bien las lágrimas de la risa de las del llanto. Para ella reír era una manera de llorar».
Gracias a que su nana Nacha, Tita sobrevive a su suerte, Nacha le enseña todos los secretos de su arte y habilidad en la cocina, es así como Tita encuentra en la cocina un espacio para ser feliz y darse algunos breves respiros de la opresión materna.
«Necesito una respuesta en este momento, el amor no se piensa, se siente o no se siente».
En la boda de su hermana, Tita cocina el pastel de bodas, es un momento de profunda tristeza para ella, sus lágrimas caen en la masa y quienes lo comen se contagian de la melancolía con que Tita preparó aquel pastel, como si la comida quedara impregnada del sentimiento por el que ella está atravesando.
«Cuando se habla de comer, hecho por demás importante, sólo los necios o los enfermos no le dan el interés que merece».
Otra de sus experiencias en la cocina, es el gusto con que Tita cocina y elige cuidadosamente cada uno de los ingredientes, reflejando su amor y sentimiento en unas deliciosas codornices en salsa de pétalos de rosa, la emoción y deseo reflejados en la cocina, que se transmite en los comensales que degustan fascinados del arte culinario de Tita, esto trae como consecuencia, la intrépida huida de Gertrudis con un revolucionario de quien se enamora, cabalgando desnuda a pelo de caballo, luego de haber probado las codornices, que fueran la causa de esa decisión arrebatada.
«Este, es un placer de los dioses».
Pocas cosas son tan tradicionales como la cocina de un lugar o una cultura. Más aun la de las recetas familiares que alimentan a generaciones y son más que pasos a seguir. Se convierten en un ritual que conlleva responsabilidades y obligaciones específicas, para lograr el resultado final: el deleite, la degustación de aquella elaboración culinaria que ha sobrevivido generación tras generación.
Estas tradiciones son los extremos de la novela, por esas tradiciones familiares, Tita odia y ama, llora y ríe, se resigna y se va, se afianza y pierde la razón, vive y muere. Las tradiciones familiares la mantienen oprimida y triste, mientras que las tradiciones culinarias le proveen de felicidad y de una verdadera familia con las mujeres que la crían y acompañan, como la nana Nacha, la cocinera, su hermana Gertrudis, y Chencha, la empleada doméstica. Ellas son su verdadera familia y la cocina es su vida y amor, que le permiten acercarse a todo lo que no le permiten tener.
«Como agua para chocolate» es una novela llena de acontecimientos memorables, acompañadas de platillos deliciosos. Algunos de estos momentos son sencillos y cotidianos, en medio de la tranquilidad de la cocina de una casona, otros, más peculiares y fantásticos.
«El secreto de la existencia humana no consiste sólo en poseer la vida, sino también en tener un motivo para vivir. El hombre que no tenga una idea clara de la finalidad de la vida preferirá renunciar a ella, aunque esté rodeado de montones de pan y se destruirá a si mismo antes que permanecer en este mundo».
«Como agua para chocolate» es una historia melancólica, la difícil situación de una mujer que se consume entre las costumbres de su familia, el respeto por la figura materna, el dolor tras las resignación y el amor que sobrevivió a una suerte desdichada, en medio de esa dura decisión que le cambio la vida hasta destrozarla.
«Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca».
De sencilla lectura, Laura Esquivel nos cuenta, como Tita, vive sus tormentos, sus amoríos y la relación con su familia, todo entre los fogones de una vieja cocina donde se traduce la pasión y el amor reprimidos por la dura moral de una familia mexicana.
* «Llamadme Ismael. Hace unos años —no importa cuánto hace exactamente—, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda».
Este es, sin duda, uno de los comienzos más famosos de la historia de la literatura, una frase épica, de gran fuerza, que engancha al lector desde sus primeras líneas. Es así como Herman Melville escribió una de las piezas fundamentales de la Literatura Universal, tanto por lo que cuenta como por todo lo que sugiere, pero en su momento supuso para el autor un fracaso total y aún hoy resulta bastante difícil de leer sin un propósito firme. Quizá por eso sea una de las obras más versionadas, con innumerables adaptaciones al mercado infantil, un musical de Nueva York y varias películas, tanto de animación como de imagen real.
En la mayoría de ellas han desaparecido los largos pasajes que dedica Melville a la vida dentro de los barcos balleneros y la trama se centra en la aventura y en la persecución enfermiza del cachalote, pasajes que resultan mucho más entretenidos. Pero concentrándonos en la obra literaria, «Moby Dick» narra la travesía del barco ballenero Pequod por el océano Atlántico, el Índico y el Pacífico. En el libro se cuentan varios sucesos como las distintas cazas que se realizan, encuentros con otros barcos, tifones y finalmente el encuentro con la razón del título del libro, el famoso cachalote Moby Dick. Además de que se describen varios aspectos concernientes a la caza de ballenas, los cachalotes en sí, la extracción del aceite y el espermaceti (sustancia que se encuentra en la cabeza del cachalote y que se utilizaba para fabricar velas y productos cosméticos), la obra de Melville describe con maestría los tipos de ballenas que se conocían hasta el momento y varias actividades o situaciones que ocurrían a bordo de los barcos balleneros. * «Era un barco pequeño más bien y con aspecto descuidado, todo él lleno de dibujos y relieves grotescos, que el capitán Peleg había mandado durante muchos años. Parecía un trofeo ambulante».
Los personajes que se presentan son todos importantes para la historia. Desde el capitán Ajab hasta el narrador Ismael. Sin embargo, a mi parecer, el libro deja muchos personajes como Dagoo, Tashtego, Dough-boy y otros más, sin desarrollar. No negaré que el libro tiene muy buenos personajes, de los cuales, Melville explica su trasfondo y desarrollo a lo largo del viaje, pero me parece que la obra pudo haber pasado más tiempo explorándolos en lugar de explayarse tanto en asuntos relacionados a las ballenas y a su caza. * «Permítanos hablar, aunque mostremos todos nuestros defectos y debilidades: porque ser consciente de ello y no esconderlo es una señal de fortaleza».
La trama es sin duda muy interesante, de una prosa limpia y maravillosamente descriptiva, al grado de conseguir sentir de cerca a la gran ballena, y el ambiente marino, las necesidades a bordo y por fin encontrarse con Moby Dick, luego de atravesar el Atlántico hasta llegar al cabo de Buena Esperanza, navegar por el océano Índico y finalmente llegar al Pacífico.
* «¿Hemos de seguir persiguiendo a ese pez asesino hasta que hunda al último hombre? ¿Nos ha de arrastrar al fondo del mar?»
135 capítulos en una travesía a bordo de un barco ballenero, con el capitán Pequod, comandado por el capitán Ahab, junto a Ishmael y el arponero Queequeg en la obsesiva y autodestructiva persecución de un gran cachalote blanco, en el que autor divaga sobre su visión del mundo y su filosofía, lo anterior, aunado al lenguaje naval empleado.
* «Existe algunos momentos y ocasiones extrañas en este complejo y difícil asunto que llamamos vida, en que el hombre toma el universo entero por una broma pesada, aunque no pueda ver en ella gracia alguna y esté totalmente persuadido de que la broma corre a expensas suya». Obra de profundo simbolismo. «Moby Dick», una original obra que contiene una poderosa obsesión, miedos, fortaleza, venganza, racismo, y desde luego una aventura marina sin precedentes que hacen a esta novela merecedora del estatus de clásico de la Literatura.
«Moby Dick» de Herman Melville. Novela de ficción y aventuras. Un clásico de la la literatura universal.
En los bosques chilenos el joven Neruda se perdía siguiendo el rastro de su propia curiosidad. Las sorpresas de los animales y la naturaleza, las playas y los vientos alimentaban los primeros versos de su poesía. Pero lo más valioso que encontró fue su propio paisaje, fue un poeta de la naturaleza. Como ocurrió con otros de sus contemporáneos, por ejemplo, García Márquez o Mario Vargas Llosa; la figura paterna se opuso a sus inclinaciones literarias. En una época en la que ser poeta era sinónimo de bohemia y pobreza orgullosa, Neruda tuvo que vender muebles y otras posesiones para financiar su primera auto publicación. «En 1923 se publicó ese mi primer libro: Crepusculario. Para pagar la impresión tuve dificultades y victorias cada día. Mis escasos muebles se vendieron. A la casa de empeños se fue rápidamente el reloj que solemnemente me había regalado mi padre, reloj al que él le había hecho pintar dos banderitas cruzadas. Al reloj siguió mi traje negro de poeta. El impresor era inexorable y, al final, lista totalmente la edición y pegadas las tapas, me dijo con aire siniestro: “No. No se llevará ni un solo ejemplar sin antes pagármelo todo”. El crítico Alone aportó generosamente los últimos pesos, que fueron tragados por las fauces de mi impresor; y salí a la calle con mis libros al hombro, con los zapatos rotos y loco de alegría.” Del libro «Confieso que he vivido» Hombre de convicciones, Pablo Neruda no dejaba indiferente a nadie. Despertó filias y fobias a partes iguales. Tras la experiencia de la guerra en España, de regreso a Chile abrazó la causa comunista y se implicó en la vida política del país. Su posición combativa lo convirtió en blanco de una persecución que lo empujaría a la clandestinidad, y más tarde al exilio. Como un auténtico polizón, consiguió escapar cruzando a caballo el bosque austral que separa Chile de Argentina. «Como nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos los signos más débiles de la orientación. No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata ——eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando más bien—el derrotero de mi propia libertad. Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino». (Confieso que he vivido). Amó profundamente a su país y a su continente, llevó con orgullo durante toda su vida la etiqueta de poeta chileno y latinoamericano. En su «Canto General» surca el vasto imaginario sudamericano, desde las civilizaciones precolombinas hasta las luchas contemporáneas. Pablo Neruda le escribió al amor de la mejor forma, sus libros de poemas «Veinte poemas de amor y una canción desesperada» y «Cien sonetos de amor», son la mejor muestra de una sensibilidad desbordada.
SONETO XVII No te amo como si fueras rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego: te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma. Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores, y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de la tierra. Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres, tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía, tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.
Pablo Neruda fue un hombre agradecido con quien lo apoyo desde su más tierna infancia, muestra de ello es la poesía que escribió a su madre adoptiva Trinidad Candia Marverde, quien lo cobijó desde que tenía 2 años:
LA MAMADRE La mamadre viene por ahí, con zuecos de madera. Anoche sopló el viento del polo, se rompieron los tejados, se cayeron los muros y los puentes, aulló la noche entera con sus pumas, y ahora, en la mañana de sol helado, llega mi mamadre, doña Trinidad Marverde, dulce como la tímida frescura del sol en las regiones tempestuosas, lamparita menuda y apagándose, encendiéndose para que todos vean el camino. Oh dulce mamadre «nunca pude decir madrastra», ahora mi boca tiembla para definirte, porque apenas abrí el entendimiento vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro, la santidad más útil: la del agua y la harina, y eso fuiste: la vida te hizo pan y allí te consumimos, invierno largo a invierno desolado con las goteras dentro de la casa y tu humildad ubicua desgranando el áspero cereal de la pobreza como si hubieras ido repartiendo un río de diamantes. Ay mamá, ¿Cómo pude vivir sin recordarte cada minuto mío? No es posible. Yo llevo tu Marverde en mi sangre, el apellido del pan que se reparte, de aquellas dulces manos que cortaron del saco de la harina los calzoncillos de mi infancia, de la que cocinó, planchó, lavó, sembró, calmó la fiebre, y cuando todo estuvo hecho, y ya podía yo sostenerme con los pies seguros, se fue, cumplida, oscura, al pequeño ataúddonde por primera vez estuvo ociosa bajo la dura lluvia de Temuco.
El gran poeta recibió el Premio Nobel de Literatura 1971 «por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente». Extraordinario.
Hace 123 años, nació Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry, un 29 de junio de 1900. Creador de “El Principito”.
La noche del 31 de julio de 1944, en Córcega, era visto por última vez, antes de despegar de una base aérea en un avión P-38 y más tarde desaparecer. El misterio de lo que pudo suceder al escritor durante aquella misión fue motivo de múltiples teorías durante seis décadas, hasta que en 1998, el pescador Jean-Claude Bianco hizo una captura rutilante al sureste de Marsella: una pulsera identificativa de plata que llevaba el nombre del autor, de su mujer y de su editorial en New York. La autenticidad de la pieza fue cuestionada, y aquí entra en escena una parte determinante en la historia que sigue: los herederos de Saint-Exupéry, que llegaron a acusar a Bianco de fraude.
Se trataba de un indicio de que el avión podría estar cerca, hundido en el Mediterráneo. Sin embargo, ni el gobierno francés ni la familia de Saint-Exupéry le creyó en ese entonces. Temían que por el lugar donde se encontró el brazalete, muy lejos de donde se suponía que debía volar, el autor se hubiera suicidado.
Quien sí le creyó al pescador fue Luc Vanrell, un buzo francés quien decidió investigar y finalmente resolvió un misterio, aunque unos cuantos años más tarde.
En 2000 se calzó el traje de buceo y documentó decenas de pecios de aeronaves en la zona hasta dar con lo que era inequívocamente un P-38. Cándidamente, Vanrell pensaba que la autorización para investigar los vestigios llegaría con facilidad y urgencia ante la posible resolución de un episodio histórico de tal magnitud. Pero se equivocó. El gobierno francés tardó tres años en conceder el permiso, y solo lo hizo cuando otros equipos y cámaras de televisión comenzaron a merodear por el yacimiento.
La causa de este bloqueo fue, una vez más, la influencia de la poderosa familia de Saint-Exupéry. Pero cuando en 2003 los restos del avión fueron por fin examinados y recuperados, pudo confirmarse inequívocamente que aquel era el P-38 que Saint-Exupéry pilotaba el último día de julio de 1944.
Un día después de que desapareció misteriosamente del radar, una mujer reportó lo que parecía haber sido la caída de un avión cerca de Tolón, y días después se encontró un cadáver al sur de Marsella. A pesar de que no se identificó el cuerpo, se podían ver insignias francesas en la ropa. Aquel aviador anónimo fue enterrado en una fosa común en la localidad de Carqueiranne. Por entonces, una mujer dijo también haber presenciado la caída de un aeroplano al mar.
¿Sería aquel cuerpo el de Saint-Exupéry? Al parecer, en su día el sepulturero de Carqueiranne y el guarda del cementerio describieron que el cadáver, con graves lesiones en la cabeza y en las piernas, poseía una corpulencia que se correspondía con la del escritor. En los años 60 los restos de la fosa común se reubicaron, pero según parece aún están localizados. Es posible que quede poco o nada de ellos. Pero siempre que los restos no fueran incinerados y que aún persista algún fragmento, una posible identificación no sería en principio del todo descartable, incluso aunque se hayan mezclado con los de otras personas.
Las experiencias vividas como piloto fueron en algunas ocasiones su fuente de inspiración como escritor. A partir de entonces, a cada destino del piloto le atañe una período de su producción literaria, nutrida con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el Sahara español, escribió su primera novela Correo del Sur (1928). Y otras que le sucedieron: Vuelo nocturno (Vol de Nuit) en 1931, Tierra de hombres (Terre des Hommes) en 1939 y Piloto de guerra (Pilote de Guerre) en 1942.
En uno de sus viajes, mientras se encontraba en África, sufrió un accidente y se perdió en el gran desierto. De esta experiencia surgiría su obra maestra: “El Principito”, cuya historia escribió durante su estadía en la ciudad de Nueva York al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Publicado en 1943, es uno de los libros infantiles más leídos y traducidos de todos los tiempos.
Fuente: Literatura y algo más Grandes maestros de la literatura universal
Esta obra está ambientada entre los años 30´s y 40´s, años muy convulsos en España y toda Europa, teniendo como eje a Sira Quiroga.
Publicada en el 2009, la novela es una gran cadena de avatares, entre romance, trazos de intriga que rememoran pasajes de cine clásico, sucesos iniciáticos, localizaciones exóticas y esquemáticos apuntes histórico-ideológicos.
Sira una joven modista que abandona Madrid arrastrada por un amor, se instala en Marruecos, pero sufre el dolor de la traición y el abandono en el peor de los momentos. Contra todo pronóstico, Sira debe volver a su patria y comenzar de nuevo.
«En cualquier momento y sin causa aparente, todo aquello que creemos estable puede desajustarse, desviarse, torcer su rumbo y empezar a cambiar».
Una labor exhaustiva llevada a cabo por la autora que logra recrear la época en la que transcurre la trama. Así nos mostrará cómo era la España prebélica y el ambiente castizo en el que se movía Sira Quiroga, el paisaje exótico del protectorado español de Marruecos y la vida en su capital, Tetuán, un mosaico en el que convivían distintas culturas invitándonos a pasear por las calles de la judería o a visitar las residencias que los españoles tenían en el ensanche.
«Nadie es quien solía ser después de una guerra como la nuestra».
Una época de contrastes en la que nos encontramos con la pobreza de unos y el glamur en el que nadaban los más poderosos.
Opulencia que también volveremos a encontrarnos en el Madrid de la posguerra a donde se trasladará Sira Quiroga para continuar con su misión, pues nadie desconfiaría de que una modista de alta costura en cuyo taller se atendía, sobre todo, a las esposas de los militares nazis que hasta la ciudad norteafricana y la capital madrileña se habían trasladado y en donde se encontrarían con un conflicto de intereses con los aliados en una carrera entre ambos bandos en la que se presagiaba un inminente inicio de una nueva conflagración a escala mundial.
«Nunca habría podido imaginar que la sensación de volver a tener una aguja entre los dedos llegara a resultar tan gratificante».
El tiempo entre costuras es una novela que transpira historia por todos lados lo que le da un aire previsible a la misma, no cabe duda, pero la novela de ficción histórica siempre adolecerá de este bendito defecto porque la historia pasada no se puede cambiar.
«La rectitud y la honradez eran conceptos hermosos, pero no daban de comer, ni pagaban las deudas, ni quitaban el frío en las noches de invierno».
Solo los hechos ficticios y las licencias que pueda tomarse el autor en determinados momentos de su obra servirán para que el lector quede cautivado por el trabajo realizado. Y esto, sin duda, lo logra María Dueñas con la figura de Sira Quiroga y todo lo que ocurre a su alrededor. Es una gran oportunidad para quienes no acostumbran a leer novelas de ficción histórica se adentren en este género.
«Tenemos que ayudar. Tú, yo, todos, cada uno en la medida de sus posibilidades. Tenemos que aportar nuestro grano de arena para que esta locura no siga avanzando».
«El tiempo entre costuras» un interesante momento de la guerra civil española, entre espionaje, traición, abandono, conspiración, amor, y el coraje de Sira Quiroga, una mujer que se formó a sí misma aun contra corriente.
«La divina comedia» cuenta el maravilloso peregrinaje del autor por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, guiado por Virgilio y con la intermediación de una bella dama florentina llamada Beatriz, que se convierte así en mito de la poesía amorosa. Esta obra reúne la cosmovisión greco-romana y la cultura cristiana, exponiendo con elegancia las verdades de fe y recapitulando la historia del mundo. El resultado final es un fantástico viaje hacia la redención que abarca todo el argumento existencial, desde la creación del hombre hasta su destino final, la divinidad. Dante completó la Divina Comedia poco antes de su muerte en 1321.
Dos hechos biográficos:
— la muerte de su amada Beatriz y el exilio de su ciudad, Florencia— le sumieron en un estado de zozobra que sólo logró superar a través de la escritura de esta colosal obra.
Es uno de los grandes textos de la cultura europea, eternamente reinterpretado y analizado, además sigue inspirando a infinidad de artistas, como Salvador Dalí, Gustave Doré, Alberto Martini, Sandro Botticelli y Moebius, por nombrar algunos).
Dante, narró desde los suplicios del Infierno hasta la felicidad del Paraíso, desde las crueles amputaciones de los condenados hasta la belleza divina de los redimidos.
«La divina comedia» fue escrita en dialecto toscano, matriz del italiano actual, el cual se usó entre los siglos XI y XII. Dante finaliza cada una de las cánticas utilizando la palabra estrellas; conectándolas, a pesar de sus marcadas diferencias.
La estructura también afecta a los registros lingüísticos: en el infierno se utiliza un lenguaje vulgar, el texto del «Purgatorio» está lleno de citas bíblicas y el del «Paraíso», de himnos y cantos litúrgicos.
Antes de emprender el viaje hacia los tres mundos, Dante despierta en una selva oscura sin saber por qué llegó ahí. Cuando se habla de selva oscura se hace referencia a algo malo, a lo contrario a Dios, ya que esa selva era oscura, era mala. En esa selva se describe un paisaje inicial en el cual se ve el sol, las estrellas, la playa y la colina. El sol en representación de la divinidad, de Dios, la colina es el camino que debe subir para llegar a Dios, y Dante no puede llegar a esa luz porque en el camino se encuentra con tres fieras que son obstáculos para él, cada fiera representando un pecado. Ahí se encuentra con Virgilio y después de una conversación con este, comienza su viaje.
«La divina comedia» o simplemente «Commedia», como la tituló Dante, es considerada una de las mayores obras de la literatura universal. Su publicación supuso el distanciamiento de la literatura medieval para sentar las bases de la renacentista.
Dante es junto a Petrarca y Boccaccio el mayor exponente de las letras italianas, y su obra es de obligatoria lectura para humanistas.
«El infierno», es quizá el episodio más representativo, que resulta ser una lectura amena y rápida a la vez que intrigante y morbosa. En cambio, en «El Purgatorio» tiene un comienzo irregular, sobre todo tras el ligero final del anterior, pero consigue mantener la atención y «El Paraíso» se muestra una lectura que exige más al lector, pero igualmente fascinante.
Dante Alighieri (1265-1321), padre de la lengua italiana, invirtió doce años de su vida en escribir la Divina Comedia. Dos hechos biográficos -la muerte de su amada Beatriz y el exilio de su ciudad, Florencia- que le sumieron en un estado de incertidumbre y desilusión que sólo logró superar a través de una poesía universal que dejó a las generaciones venideras una obra plena de belleza e inmortalidad, base de la literatura alegórica medieval.
Con «La divina comedia» Dante pretende decir lo que nunca ha sido dicho de mujer alguna: la exaltación del triunfo celestial de la amada, la expresión de un amor que transciende las dimensiones físicas de este mundo y se convierte en pura espiritualidad. Así, el resultado final es un fantástico viaje hacia la redención que abarca todo el argumento existencial, desde la creación del hombre hasta su destino final, la divinidad.
EL INFIERNO: CANTO I
En medio del camino de nuestra vida
me encontré en un oscuro bosque,
ya que la vía recta estaba perdida.
¡Ah que decir, cuán difícil era y es
este bosque salvaje, áspero y fuerte,
que al pensarlo renueva el pavor.
Tan amargo, que poco lo es más la muerte:
pero por tratar del bien que allí encontré,
diré de las otras cosas que allí he visto.
No sé bien repetir como allí entré;
tan somnoliento estaba en aquel punto,
que el verdadero camino abandoné.
Pero ya que llegué al pie de un monte,
allá donde aquel valle terminaba,
que de pavor me había acongojado el corazón,
miré en alto, y vi sus espaldas
vestidas ya de rayos del planeta,
que a todos lleva por toda senda recta.
Entonces se aquietó un poco el espanto,
que en el hueco de mi corazón había durado
la noche entera, que pasé con tanto afán.
Y como aquel que con angustiado resuello
salido fuera del piélago a la orilla
se vuelve al agua peligrosa y la mira;
así mi alma, que aún huía,
volviose atrás a remirar el cruce,
que jamás dejó a nadie con vida.
Una vez reposado el fatigado cuerpo,
retomé el camino por la desierta playa,
tal que el pie firme era siempre el más bajo;
y al comenzar la cuesta,
apareció una muy ágil y veloz pantera,
que de manchada piel se cubría.
Y no se apartaba de ante mi rostro;
y así tanto me impedía el paso,
que me volví muchas veces para volverme.
Impresionante obra, con metáforas singulares, un viaje para la mente y el alma no sólo por el contenido religioso sino además poético.
Un libro especial con muchas referencias a la mitología e historia.
Francisco Gabriel Montes Ayala *Academia Nacional de la Crónica A.C.
Vicente Girarte Martíenez
Vicente Girarte Martínez, escritor, poeta, periodista y sacerdote, nació en Sahuayo, Michoacán el 9 de abril de 1939. Ingresó al seminario el 14 de diciembre de 1951; fue ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1964, por Monseñor Anaya en la Catedral de Zamora.
Como sacerdote su primera encomienda fue la parroquia de San Francisco en Jiquilpan a donde llegó el 22 de mayo de 1965. Fue vicario sustituto en San José de Gracia en 1971 y ese mismo año pasó como vicario cooperador del Sagrado Corazón en Sahuayo, de 1976 a 1980 fue vicario en la parroquia de Santiago Apóstol en su tierra natal; Capellán de las adoratrices en Sahuayo hacia la década de los noventa; párroco de Francisco Sarabia en 1996 y posteriormente Vicario de la Divina Providencia en Sahuayo desde 2007; a últimos años estaba en retiro.
El padre Girarte obtuvo premios literarios nacionales en Acaponeta, Fresnillo, Taxco, Jacona y Morelia entre otros muchos más. Su obra como poeta es basta y prolífica, entre algunos títulos están: Cara a Cara con Dios, Los Pasos del Dolor, El hombre ante la vía dolorosa, Testigo de mi pueblo, Cuando nos duele el tiempo.
Fue miembro del Colectivo Artístico de Morelia. Como narrador y periodista, el padre Girarte llegó a llenar las páginas de medios locales, regionales, estatales y nacionales. Su poesía ha trascendido a todos los rincones del México y de Latinoamérica. Sus poemas llegaron al viejo continente, y fueron publicados en España y en Austria.
Vicente Girarte Martínez, es uno de los poetas modernistas, que se dedicó a escribir desde sus tiempos del seminario. Con un manejo excelente de esta corriente poética, nos lleva a los poemas al amor humano, al amor divino, al ministerio y a Dios; Los poemas de Girarte, nos sumergen en una mezcla de amor divino y profano que solo él logra conjuntar en sus poemas. Sin olvidarse de los problemas y la vida de quienes le rodean, la poesía del padre Girarte intenta aliviar también el dolor humano y acercarlo a Dios.
A parte de dedicarse a escribir, Vicente Girarte Martínez desde hacía muchos años, trabajaba arduamente con jóvenes de todas las edades, donde impulsaba el deporte, la cultura para llevarlos a una vida sana. El club deportivo y cultural “Los Griegos” impulsó a miles de jóvenes en los más diversos y variados deportes. Haciendo que la labor del Padre Girarte sea reconocida por sus paisanos por la profunda huella que deja en la juventud sahuayense.
Vicente Girarte Martínez, sacerdote, poeta, periodista y escritor, es un sahuayense que dejará huella en la historia de las letras mexicanas que ha dejado de existir este día 27 de octubre de 2020. Descanse en Paz.