Cuando Calles llamó a apoderarse de las conciencias de la niñez y la juventud mexicana
Lic. Helena Judith López Alcaraz

En una fecha como ayer, pero hace noventa años, el 21 de julio de 1934, desde el balcón central del Palacio de Gobierno localizado en la capital jalisciense, el otrora primer mandatario Plutarco Elías Calles llevó a cabo un llamado a sus correligionarios para que la Revolución, que ya había obtenido la victoria en los ámbitos militar y político, se enfocara a conquistar otras esferas no menos importantes para el fortalecimiento de su ideología: la conciencia, la educación y, de forma muy particular, la educación e instrucción de los más pequeños, desde la edad más temprana. A esto se le conoce como “el grito de Guadalajara”.
Acompañado por el presidente electo Lázaro Cárdenas del Río, originario de Jiquilpan de Juárez, Michoacán, y del tequilense Sebastián Allende Rodríguez, antiguo miembro del Congreso Constituyente de Jalisco y a la sazón gobernador de dicho estado de la República, Calles dirigió este vehemente mensaje:

“La Revolución no ha terminado. Los eternos enemigos la acechan y tratan de hacer nugatorios sus triunfos. Es necesario que entremos al nuevo periodo de la Revolución, que yo llamo el periodo revolucionario psicológico; debemos apoderarnos de las conciencias de la niñez, de las conciencias de la juventud porque son y deben pertenecer a la Revolución.
No podemos entregar el porvenir de la Patria y el porvenir de la Revolución a las manos enemigas. Con toda maña los reaccionarios dicen, y los clericales dicen que el niño pertenece al hogar y el joven a la familia; esta es una doctrina egoísta porque el niño y el joven pertenecen a la comunidad, pertenecen a la colectividad y es la Revolución la que tiene el deber imprescindible de apoderarse de las conciencias, […] de desterrar los prejuicios y de formar la nueva alma nacional […].
Es absolutamente necesario sacar al enemigo de esa trinchera donde está la clerecía, donde están los conservadores; me refiero a la escuela. Sería una torpeza muy grave, sería delictuoso para los hombres de la Revolución, que no arrancáramos a la juventud de las garras de la clerecía y de las garras de los conservadores; y desgraciadamente la escuela en muchos Estados de la república y en la misma capital, está dirigida por elementos clericales y reaccionarios.”
Así lo citan, alternativamente, autores como José María Muriá en su Historia de Jalisco (1982), páginas 534 y 535, y Doralicia Carmona Dávila en su biografía de Plutarco Elías Calles incluida en la página, también de su creación, Memoria política de México.
El sonorense añadió, para corroborar lo ya expuesto:
“Sólo el Estado impartirá educación. La educación que imparta el Estado será socialista y, además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear a la juventud un concepto racional y exacto del Universo y de la vida social” (citado por Meyer, 1977, pp. 345-346).
Al día siguiente, el Bloque Nacional Revolucionario de la Cámara Federal de Diputados presentó el proyecto de reforma al artículo 3º de la Carta Magna, en el cual se proponía la educación de carácter socialista. Entre tanto, Monseñor Jesús Manríquez y Zárate, uno de los escasísimos obispos que estuvieron abierta y públicamente a favor del movimiento cristero, criticó a Calles y su “Grito” de modo directo.

Como cabía esperar, la alocución del Jefe Máximo no se quedó en meras palabras, ni en una apasionada bravata del hombre que había regido el devenir político nacional desde 1924. El “Grito de Guadalajara” marcó el inicio de una serie de reformas al sistema educativo mexicano que desembocaron en el proyecto de la así llamada “educación socialista”. Esto, por supuesto, no fue bien recibido por la inmensa mayoría de los padres de familia, que no sin razón vieron en aquellas disposiciones una nueva persecución y la imposición de un esquema de instrucción que contradecía sus creencias religiosas y que atacaba aquello que les era más preciado: su fe. No obstante, también es preciso puntualizar que, aunque eran una porción significativa, no sólo los católicos militantes se oponían a aquellos planes.
Las tensiones creadas por el “Grito de Guadalajara” alcanzaron tal magnitud que, sumado a la persecución religiosa creciente, recrudecida desde los tiempos de los mal llamados “arreglos” del 21 de junio de 1929 en entidades de la República como Veracruz, Chihuahua y Tabasco, y aun la capital, se fue preparando el terreno para lo que se conoció como “La Segunda”, una segunda Guerra Cristera, que no tuvo ni la fuerza ni el apoyo de la primera, ni por parte de los seglares y, mucho menos, de la jerarquía eclesiástica.
A diferencia de lo acontecido en el trienio 1926-1929, durante el cual se produjo una seria división en el Episcopado Mexicano y existieron quienes sí apoyaron directa o indirectamente la lucha, en la década de los 30 hubo un evidente consenso antibelicista entre los obispos. Éstos llegaron al extremo de condenar la resistencia armada de los exiguos católicos que se lanzaron a ella.
Con todo, pese al rechazo de los eclesiásticos hacia “La Segunda”, los boletines y demás publicaciones parroquiales condenaron categóricamente la educación que impartía el Estado. Los jerarcas amenazaron con excomunión a quienes mandaran a sus hijos a estudiar a escuelas del gobierno y los dejaran a merced de la educación laicista y comunista. El gobierno, por su parte, amenazó a los padres con la prisión si enviaba a sus vástagos a planteles católicos.
La enseñanza del catecismo quedó prohibida, incluso en viviendas particulares. Los educandos se vieron precisados, en ocasiones, a pasarse de una casa a otra por la azotea, con los fiscalizadores justo afuera. En los colegios, a su vez, la clase de religión estaba vedada, al grado de que el régimen enviaba inspectores para asegurarse de que los alumnos no llevaran dichas clases. Delante del profesor, los emisarios abrían y revisaban las mochilas para verificar que no hubiera algún libro de catequesis. Éstos, previo aviso, eran ocultados detrás de un armario o estante, entre éste y la pared.
Aquello era sólo el comienzo. El 10 de octubre de 1934, los diputados consumaron la reforma de la Constitución en su tercer artículo, y subrayaron que la educación impartida por el Estado sería socialista, excluiría toda doctrina religiosa y combatiría el fanatismo y los prejuicios, forma de llamar, específicamente, a la religión católica, que era la de la inmensa mayoría de los mexicanos. La educación primaria, secundaria y normal impartida en planteles particulares, asimismo, debería ajustarse al patrón concertado y aprobado por los planteles oficiales, so pena de sanciones.

El 16 de octubre, Cárdenas avaló tanto las declaraciones de Calles –¿cómo no hacerlo?– como la reforma constitucional, y señaló que la educación socialista prepararía a los jóvenes para servir en el proceso de emancipación del proletariado. El sector del pueblo que no estaba de acuerdo con todo aquello se comenzó a exaltar. Se suscitaron motines en Puebla, Jalisco, Michoacán, Morelos y Zacatecas, con saldo de numerosos heridos y varios muertos. Los prelados mexicanos dejaron de callar y protestaron de modo más enérgico.

Para el 1 de diciembre del mismo año, fecha en que Lázaro Cárdenas tomó posesión de su cargo como presidente constitucional de México, las circunstancias estaban lejos de mejorar en todo sentido.
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Fuentes:
Carmona Dávila, D. (2024). Elías Calles Campuzano Plutarco. Memoria Política de México. https://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/ECP77.html
Meyer, J. (1977). La Cristiada. Vol. I. México: Siglo XXI Editores.
Meyer Cosío, L. F., Segovia, R., Lajous, A., & González y González, L. (1978). Historia de la Revolución Mexicana, período 1928-1934: los inicios de la institucionalización : la política del maximato. El Colegio de México.
Universidad de Guadalajara (2024). “El grito de Guadalajara” de Plutarco Elías Calles (1934). Enciclopedia histórica y biográfica de la Universidad de Guadalajara. Tomo cuarto. La Universidad de Guadalajara, 1925–2017. http://enciclopedia.udg.mx/articulos/el-grito-de-guadalajara-de-plutarco-elias-calles-1934
Testimonios orales de María del Carmen Ávalos Herrera, ya finada, abuela de la autora, nacida en 1930, que fue testigo en primera línea y víctima de la persecución religiosa en materia educativa descrita en el texto.
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